En Irpin, una de las localidades más castigadas por la ofensiva rusa, muchos civiles aprovechan que los bombardeos han parado durante unas horas para huir a la cercana Kiev, donde se sienten más seguros. Vecinos entre los que hay heridos por los ataques, enfermos y gente muy mayor, que es atendida por la Cruz Roja. Igor aprovecha una furgoneta abandonada con las llaves dentro para trasladar personas desde el centro de una ciudad devastada.
Coches calcinados y acribillados. Sin importar si en ellos está escrito en el frontal el cartel niños evacuación. Poco importa en Irpin. Un lugar devastado, de huida, de relatos heróicos. De vehículos abandonados. En el destruido puente que une Kiev con la cercana Irpin hubo que abandonar los vehículos apresuradamente.
Su gasolina y estas llaves le sirven a Igor para rescatar gente en una ciudad devastada. Aquí están. Con una rudimentaria bandera blanca sube a todos los que puede. Hay ancianos, personas sin movilidad aupadas con mantas. Niños agarrados a un juguete. Dejan el horror por un futuro incierto, cruel para los más pequeños e incomprensible para los mayores aturdidos entre tanta sinrazón.