Había cierta nueva expectativa entre los sectores opositores en Venezuela de cara a la nueva fecha clave: 10 de marzo. Juan Guaidó, casi con dos semanas de antelación, había promovido este día en la agenda de los venezolanos como una nueva jornada de protestas y movilización en todo el país. El objetivo: llegar hasta el Parlamento nacional.
La meta ya resultaba provocadora por varios motivos. El primero, porque hace semanas que Juan Guaidó y los diputados opositores a los que él representa no entran en la Asamblea Nacional. Desde las últimas intentonas por su parte, que dejaron enfrentamientos con los denominados colectivos chavistas y violencia callejera en las inmediaciones del edificio legislativo, no habían vuelto a acudir hasta este punto y ni siquiera a intentarlo; así que la convocatoria de hoy era bastante simbólica.
En segundo lugar, la marcha opositora se miraba con cautela porque según el recorrido previsto y anunciado por el propio Juan Guaidó, en un punto de la ruta su manifestación confluiría con la movilización chavista. Los partidarios de Nicolás Maduro también salieron a la calle para hacer la “contramarcha” rumbo hacia el mismo punto: el Parlamento.
Así que, con ambas movilizaciones en la calle siguiendo una misma hoja de ruta y un destino común, la preocupación sobre posibles enfrentamientos entre las partes o con la policía creció, especialmente entre los venezolanos que no participaron de ninguna de las protestas, que al fin y al cabo son la mayoría. Algunos de esos ciudadanos, según pudo constatar este diario, estaban más preocupados las horas previas a la jornada por resguardarse en casa, no llevar a sus hijos al colegio y solventar el día como se pudiera mientras la incertidumbre por el “qué pasará” reinaba a primera hora de la mañana de este martes 10 de marzo.
Caracas despertó con menos tráfico del habitual y con varios comercios cerrados que prefirieron esperar a ver el desarrollo de la jornada antes de lanzarse a una apertura inútil o infructuosa.
Los caraqueños tienen experiencia en días con largas horas de protestas en las calles donde la ciudad muere por necesidad. Desaparece el transporte público, la movilidad se reduce sustancialmente y el miedo a estar en el lugar equivocado en un mal momento paraliza su actividad diaria.
En la memoria de todos todavía están recientes los meses de protesta violenta en la calle y dura represión policial durante el año 2017; las denominadas “guarimbas”, que terminaron con más de 160 muertos, asesinados por el régimen y 6.700 heridos en todo el país según datos del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social.
El propósito por parte de la oposición de llegar hasta la Asamblea Nacional era aprobar el denominado “Pliego Nacional de Conflicto”, que es el nuevo documento guía de la oposición venezolana, el “punto de partida para la reactivación de la movilización interna, protestas y asambleas”.
El equipo de comunicación de Guaidó lo definió además como “un instrumento jurídico” que será aprobado en el Parlamento para generar leyes “para dar respuesta a las necesidades sociales del país”.
De esas necesidades hablaban hoy en la calle los venezolanos que decidieron salir a protestar. Como Leida Brito, una señora mayor que dice que es “la abuela del casco rojo”. Lleva un casco de guerra de color rojo adornado con una estampa de la Virgen de Coromoto y el número 1.057 pintado a fuego en letras negras. Dice que son los días que lleva luchando sin descanso, “para lograr la libertad del país y para que mis hijos, que tuvieron que irse, regresen a Venezuela”. Leida empezó a contar los días desde aquellas jornadas convulsas del año 2017, cuando decidió que definitivamente Nicolás Maduro tiene que irse.
“Prefiero morir en la calle que morir en mi casa muerta de hambre o por falta de medicinas”, dice.
Pero al final no pudo ser y el Pliego no llegó a la Asamblea Nacional. A pocos minutos de que comenzara la manifestación, con Juan Guaidó a la cabeza, un piquete de la Policía Nacional Bolivariana a la altura de la zona conocida como Chacaíto les cortó el paso.
En seguida comenzaron los enfrentamientos. La policía lanzó bombas lacrimógenas que dispersaron la manifestación y un grupo de encapuchados a los que Guaidó calificó como “infiltrados del régimen”, les lanzaron piedras a las fuerzas de seguridad lo que aumentó la tensión.
Se vivieron momentos complicados porque la mayoría de los manifestantes no estaba preparado para los gases y muchos de ellos eran personas mayores que se resguardaron como pudieron. Sin embargo, la confrontación apenas duró unos 20 minutos, y los manifestantes decidieron cambiar su rumbo y abandonar la meta de la Asamblea Nacional. Se dirigieron hacia la plaza Alfredo Sadel, ubicada en una zona eminentemente opositora denominada Las Mercedes, donde la oposición venezolana sí puede transitar sin problemas y realizar cualquier acto público.
Hasta allí llegó la marcha con Guaidó y sus diputados que decidieron celebrar en este punto una sesión extraordinaria de la Asamblea Nacional para aprobar allí mismo el Pliego Nacional de Conflicto.
“Somos una poderosa mayoría que puede cambiar este país”, señaló el presidente encargado de Venezuela y reconocido por más de cincuenta países en el mundo. “Lo que viene para Venezuela, con la fuerza de nuestra gente, es la libertad. No hay porqué tener miedo cuando estamos juntos, que se metan las tanquetas por donde quieran porque aquí hay guáramo (expresión venezolana para señalar aguerrismo) y valentía”, concluyó; y después hizo un llamado a una nueva movilización el próximo jueves 12 de enero.
Sin embargo, las caras de los asistentes al final de la jornada eran de cierto escepticismo porque el propósito de llegar a la Asamblea no se cumplió. Wilmar, un señor corpulento ataviado con la camiseta de la Vino Tinto, la selección de fútbol venezolana, y un pañuelo en el cuello para protegerse del sol caribe, se quejaba mientras caminaba de vuelta a casa con su mujer y su hermana. “Tengo 61 años… Nos piden que sigamos saliendo a la calle… Pero, ¿hasta cuándo?”.
Al preguntarle el porqué de su queja, responde, no sin antes escuchar el consejo de su mujer: “no te pongas pesimista”. Wilmar respira hondo y afirma sereno: “estoy un poco decepcionado porque solo escucho más de lo mismo”.
Su sentir no es una excepción tras unos meses aciagos en la calle donde el cansancio de la gente es lo normal ante la ausencia de cambio. El próximo jueves es una nueva fecha clave para la reactivación de la protesta y una vez más, el pulso entre chavismo y oposición se verá las caras sobre el asfalto ante la ausencia de, por el momento, una alternativa en las urnas.