Australia arrasada por el fuego. Ya son 25 los fallecidos, cientos las familias desplazadas, seis millones de hectáreas carbonizadas... Un drama nacional debido a la acción de pirómanos, a una gran sequía y la falta de medidas contra el cambio climático. En las últimas horas ha llovido algo. Unas pocas gotas de lluvia que han devuelto la esperanza a quienes luchan contras las llamas.
El cielo de Australia pone a prueba los sistemas de navegación aérea y la valentía de los pilotos. Que deben atravesar una flama rojiza de temperaturas extremas que reflejan bien la triste realidad que asola la isla.
El fuego es fiero. Y si no que se lo digan a quienes van en un camión de Emergencias que escapa a toda velocidad de las llamas hasta impactar con violencia contra otro vehículo.
Ya son 25 los muertos y 1200 las viviendas destruidas, en un paisaje con más de seis millones de hectáreas carbonizadas, que apenas permiten distinguir diferentes tonalidades de gris.
Para la fauna local es también un cataclismo. Se ha reducido a la mitad la población de koalas y está destruyendo el hábitat de los canguros, tan sedientos que acuden a beber de las botellas que les ofrecen trabajadores y voluntarios o que buscan en las piscinas de algunos chalés algo de alivio al infierno que están viviendo.
Los afectados repiten como un mantra que, al menos, han salvado la vida pero también son muchos los que reprochan la falta de liderazgo político para atajar un problema avivado por la maleza, los fuertes vientos y el calor extremo, aliados para la acción de los pirómanos.
En nueva galés del sur hay ya 24 personas imputadas por haber provocado, presuntamente, algunos incendios. Sin embargo, en medio de tanta desolación, suenan gritos de júbilo que saludan la llegada de la lluvia en Sidney. Apenas unas gotas de esperanza para hacer frente al desastre.