Cientos de partidarios de la presidenta de izquierda, Xiomara Castro, que acaba de ganar las elecciones en Honduras, llenaron las calles de la capital hondureña, Tegucigalpa, este sábado 4 de diciembre, para celebrar su victoria en los recientes comicios y expresar la esperanza de un cambio en el país devastado por la pobreza.
Aunque todavía se están contando los resultados finales, Castro, de 62 años, parece estar lista para una victoria aplastante. Pone fin a 12 años de gobierno conservador del Partido Nacional, empañado por la corrupción, las acusaciones de los vínculos del presidente con el tráfico de drogas y un éxodo de migrantes.
Promoviendo el "socialismo democrático", Castro quiere despenalizar el aborto, reducir los cargos bancarios por las remesas, crear una comisión anticorrupción respaldada por la ONU y derogar las nuevas leyes que, dicen desde el partido vencedor, alimentan la corrupción y el tráfico de drogas.
Los partidarios de Xiomara Castro esperan que la primera mujer presidenta del país pueda darle la vuelta a la situación. Sin embargo, la tarea que tiene por delante es más que desafiante. La violencia y la corrupción han obstaculizado durante mucho tiempo el crecimiento económico en Honduras.
En 2020, el PIB cayó un 9% después de que el país centroamericano fuera azotado por dos huracanes y la pandemia de covid19. Honduras tiene una de las tasas de pobreza más altas de América Latina.
En 2020, la cantidad de hondureños que viven por debajo de la línea de pobreza probablemente subió al 55% y el desempleo casi se duplicó, según las recientes estimaciones del Banco Mundial.