Una de las cosas más importantes sobre la ley de paridad aprobada el pasado martes en Italia es que, en contra de lo que suele ser necesario para aprobar una ley en este país, de media 286 días, ésta ha pasado el proceso entre el Congreso y el Senado en menos de dos meses. Una de sus promotoras, la voz cantante de hecho, es Chiara Gribaudo, una diputada de cuarenta años del partido democrático con una de esas carreras en donde la política, la militancia y la vida casi no se diferencian. Ella redactó el borrador de ley y lo depositó, aprobado luego con la unanimidad de todos los partidos. Pudo hacerlo, pero no quiso que llevase su nombre, confiesa que el reto era tan grande y tan histórico que tenía que ir separado de personalismos.
Es consciente Gribaudo de que este acuerdo llega tarde a una Italia lenta en la burocracia y muchas veces aún machista en la sociedad, en la política y en las instituciones. El texto modifica el Código para la Igualdad de Oportunidades del 2006 y establece dos formas principales de garantizar lo que su nombre indica: la paridad entre hombres y mujeres en el ámbito laboral.
La primera es la transparencia que exige la ley. “Se contempla la recogida de datos que tienen que ser entregados a Trabajo y los instrumentos para que se cumpla definiendo responsabilidades, dos de los grandes problemas en Italia. Se analizará la situación de las mujeres dentro de las empresas”, explica la diputada socialista.
Se prevé que las compañías con más de 50 empleados realicen un informe cada dos años sobre las condiciones de la plantilla que deberán subir al portal del Ministerio de Trabajo y se establece la voluntariedad para las empresas con menos de 50 trabajadores. Ahí es donde entra el segundo punto fundamental: la política de incentivos. “En un país que tiene una cultura fuertemente patriarcal, que afecta a todos los estrados del tejido industrial y laboral, no serviría la mano dura directa sobre la propia empresa. Con el “certificado de paridad género” para las empresas con pocos trabajadores, que podrán cubrir de forma voluntaria, podrán acceder y ser premiadas con beneficios fiscales contributivos”, explica Gribaudo.
Los datos de la Unión Europea ponían en alerta la situación de las mujeres en el ámbito laboral en Italia que veían pagadas un 20% menos que los hombres. Gribaudo, que ha trabajado durante estos años en la recogida de datos, que reconoce opaca, apunta a que hay situaciones en las que ese porcentaje llega al 40%. La pandemia, además, ha dejado al descubierto una desprotección lacerante de “le donne” (las mujeres), que han estado expuestas hasta un 70% más a perder su puesto de trabajo. “Era urgente y estoy muy contenta. Estoy segura de que en el fondo la sensibilidad con la que he y hemos trabajado dos años y medio han construido las condiciones, fundamentales para hacer política, con las que no podían decirme que no los demás partidos”, añade la diputada.
Lo cierto es que es inaudito que una ley recoge la unanimidad de toda una Cámara, especialmente si se mira la inestabilidad entre los partidos en este momento histórico en Italia. “He intentado transmitir que las batallas de las mujeres no son las batallas de las mujeres, son las batallas de un país”, dice.
“Somos muy pocas en el Parlamento, un 25% de mujeres frente a un 75% de hombres, y tenemos diversidad de opiniones, además. Pero se ha demostrado una gran clase política”, explica. Ahora el PD afronta la dualidad de hacer entender a su electorado un éxito como este y un fracaso tan significativo en las negociaciones por la ley contra la homofobia en la misma semana y que abría un nuevo escenario político para Italia. Chiara Gribaudo concreta: “Han trabajado a mi lado las mujeres feministas del Partido Democrático, repito: aquellas feministas. Pero sabemos que dentro de mi partido aún hay muchos y grandes problemas sobre el acceso a la política para las mujeres no elegidas por los hombres, con su propio recorrido”, explica. “Lo que he aprendido con la redacción de esta ley es que es suficiente ser mujer para escribir este tipo de textos, hace falta una convicción”, añade. Pero se mantiene positiva gracias a los encuentros con todas las jóvenes durante estos años, mujeres en las que ahora no puede evitar pensar.
También se repite, mientras tiene ya en la cabeza cuál quiere que sea su próximo paso, una ley para la conciliación real en el trabajo, el mantra que su padrino político le repitió siempre cuando las cosas se ponían feas: “Se se ne vanno gli stufati rimangono gli schifosi” (si se van los que se hartan, se quedan los asquerosos).