La ilusión por la llegada al poder de Biden y Harris se desinfla en solo un año de mandato
Doce meses después de su llegada al poder la variante Omicrom, la inflación, la política migratoria, el retroceso en derechos y la división interna demócrata ha provocado frustración en la ciudadanía
Hace doce meses, Biden y Harris aparecían en la portada de la revista Time elegidos como las personalidades del año. Sus rostros, fotografiados de perfil y acompañados del lema “cambiando la historia de América”, daban inicio a una época en la que los demócratas llegaban al poder tras la crispada presidencia de Donald Trump. Restaurar la normalidad política estadounidense, afrontar la crisis económica, social y sanitaria, así como devolver el prestigio internacional del país eran los objetivos.
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Un año después, la sensación entre la ciudadanía es de frustración. El repunte de la pandemia debido a su variante Omicron, es la última causa de ello. Pero también habría que apuntar la división interna dentro del propio Partido Demócrata, que a día de hoy ha sido incapaz de ponerse de acuerdo para sacar adelante la agenda social de Biden, uno de sus puntos estrella del programa electoral. O la política migratoria, que todo el mundo ve como una continuación de la de Trump.
El detonante
Incluso la vicepresidenta Harris se ha visto abandonada por algunos de sus más cercanos colaboradores y la ciudadanía en general, que la da unos bajísimos porcentajes de aprobación (28%, según un reciente sondeo de USA Today y Suffolk University). Pero el momento que determinó que todo empezaba a ir mal fue la caótica retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán y la caída de Kabul en manos de los talibanes, el pasado 15 de agosto.
Solo entre finales de julio y principios de agosto, el descontento de la opinión pública con la nueva administración creció más de tres décimas, según las encuestas de YouGov, una firma dedicada a la investigación de mercados y análisis de datos. Tras 20 años de presencia en un país donde la democracia era más necesaria que nunca, las imágenes de las tropas estadounidenses escapando en un aeropuerto abarrotado de personas en Kabul, que pedían ser evacuadas para no sufrir la represión de los talibanes, fue demasiado para la ciudadanía.
Los primeros cien días
Con sus luces y sus sombras, y a pesar de que la asociación Biden-Harris tenía sus diferencias de origen, género, edad y raza, los primeros meses de mandato se proyectaron como un tándem dispuesto a hacer de la igualdad un mandato. Era el momento de demostrar que las disparidades podrían aproximarse y demostrar que la diversidad del país es su mejor activo.
Un experto político de 78 años, avalado por sus 40 temporadas en la diplomacia estadounidense y acompañado de la primera mujer en llegar al segundo puesto con más poder del país, fue un soplo de aire fresco. Harris era ademas la primera vicepresidenta de origen asiático y negro, hija se inmigrantes, que abría una nueva esperanza a los millones de personas estadounidenses que se reflejaban en ella.
Nada podría salir mal en el comienzo de un gobierno ágil, que empezó firmando una ley de 1’9 billones de dólares para ayudas a los estragos del covid y emitiendo más decretos que los tres presidentes anteriores. El empleo se recuperaba, las escuelas reabrían y se llegó a los 200 millones de dosis de vacunas inoculadas en el país que, en ese momento, registraba el mayor número de muertos por la pandemia.
Empiezan los problemas
Pero la travesía no fue fácil ni siquiera al principio. Biden no consiguió que ningún republicano votara en el Senado a favor de su proyecto de ayuda contra la pandemia, perpetuando la profunda división que se había instaurado en la instituciones y en la ciudadanía. Le costó varios meses sacar adelante la ley de Infraestructuras, incluso entre los miembros de su propio partido y aún está negociando la aprobación de su proyecto social, clave en su agenda de gobierno.
Por el camino quedaron vetadas varias acciones ejecutivas y algunas de las que se aprobaron, como las relacionadas con la política migratoria, han recibido serias críticas de parte incluso de su propio electorado. Ello ha salpicado especialmente a Kamala Harris, que fue quien recibió el mandato de llevarla a cabo. Frenar el flujo de migrantes desde Centroamérica con un proyecto que respetara su dignidad y derechos era su objetivo pero las imágenes de miles de personas agolpadas en la frontera y una visita tardía (hasta junio no decidió ir a conocer de primera mano la situación de los niños no acompañados) empezaron a socavar sus porcentajes de aprobación.
Hasta hoy
Desde entonces hasta diciembre los problemas han ido creciendo: la inflación se ha disparado, al igual que el riesgo de no vaya a ser un problema transitorio; las últimas votaciones estatales y locales han otorgado la victoria a los republicanos o han reducido la ventaja demócrata y la arremetida conservadora propulsa un retroceso, tanto en los derechos de los mujeres a la interrupción del embarazo como en el ejercicio del voto.
Las consecuencias de todo esto son un entusiasmo en las filas republicanas que van a poner muy cuesta arriba la recuperación de la imagen de estos dos políticos en los próximos meses, que se juegan el control del Senado y el Congreso en las elecciones intermedias (noviembre de 2022). Unos comicios que la bancada republicana afronta entusiasmada tanto por sus últimos resultados electorales estatales y municipales como por la debilidad que atisba en los dos máximos dirigentes del país.
En sus propias filas
Como explican Elis Clark y Edin Larkin, dos estudiantes demócratas de la Universidad de Brown a través del Brown Daily Herald, la decepción es grande entre “los que éramos muy conscientes cuando luchamos tan duro para que (Biden) fuera elegido”. Así se expresan sus propios votantes acerca del que era su “candidato ideal”, al que hacen responsable del fracaso de la administración actual para proteger los derechos de voto, cancelar la deuda de préstamos estudiantiles y mejorar la seguridad de los migrantes.
La desafección hacia el presidente sigue siendo manifiesta entre algunos miembros de su propio partido, que desde el principio se ha mostrado dividido entre progresistas y moderados. Algo importante que tendrán que resolver Biden y Harris, al mismo tiempo que afrontan otra tarea fundamental: no perder el control del Congreso y Senado en las midterm. Todo un desafío por delante en lo que será solo su segundo año de mandato.