“Nunca pude imaginar que en el siglo XXI, en Europa, íbamos a salir huyendo de una guerra”, asegura Julia, una ucraniana de 29 años que, junto a su novio español, ha llegado en la madrugada de este lunes a España como parte del grupo de españoles y ucranianos repatriados gracias a una operación organizada por el Ministerio de Asuntos Exteriores.
Son 106 personas que jamás pensaron que vivirían bombardeos, sirenas y refugios antibombas, ni que tendrían que sumarse un convoy de “exfiltración” - como dicen en Exteriores – para salir del país: empresarios, estudiantes, cuatro religiosas dedicadas a cuidar de niños ucranianos, un pareja que iba a recoger a su bebé nacido por gestación subrogada...
En esas evacuaciones ha sido esencial el papel de los GEO que les han escoltado desde Kiev hasta la frontera con Polonia. Un trayecto de unos 650 kms que han tardado más de dos días en recorrer, velando por la seguridad de sus protegidos mientras los cazas rusos sobrevolaban sus cabezas. 9 geos y 4 policías llegan a Barajas satisfechos. Dos convoyes. El primero con 40 personas abrió paso. El segundo con un autobús con 70 personas y 15 vehículos civiles con la gasolina a cuestas por carreteras secundarias para evitar el éxodo monumental con los cazas rusos en sus cabezas le decían que eran ucranianos sabiendo que solo les identificaba la bandera española en el autobús con el tiempo apremiando porque los riesgos de descontrolados aumentan. Así han pasado , 630 km en dos días.
Todos han llegado esta madrugada a Barajas acompañados de varios diplomáticos y una veintena de GEO que han garantizado su seguridad a lo largo de las más de 36 horas de viaje a través de un país en guerra.
Agotada por el viaje y el miedo, Julia explica que su familia ha quedado toda en Ucrania porque “van a luchar"; "van a hacer todo lo necesario para que nuestro país sea nuestro país y no Rusia”, explica emocionada, antes de apuntar que ni la capital, Kiev, ni el resto del país es seguro, y no solo por las bombas.
“Hay rusos por todos lados, algunos vestidos de policía ucraniana; te pueden matar sin preguntar nada”, comenta pensando en su padre, que se ha unido a los grupos de Defensa Territorial de Civiles, sin más armas que los cócteles molotov que está haciendo y con los que pretenden frenar en lo posible el avance ruso. “Espero que el mundo va a ayudar a mi país a luchar contra el país más grande del mundo”, se despide.
La determinación y audacia de los ucranianos en defensa de su nación es precisamente una de las cosas que más ha impresionado a José Antonio, un murciano casado con una ucraniana que no dudó en viajar a Kiev para ayudar a su mujer y el hijo adolescente de ella a regresar a Murcia. “Les sorprendió la guerra cuando fueron de visita por la muerte de un familiar”, explica impactado por la sangre fría de los ucranianos, que están dispuestos a morir en defensa de su país.
“Son capaces de pararse ante un tanque para tirarle un cóctel molotov sin pensar en el peligro. Y si tienen que morir, se muere”, dice impresionado, convencido de que la resistencia de los ucranianos ante las tropas invasoras va a ser “histórica y escalofriante”.
José Antonio cuenta cómo la embajada le dio una hora para recoger todo y presentarse a unirse al convoy que salía en dirección a Polonia, 36 horas de viaje en las que les dieron el alto cuatro cinco veces controles ucranianos, que paraban a todos los hombres de 18 a 60 años para que se unieran a las fuerzas de resistencia.
Al llegar a la frontera les esperaban más de 30 kilómetros de coches esperando cruzar, muchos de ellos abandonados por gente que había decidido hacer el último tramo de su huida a pie, cuenta otro español “exfiltrado”, Gorka Barrigón, que ha viajado con su hijo de cuarto años.
Cuando vio la situación en la frontera, la madre del niño prefirió quedarse “para ayudar en lo que pueda”, explica Barrigón, empresario y aventurero que por “cosas de la vida” tuvo un hijo en Ucrania y quedó ya vinculado para siempre a ese país, y cuyo plan es dejar al niño en Donosti con su familia y regresar a Ucrania “a ayudar”.
Otros que han viajado con niños son Marina y Antonio, de Málaga, a quienes la guerra les pilló recogiendo a una bebé de días nacida por gestación subrogada y con su otro hijo de cinco años.
“La dieron de alta en el hospital un día, y al siguiente nos despertaron las sirenas que avisaban de las bombas, ahora ya es imposible entrar e imposible salir”, cuenta Mariana, angustiada por la situación de otro matrimonio español que estaba también esperando a que naciera su bebé cuando estalló la guerra.
El padre, Antonio, cuenta que estaba buscando leche para el bebé de farmacia en farmacia cuando le llamó la embajada: “Nos dieron una hora para presentarnos con 10 kilos de equipaje por persona, y cuando uno viaja con dos niños eso no es nada”, dice señalando las tres pequeñas mochilas que conforman todo su equipaje.
Son decenas de historias de 106 personas que nunca pensaron que les tocaría vivir una guerra y que, a su llegada a Barajas han agradecido con un gran aplauso a una veintena de GEO que les han escoltado todo el camino desde Kiev hasta Cracovia (Polonia) para garantizar su seguridad.