Continúan los bombardeos en Járkov, donde las estaciones de metro se han convertido en la imagen de la desesperación y la resistencia para los que no huyen de esa ciudad. Desde que comenzó la guerra, han servido de búnker para miles de refugiados que malviven bajo tierra desde entonces.
El norte de la ciudad continúa siendo atacado, y las personas que quedan siguen trasladándose bajo tierra, donde viven miles de civiles malviven y también militares. La situación es tan complicada que las ONG están evacuando a decenas de personas al día de la ciudad.
Muchas de las personas que están siendo rescatadas de las estaciones de tren no salían a la calle desde que comenzó la guerra.
Bajo tierra, familias y organizaciones trabajan para lograr una mínima normalidad, especialmente para los niños, con vistas a evitar o al menos contener el estrés mental que para ellos supone esta nueva realidad bajo las bombas.
Algunos niños no han salido al exterior desde que su familia se refugió en el metro y muchos temen lo que puede pasar si lo hace. "El principal problema es la reducción de contactos sociales y la falta de escolarización", señala Ladizhenska.
Yuliia Kruhla vendía flores antes de la ofensiva pero, una vez comenzados los bombardeos, volvió a la docencia que había ejercido durante diez años. Los niños, cuenta, "sufren insomnio, agresividad descontrolada e incluso problemas mentales".