La fuerza de lo políticamente correcto 'amenaza' con arrasarlo todo: de Colón a Tolkien
¿Esconderemos entonces el pasado de injusticia que define gran parte de la historia de la humanidad?
El debate de las estatuas de Colón llega a España
Acusan a Tolkien de machista y supremacista por su saga de El Señor de los Anillos
Conocimiento, espíritu crítico y responsabilidad son las claves para formar ciudadanos libres. Es la reflexión que hace el doctor en Filosofía, Teología y licenciado en Ciencias Químicas, Carlos Blanco, que analiza en Informativos Telecinco la actualidad del movimiento contra el racismo y la aparición de la ultraderecha, las estatuas envueltas en la polémica por las protestas tras los asesinatos de George Floyd, además de otras personalidades, a manos de la Policía, o la retirada de películas que ofenden a la comunidad negra en Netflix y HBO, entre otras plataformas.
'Lo que el viento se llevó'
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Durante las últimas semanas, el efecto de las protestas contra el racismo se ha visto reflejado en el listado de películas o series de las plataformas de pago más populares, además de salpicar a algunas figuras destacadas: acusan a Tolkien de machista y supremacista por su saga de El Señor de los Anillos; HBO retiró temporalmente de sus películas ‘Lo que el viento se llevó’ tras una carta abierta de John Ridley, guionista de ’12 años de esclavitud’, en la que acusaba al clásico producido de romantizar horrores de la esclavitud. También Netflix ha retirado ‘Little Britain’, comedia, o ‘Come Fly With Me’ por el uso de ‘blackface’ en algunos capítulos.
"Me parece un error. ¿Dónde ponemos el límite? Una obra artística que, por ejemplo, refleje la situación de los esclavos en la antigua Roma, o de los siervos de la gleba en la Europa medieval, ¿podría considerarse denigrante? ¿Esconderemos entonces el pasado de injusticia que define gran parte de la historia de la humanidad? ¿No es mejor mantener esas obras, precisamente como recordatorio de lo que hemos sido, y como invitación a reflexionar sobre lo que no queremos ser?", señala Carlos Blanco.
"Si sólo nos quedamos con aquellas obras que satisfacen nuestros criterios morales, nos vendaremos los ojos ante la historia, ante la injusticia del pasado, y correremos el riesgo de olvidar los males perpetrados. Honestamente, no veo sentido a esta cruzada moralista en el terreno del arte", añade.
"Por supuesto, necesitamos la crítica artística para ayudarnos a contextualizar películas que, como “Lo que el viento se llevó”, están ambientadas en una época tan oscura como la del esclavismo, que desencadenó una guerra civil en Estados Unidos. Pero no debemos prohibirla. No prohibamos el arte: analicémoslo críticamente. Dejemos a la conciencia individual, a la libertad, la capacidad de decidir qué ver o qué leer. Lo que debemos hacer es ayudar a la gente, mediante la educación, a que desarrolle su propio criterio para que pueda juzgar libre y críticamente las obras del pasado", destaca.
Las críticas a las películas o las protestas masivas podrían haberse producido cuando las comunidades afectadas ya denunciaban estos hechos. El asesinato de George Floyd y el movimiento Black Live Matter que surgió a raíz del trágico suceso, histórico en redes sociales, pueden haber influido en que se tenga más en cuenta el racismo. "Desde luego, estoy convencido de que el trágico y conmovedor suceso, que sólo puede calificarse de homicidio y que refleja la profunda injusticia racial y social que existe en EEUU, ha sido el detonante, pero creo que el debate viene de lejos. Basta con prestar atención al espantoso número de casos similares de los que tenemos noticia en las últimas décadas", comenta Blanco.
La polémica con las estatuas
Otra manifestación del efecto de las protestas son la retirada o los daños a las estatuas que homenajean figuras del colonialismo o la esclavitud; la estatua de Cristóbal Colón; en Bristol tiraron una estatua al río y en Bruselas pintaron la estatua de Leopoldo II, tuvo que ser retirada por los desperfectos, entre otras muchas de las estructuras damnificadas en el mundo.
"Hay estatuas que, ciertamente, no deberían existir. No entiendo qué sentido tiene erigir una estatua en honor de un genocida como Leopoldo II de Bélgica, o estatuas en honor de esclavistas. Las estatuas deberían reservarse para personalidades que actuaron en beneficio de la humanidad (científicos, artistas, estadistas…), que aportaron algo luminoso a la humanidad. El caso de Colón es más complejo; a mi juicio, no puede ponerse al mismo nivel que un Leopoldo II, aunque también tenga su lado oscuro", opina el experto.
El artista Bansky propone recuperar las estatuas, para los que quieren preservar la historia, pero añadir una soga al cuello de las mismas como símbolo de las protestas. "Para eso es mejor no mantenerlas, ¿no? De nuevo, una estatua existe para reflejar aquello que admiramos, que honramos, que consideramos digno de uno de los mayores reconocimientos públicos que pueden ofrecerse. Si algo o alguien nos disgusta profundamente, no tiene sentido rendirle tributo de ninguna forma. Además, no creo que hubiese espacio para erigir estatuas con sogas al cuello de los numerosos villanos que han existido en la historia", apunta sobre la propuesta del artista inglés.
"La opinión pública cada vez es más crítica con el pasado. El juicio será tanto o más severo en el futuro. Me parece inevitable. Surgirán nuevos villanos, e incluso personalidades hoy alabadas pasarán a pertenecer a esa categoría. La pregunta es: ¿qué dirán las generaciones futuras de lo que hoy tenemos por “normal”, por “aceptable”? Me parece extraordinario que la opinión pública sea cada vez más crítica, siempre y cuando no oculte o descontextualice injustamente el pasado; el pasado ha de servirnos como estímulo para construir un futuro mejor", explica Blanco.
¿Se producirá un cambio a partir de este movimiento contra el racismo? Algunos movimientos surgieron en Estados Unidos y finalmente no fueron fructuosos. "Espero que sí. La injusticia racial ha alcanzado niveles insoportables. Viví dos años en Estados Unidos y pude comprobar con mis propios ojos la situación de discriminación ‘de facto’ de los afroamericanos. Además, tengo la impresión de que la magnitud que ha alcanzado la protesta es muy superior a la de otras veces", asegura Blanco.
"Espero que estas protestas, desgraciadamente oscurecidas por algunos episodios de violencia condenables, logre sembrar la semilla de un país libre de racismo, de un país donde el principio de igualdad no sea una mera formalidad jurídica sino una realidad firmemente arraigada en las mentes y en las acciones de sus ciudadanos", apostilla el experto.
Arraigo del racismo en EEUU
"Ciertamente, el arraigo del racismo en Estados Unidos se debe a la existencia de la esclavitud durante más de dos siglos, que grabó una huella profunda, sobre todo en los Estados sureños, cuya economía dependía casi totalmente de la mano de obra esclava. Además, muchos estereotipos raciales persisten, y, tristemente, el miedo al diferente (por ejemplo, al que tiene un color de piel distinto) genera profundos recelos psicológicos, casi instintivos", comenta Blanco.
"Lo que nunca he entendido es cómo un país tan avanzado científica y económicamente como EEUU ha podido consentir que los afroamericanos, así como otras minorías, vivieran en una situación de marginalidad tan evidente", añade. "A la humillación causada por la esclavitud (que fue un secuestro masivo de africanos, e incluso un genocidio en las plantaciones de algodón, donde vivieron y trabajaron en condiciones infrahumanas) se le añadió la humillación de la segregación “legal”, e incluso después de las leyes de los derechos civiles, la humillación de la segregación “informal”. Mientras esto no cambie, mientras no haya verdadera justicia en EEUU, y en cualquier otro país que viva una situación similar, no podrá haber paz duradera, sólo transitoria", precisa.
"En España el problema es menor, entre otras razones porque la diversidad étnica es menor. Me alegro de que muchos se solidaricen con las protestas en EEUU y, ciertamente, habrá que estar vigilantes ante posibles episodios de racismo", sugiere.
Diferenciar el arte y la historia en su contexto y el mundo de hoy en el día a día
"La tentación de revisar el pasado con los ojos del presente es difícil de resistir. Por supuesto, tenemos que juzgar críticamente el pasado, porque el progreso consiste en la capacidad de emanciparse de las cadenas del pasado, hasta cortar con muchas de ellas. Tenemos que corregir las injusticias heredadas. Pero no podemos cambiar lo que fue: podemos analizarlo críticamente, pero no cambiarlo sin falsificarlo o al menos desnaturalizarlo. Una obra de arte o de pensamiento que refleje el espíritu de esa época ha de examinarse con rigor, pero no prohibirse", señala Blanco.
"Pongo otro ejemplo: el filósofo Aristóteles defendía la esclavitud como una institución basada en la naturaleza humana. Obviamente, esto es aberrante,; pero sería un error expurgar los pasajes proesclavistas del Estagirita, o prohibir leerlos. De nuevo, insisto en que lo que hay que hacer es enseñar a la gente a desarrollar su propio criterio a la hora de examinar el pasado", añade.
"No existe otra solución que aprender a desarrollar nuestro propio criterio, nuestra propia libertad y nuestra propia responsabilidad a la hora de contemplar y juzgar el arte. Ello exige educación, una educación que nos enseñe a evaluar críticamente lo que tenemos, a distinguir los diferentes contextos históricos y a contrastar las fuentes. No permitamos que otros se conviertan en jueces de lo que debemos ver o leer: formemos a nuestros ciudadanos de la mejor manera posible, para que sean ellos, pertrechados de espíritu crítico, quienes sepan hacerlo por su cuenta y sin miedo", concluye.