La prensa desplazada a la guerra también se está viendo atrapada en el fuego cruzado entre las tropas rusas y ucranianas. Es el caso del periodista argentino Joaquín Sánchez Mariño, que se ve sorprendido por los combates junto a una caravana de refugiados en una carretera. Desde que comenzó la invasión rusa, son varios ya los periodistas heridos.
Unos cuantos reporteros graban cómo es la huida de los civiles de la ratonera en la que se ha convertido la localidad de Irpín. Se trata de un pueblito de poco menos de 60.000 mil habitantes. O, mejor dicho, se trataba, puesto que hoy son muchos menos. Está pegado al barrio más periférico de Kiev por el noroeste, a menos de cinco kilómetros. Si entran por aquí, los rusos habrán llegado a la capital.
Militares ucranianos agilizan la evacuación y, una vez dentro del autobús, una mujer reza y otro señor intenta entablar conversación. En ese mismo instante, otro ataque ruso da un nuevo giro a sus vidas.
Los militares ucranianos se echan cuerpo a tierra, mientras una batería de proyectiles rusos cae sobre los civiles. Los periodistas que están montados en el autobús, entre ellos el chileno Jorge Said, con su cámara en mano, sale para documentar la matanza.
Sánchez Mariño intenta cerrar una crónica, pero se ve interrumpida otra vez por la guerra en estado puro. Finalmente, él y sus compañeros consiguen ponerse a salvo.
En los últimos días, otros reporteros como los de un equipo británico de Sky News han sobrevivido a una emboscada con hasta mil tiros gracias a sus chalecos antibalas.