Venezuela amaneció el primer día de junio nerviosa. Y con expectativas ante el anuncio histórico de Nicolás Maduro de que la gasolina podría comenzar a pagarse en divisas y a precio internacional, en este caso a 0,5 dólares por cada litro de suministro.
La venta de gasolina en Venezuela es un monopolio estatal desde la década de los setenta y como buen país petrolero (con las reservas certificadas de crudo más grandes del mundo), los gobiernos de turno habían asegurado que los venezolanos pudieran llenar el tanque prácticamente gratis.
La rutina de ir a echar combustible a cualquier gasolinera en Venezuela hasta hace apenas tres meses consistía en llegar a la estación de servicio, llenar el depósito y pagar la voluntad al trabajador que atendía al usuario.
Desde el primero de junio esto se acaba y Venezuela camina con incertidumbre hacia un nuevo sistema que ha llegado de manera repentina y por extrema necesidad. El país se ha quedado sin gasolina, literalmente, durante la cuarentena por la pandemia de la COVID-19 y la situación de desabastecimiento se tornó extrema y sin precedentes.
La corrupción y el desfalco de la empresa estatal PDVSA (Petróleos de Venezuela), la paralización como consecuencia de las refinerías de todo el territorio, así como el bloqueo impuesto por EEUU que impide a Venezuela comprar combustible en el mercado internacional, han llevado al país caribeño a esta situación de crisis histórica.
Nicolás Maduro anunció para este lunes la apertura de las 1.568 gasolineras de todo el país, aunque finalmente solo funcionaron 1.233 según datos ofrecidos por el presidente de PDVSA, Asdrúbal Chávez. Durante el confinamiento y la escasez solo estuvieron operativas 260 estaciones.
Las gasolineras tendrán a partir de ahora un sistema de cobro dual. Se dispensará gasolina subsidiada a 5.000 bolívares el litro (0,02 dólares) con un máximo de 120 litros por cada coche y 60 litros por cada moto; y por el otro, y por primera vez en la historia de Venezuela, se han habilitado 200 estaciones de servicio donde se dispensará gasolina “premium” sin límite de compra a un precio que se asemeja al internacional, en este caso a 0,5 dólares por litro. Estas gasolineras estarán controladas por empresarios privados que importarán su propio combustible. Quiénes son estos empresarios y cómo han conseguido la licitación se desconoce.
El primer día con este nuevo régimen ha transcurrido entre las largas colas que se formaron desde la madrugada en las diferentes gasolineras por usuarios impacientes por llenar su depósito, y la desinformación reinante sobre el modus operandi de la nueva rutina.
El vicepresidente económico, Tareck El Aissami, había anunciado que las estaciones de servicio estarán abiertas desde las 6 de la mañana hasta las 7 de la tarde y que la gasolina subsidiada se dispensará a los venezolanos a través del sistema “Pico y Placa”, como llaman en Venezuela al turno rotativo según el número en el que termina la matrícula de cada vehículo. Cada día de la semana le tocará a un número que variará cada semana.
El Aissami anunció que el control de cuántos litros lleva suministrados cada vehículo (una vez superado el límite de 120 litros por coche, el usuario deberá pagar al precio internacional) se hará a través del denominado Carnet de la Patria, un sistema de control del gobierno chavista a través del cual fiscaliza las necesidades de la población y hace reparto de beneficios y bonos económicos. La oposición al chavismo denuncia que es un sistema segregacionista y mafioso que además controla los votos en momentos de elecciones. De esta manera, el chavismo mantiene atada a una población vulnerable que necesita los subsidios.
Cualquier venezolano puede sacarse el Carnet de la Patria y el gobierno asegura que en estos momentos hay más de 19 millones de carnetizados.
Sin embargo, durante la primera jornada de apertura de las gasolineras donde la confusión fue la protagonista, nadie pidió el Carnet de la Patria a los usuarios que se acercaban para comprar gasolina a precio subsidiado. Solo hubo que presentar la cédula de identidad (el DNI venezolano) y realizar el pago mediante el método que aceptara cada estación de servicio: efectivo, tarjeta de débito o lo que en Venezuela llaman “biopago”; un sistema de digitalización de la huella dactilar del titular de una cuenta bancaria que han puesto a disposición de sus usuarios los bancos públicos del país.
Y ante la falta de uniformidad en la información, cada gasolinera trabajó como pudo y surtió gasolina cobrándola según el método disponible en ese momento o según las necesidades de cada usuario.
En la estación de servicio de Las Mercedes, una de las más importantes de Caracas y ubicada en la lista de las 200 autorizadas para vender en divisas, las colas eran muy largas, pero avanzaban con fluidez. Su encargado, Antonio Cortés, aseguró a NIUS que la jornada estaba transcurriendo con “normalidad pero que había problemas con los biopagos por la mala cobertura de la señal”. El ingeniero aseguró que tenían 13.000 litros para surtir en este primer día y que el resto de jornadas contarán con una cantidad similar.
13.000 litros de gasolina alcanzarían para unos 325 coches con un tanque pequeño. Como excepción, y según explicó Cortés, la gasolinera de Las Mercedes también estuvo surtiendo combustible a precio subsidiado durante la jornada del lunes, pero no será así en las próximas semanas. “Hoy lo hicimos porque la gente no tenía claro dónde tenía que acudir y nos lo pidieron, pero no lo haremos el resto de días”.
En las colas de las gasolineras se respiraba mucha resignación y alivio por parte de los usuarios. Los últimos meses han sido un infierno en el que la escasez severa hizo florecer un mercado negro criminal de venta de gasolina donde el litro se compraba por hasta 3 dólares, convirtiendo de repente a Venezuela en el país con la gasolina más cara del mundo, inaccesible para casi todos.
Comprar combustible en cuarentena a estos precios era un acto de coraje y frustración ante la práctica imposibilidad de conseguirla de otra manera, sucumbiendo una necesidad que en muchos casos se tornaba incuestionable por motivos laborales o de salud.
Sin embargo, este clima de hastío ha facilitado el terreno al gobierno de Maduro, que ha colocado el precio de la gasolina en Venezuela como el más alto de su historia, algo impensable para el imaginario de la mayoría hasta hace muy poco, y no ha habido un estallido social, como podría haber pasado en cualquier otro momento y de hecho pasó. Todos rememoran estos días el famoso Caracazo de 1989, y el levantamiento popular contra el gobierno del entonces presidente Carlos Andrés Pérez, cuando decretó un paquetazo económico que incluía subir el precio del combustible. El Caracazo supone uno de los episodios más negros de la historia reciente del país.
Entre los usuarios, opiniones de todos los tipos ante esta nueva medida que pretende conseguir la normalización en el suministro mientras reactiva las refinerías del país con los reactivos químicos traídos por los cinco buques iraníes que atracaron en las costas venezolanas la semana pasada (también trajeron un millón y medio de barriles de gasolina con los que se ha puesto en marcha la reapertura de las estaciones).
Edwin, que hace cola arrastrando a pulso su vehículo porque llegó a la gasolinera justo (y tanto) de combustible en su depósito, asegura que la medida le parece bien “si es que va a garantizarnos volver a la normalidad. Pero el problema es el de siempre, que los venezolanos no cobramos en dólares y hay que ver cuál es el poder adquisitivo de cada uno”. Edwin lleva dos meses sin echar combustible.
Mariola lleva un billete de diez dólares y varios de uno en la mano junto a su tarjeta de débito del Banco de Venezuela. Acaba de llenar su tanque (40 litros) pagando en moneda internacional, 20 dólares. No está contenta con la nueva medida. “Nosotros somos venezolanos y no tendríamos que estar pasando por esto. Somos un país petrolero”. El sueldo mínimo legal en Venezuela apenas llega a los 4 dólares mensuales.
Juan vino a las cuatro de la mañana para hacer cola y a las 10:30 ya había llenado su coche, en esta ocasión a precio subsidiado. “No puedo permitirme pagar en dólares, mi sueldo es en bolívares, aunque entiendo que esto no podía ser gratis para siempre”. Se muestra escéptico con la medida, aunque aliviado por haberse podido surtir. “Hasta que no se reactiven las refinerías no vamos a ver una mejora real en el servicio”.
El resto de la semana se plantea de nuevo con incertidumbre y habrá que ver cómo de eficiente resulta este nuevo método inédito para el país caribeño. Por ahora, más preguntas que respuestas.