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25 años del genocidio de Ruanda: 100 días de masacre y odio que hoy buscan perdón

Rubén Fernández 07/04/2019 09:24

Fueron 800.000 las vidas que se calcula que fueron sesgadas durante el terrible genocidio de Ruanda. Impulsado por el Gobierno y dinamitado por los medios de comunicación, el conflicto étnico entre hutus y tutsis, quienes conformaban respectivamente el 85% y el 14% de la población, –dejando el 1% restante a los twas–, estalló hasta escribir en tinta roja uno de los peores episodios de la historia. “Hombres y mujeres que eran amigos llegaron a matarse entre sí”.

No surgió, nos explica la filóloga Pilar Úcar, una de las autoras del libro ‘Ruanda se reconcilia. Historias de paz y de perdón’, “por generación espontánea”. “Se venía gestando desde hacía décadas por los abusos del Gobierno en aquel entonces; por un incidente aéreo, también, que provocó la muerte del alto mandatario (el hutu Juvénal Habyarimana); así como por la rivalidad existente entre hutus y tutsis, creyéndose unos superiores a otros”, explica, dando cuenta del amplio contexto que hay detrás de cómo se desencadenó el conflicto a lo largo del tiempo hasta llegar al genocidio. Y no acabó ahí, en esos 100 días de masacre. “Luego los disturbios fueron continuando entre tres y cinco años más, quizás de manera más esporádica”, siendo igualmente “muy sangrientos”.

Los medios y su papel clave en el mensaje del odio

En ese conflicto de grandes dimensiones, fraguado lentamente desde lo social y lo político, también los medios de comunicación y los ‘educadores’ jugaron un papel clave y crucial a la hora de transmitir, expandir y encender el denominado ‘mensaje del odio’ que avivó y espoleó el genocidio. En la denominada Radio Televisión Libre de las Mil Colinas, RLM, se enseñaba a odiar a la otra etnia. “La radio se encargaba de mandar soflamas. No eran eslóganes, eran exordios que incentivaban y animaban al odio”, explica Pilar Úcar, quien subraya que, además, “eran una población muy obediente, que estaba imbuida de ese poder que les daba la radio, los periódicos, y ellos creían que lo que estaban haciendo estaba bien”. “Se lo decían los poderes fácticos. Es decir, la radio”, y la gente “tenía entonces en su mano el machete para hacerlo”, para cumplir con ese mensaje de odio. Por eso se producían decenas de miles de muertes diarias. “Cogían la hoja del machete y la blandían a diestro y siniestro porque ya estaban convencidos. Oían las órdenes, por supuesto, de los guerrilleros, de las milicias... pero ya venían inflamados de un poder tan importante como son los medios de comunicación".

Agitados continuamente por “los gritos y las llamaradas desde la radio”, obedecían “con mansedumbre, sin pensar que el odio que les habían inculcado iba a hacer daño al de enfrente”. Los medios ayudaron a expandir la barbarie, apoyados por el Gobierno. La población “obedecía órdenes”. Órdenes del militar, órdenes del altavoz de la radio, órdenes de los mandatarios…

Hoy, en ese presente que 25 años después del genocidio iniciado el 7 de abril de 1994 lucha por cicatrizar las heridas provocadas a machetazos en el corazón de Ruanda, ese “obedecía órdenes” está presente también en el discurso del perdón. En el de aquellos que luchan por empezar de nuevo; por un país de paz y no de odio; por un país en el que todos sean ruandeses y en el que, en un ejercicio tan complejo como generoso, víctima y verdugo sepan perdonarse. “El perdón como un derecho, pero no como una obligación. Porque si además de víctima tengo que perdonar, ya es pedir demasiado”, explica Pilar Úcar, ahondando precisamente en el núcleo del libro ‘Ruanda se reconcilia. Historias de paz y de perdón’, entre cuyos autores también se encuentran , Mária Prieto Ursúa, profesora del Departamento de Psicología de la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid, Ángela Ordóñez Carbaño, psicóloga general sanitaria y máster en Terapia Familiar Sistémica; y José García de Castro Valdés, profesor de Teología, también de la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid.

¿Cómo se puede perdonar algo así?

Pero, con todo lo ocurrido, ¿cómo víctimas y verdugos pueden darse la mano? ¿Cómo las generaciones cuyas familias participaron a un lado y otro de la masacre, han sabido reconciliarse con ese pasado? "Es el gran misterio del corazón”, explica Pilar. “Puede parecer romántico, puede parecer peliculero... El corazón es la máquina que potencia lo peor del ser humano y lo mejor del ser humano. Yo a mis estudiantes les cuento que con la palabra uno se acerca, uno seduce, uno ofende. Y si la palabra va unida a la emoción del corazón puedes conseguir una explosión de odio, de desobediencia, o puedes conseguir un volcán de pasión, de compañía y de acercamiento", ahonda, mostrándonos que, pese a tanto daño, pese a tanto dolor, hoy existe una puerta abierta a la esperanza; a tender puentes. “Ruanda es un espejo. Un espejo no solo para otros países sino para otros conflictos nacionales, comarcales e incluso familiares. El perdón existe, se puede dar. Depende del tiempo, de contar la verdad, de que se haga justicia y de la voluntad del corazón", incide.

"A lo pasado, recordado, pero con una página medio vuelta"

Ruanda se está reconciliando. Sigue en ese proceso. “Si el genocidio no fue un hecho espontáneo, el perdón tampoco. Continúa a través, continúa durante, y continuará”, destaca Pilar.

“La situación actual es que a las nuevas generaciones no se les puede negar lo que pasó. Es una página de la historia que no se puede pasar del todo. Es decir, a lo pasado pisado, no. A lo pasado, recordado, pero con una página medio vuelta. Es decir, actualmente las generaciones tienen que vivir con esa memoria, con ese recuerdo, pero tienen que vivir preparadas para convivir. No son hutus ni tutsis, son ruandeses. Son habitantes de un país que sigue en marcha, que ha puesto en funcionamiento unos mecanismos para avanzar sin olvidar, pero que actualmente tienen que conocer la verdad y compartirla, pero sobre todo convivir: dar la mano al que tienen al lado”, explica la filóloga, quien añade que “lo están haciendo; muy despacio”, pero “por un buen camino”.

"Jirones del alma"

De todo ello habla el libro 'Ruanda se reconcilia. Historias de Paz y Perdón'. En él se recogen siete historias de esperanza, de grandeza y de compasión basadas en hechos reales. Son "jirones del alma", "pellizcos en el estómago", que, sin embargo, "abren una puerta a la ilusión", como define Pilar Úcar. Son historias que dos de las autoras, María Prieto y Ángela Ordóñez, conocieron o vivieron in situ, y que dan cuenta de esa movilización por la paz que ha trascendido y trasciende a la mera búsqueda de justicia en los tribunales; de esa otra lucha que consigue dejar atrás el rencor, la rabia, el miedo o el deseo de venganza.

Dirigido "para curiosos" desde todos los ámbitos, el libro puede leerse "en diagonal" y "a saltos", pudiendo elegir el lector o la lectora qué parte abordar primero: la histórica, la que analiza la psicología del perdón y la dinámica de reconciliación o la que atañe a las desgarradoras historias.