España-Marruecos: el atasco continúa
Tres meses después de que el presidente del Gobierno de España Pedro Sánchez ofreciera a Rabat la cabeza de Arancha González Laya Marruecos sigue postergando un encuentro al máximo nivel entre representantes de los dos ejecutivos
La reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que anula los acuerdos comerciales entre Bruselas y Marruecos, no gustó nada en Rabat y se interpone en el camino de la “nueva etapa” que los dos países confían en abrir en los próximos meses
A nadie se le escapa que no hay acción diplomática que dé frutos sin mucha discreción y con el optimista lenguaje propio de la cosa en la expresión pública. No podrá venir la solución al impasse en que se hallan las relaciones entre Marruecos y España desde hace ya mucho tiempo –desde Madrid se sitúa el inicio de la crisis en el episodio de Ceuta el pasado mes de mayo; desde Rabat, a finales de 2020, desde que Trump reconociera la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental— sino como resultado de muchas negociaciones, llamadas telefónicas y reuniones, de avances y retrocesos. De la mayoría de estos movimientos la opinión pública no tendrá, probablemente, noticias nunca.
Si el tono en que se expresan los representantes de los dos países comenzó a cambiar a finales del mes de agosto, al cabo de los tres meses desde la crisis en El Tarajal –más de 10.000 personas entraron desde Marruecos en Ceuta gracias a la pasividad de las fuerzas de seguridad del país vecino- los hechos demuestran que las cosas siguen tan empantanadas como en primavera. No fue sino el rey de Marruecos, Mohamed VI –nadie sino él con la autoridad para comenzar a desatacar la situación-, quien el pasado 20 de agosto expresó su voluntad de “inaugurar una nueva etapa inédita” en las relaciones entre Marruecos y España en un discurso pronunciado con motivo del 68.º aniversario de la Revolución del Rey y del Pueblo.
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Buenas palabras, cero hechos
Este martes 12 de octubre, con motivo de la Fiesta Nacional, el soberano alauita volvió a enviar un mensaje entre líneas a las autoridades españolas. En una carta remitida a los reyes, la primera que el monarca marroquí les traslada desde la crisis abierta con la hospitalización en Logroño del líder del Polisario, Mohamed VI manifestaba “su gran satisfacción” por las “excelentes relaciones” que mantienen Rabat y Madrid. Pero ¿hay voluntad real en las voluntariosas alocuciones reales?
Si en agosto el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, daba las gracias –“somos aliados, vecinos y hermanos, y, por tanto, damos la bienvenida a esas palabras porque sobre la confianza, el respeto y la colaboración presente y futura podemos construir una relación sobre bases mucho más sólidas”- al soberano alauita, este Día de la Hispanidad ha sido el ministro de Exteriores José Manuel Albares no ocultaba su deseo de “forjar relaciones más intensas” con el vecino del sur.
Lo cierto es que más de tres meses hace ya que el titular de la diplomacia española aguarda un primer encuentro público con su homólogo marroquí Nasser Bourita. Tres meses, por tanto, desde que Pedro Sánchez entregara a Rabat la cabeza de la anterior ministra de Exteriores, Arancha González-Laya, bestia negra para Rabat del ‘caso Ghali’ y hoy investigada por la justicia en relación a las circunstancias de la entrada del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, en España.
En su primera alocución pública Albares dejó claro que su prioridad era “reforzar las relaciones con Marruecos, gran amigo y vecino del sur”. Marruecos fue el único país que el jefe de la diplomacia española citó en su discurso de toma de posesión en el Palacio de Santa Cruz el pasado 12 de julio. El pasado 6 de octubre, Albares aseguraba que “todas las señales” que estaban llegando de Marruecos son “buenas”, aunque evitó poner fecha a la normalización de relaciones. Pero de las palabras de Albares en la entrevista de este martes en El Periódico de España se deduce que, o bien las negociaciones entre Rabat y Madrid exigen tener a la opinión pública absolutamente en la inopia o Marruecos sigue dando largas a la diplomacia española.
Asegura el ministro español, que coincidió casi dos meses con el anterior ejecutivo presidido por el islamista Saadeddine El Othmani, que “está todavía muy incipiente la llegada de nuevos ministros”. No parece un argumento muy convincente habida cuenta de que el titular de la diplomacia marroquí, Nasser Bourita, repite en el cargo –que desempeña desde abril de 2017- en el nuevo gabinete presidido por el liberal Aziz Akhannouch. No tiene, por tanto, el ex embajador español en Francia que cambiar de interlocutor en Marruecos. Además, al titular de Exteriores español no se le escapará que la diplomacia en Marruecos es prerrogativa de la Corona y, por tanto, no depende de la composición del gabinete de ministros.
No en vano, Bourita se ha reunido en las últimas semanas en Rabat con varios homólogos, incluidos vecinos de la región saheliana: el pasado 28 de septiembre a su homólogo mauritano, Ismail Ould Cheikh Ahmed, y el 11 de octubre con el de Mali, Abdoulaye Diop. Además, recibió en la capital marroquí al representante especial del secretario general de Naciones Unidas para el Sáhara y jefe de la Minurso Alexander Ivanko.
El caso Gali sobrevuela las relaciones
Durante la larga espera de Albares se han producido varios hechos de calado que no contribuyen a mejorar la situación. El caso Gali se encuentra de plena actualidad, con la declaración de González Laya ante el juez aún fresca en la memoria. La ex ministra de Exteriores evitó el pasado 4 de octubre responder a las preguntas del magistrado del Juzgado de Instrucción Número 7 de Zaragoza Rafael Lasala esgrimiendo el deber de secreto gubernamental. “Lamento reiterar la necesidad de guardar la reserva y no exponer cómo España toma sus decisiones políticas en el ejercicio de su soberanía. Sería desnudar una parte muy seria de nuestra política”, afirmó González Laya en una declaración cargada de tensión.
Este lunes trascendía que Lasala rechaza por el momento cerrar el caso, como le solicitaba la Abogacía del Estado. En un auto con fecha del 8 de octubre pasado, el magistrado afirmaba que “la omisión del control de pasaportes” puede “dejar abierta la puerta a la hipótesis de que [Gali] pudiera entrar con una documentación falsa o que pudiera causar problemas”.
Por otra parte, el pasado 29 de septiembre el Tribunal General de la Unión Europea anuló los acuerdos comerciales –uno agrícola y otro pesquero- entre la UE y Marruecos al considerar que el pueblo saharaui no fue consultado y que los convenios explotan sus recursos naturales. Un dictamen que daba la razón al Frente Polisario y que España ha recurrido en un claro gesto hacia Marruecos. Entretanto, el líder del Polisario Brahim Ghali reaparecía este 12 de octubre en los campamentos de Tinduf, en Argelia, para instar a España a “responsabilizarse por la gestión marroquí del Sáhara”.
Recordemos que antes de la llegada a España de Gali y la crisis migratoria en Ceuta, las relaciones bilaterales ya atravesaban un momento difícil. El 10 de diciembre, el mismo día en que Trump anunciaba el reconocimiento de su Administración de la soberanía marroquí sobre la antigua colonia española –decisión no revocada por la actual de Joe Biden-, Marruecos decidía suspender la Reunión de Alto Nivel España-Marruecos a solo siete días de su celebración alegando razones sanitarias. Unas razones sanitarias que no impidieron, sin embargo, que días después los representantes de Rabat, Washington y Tel Aviv firmaran en una ceremonia en la capital marroquí presidida por Mohamed VI una declaración tripartita con la que el país magrebí sellaba el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Israel. En un principio la cita se aplazaba hasta febrero, pero diez meses después sigue suspendida sine die.
“Marruecos dio muestras de querer pasar página, pero ha habido varios pasos en falso del Gobierno español que no han sentado nada bien en Rabat”, afirma a NIUS el consejero diplomático y especialista en relaciones hispano-marroquíes Samir Bennis. “En primer lugar, Pedro Sánchez se refirió al caso Ghali, asegurando que el Gobierno de España hizo lo que debía y cuando debía en el marco de la Asamblea de Naciones Unidas y, en segundo lugar, la visita del ministro de Exteriores José Manuel Albares a Argel el día después de que la justicia europea anulara los acuerdos de pesca y de liberalización del comercio de productos agrícolas entre la UE y Marruecos”, explica el investigador marroquí.
Por ello, a juicio de Bennis, “no habrá encuentro entre los ministros de los dos países hasta dentro de dos o tres meses”. “Marruecos está dando largas al asunto. Cuando Rabat está enfadado, simplemente no habla”, asegura el especialista marroquí a NIUS. “Mientras Sánchez siga al frente del Gobierno, aunque se acabe produciendo un encuentro ministerial, las relaciones no volverán al nivel anterior a la crisis”, zanja el consejero diplomático instalado en Washington, autor del recientemente publicado ‘El gran malentendido. Historia de la relación tumultuosa entre España y Marruecos’.
Fronteras cerradas
Y, entretanto, las fronteras terrestres entre los países siguen –lo están desde marzo de 2020- cerradas. En el caso del Estrecho no pueden cruzar de una orilla a otra los ciudadanos, aunque sí las mercancías. Infranqueables, en cambio, son hoy por hoy los pasos entre Ceuta y Melilla y Marruecos, para desazón de los ciudadanos y empresarios de las ciudades autónomas y para los ciudadanos marroquíes de las provincias limítrofes, cuyas economías llevan viéndose perjudicadas muchos meses (recordemos que Marruecos cerró unilateralmente la aduana comercial de Melilla en julio de 2018 y la de Ceuta en octubre de 2019. Todo indica que nada volverá a ser igual). Ya hace tiempo que las razones políticas se impusieron sobre las sanitarias, teniendo en cuenta la mejoría experimentada por la pandemia a ambos lados de las divisorias.
Algo similar ocurre con las conexiones aéreas. Marruecos sigue considerando a España –también a Francia- como país de “riesgo elevado” por la prevalencia de la covid-19. Ello implica que cualquier ciudadano que desee acceder a suelo marroquí desde España tendrá que someterse a restricciones especiales, entre ellas un test PCR (y someterse a una cuarentena en caso de no estar vacunado). Parece claro que, a tenor de la mejoría sanitaria experimentada desde el verano por ambos países europeos, la permanencia entre los países de riesgo –la lista no se actualiza desde el 14 de julio- es más política que otra cosa. España y Francia son los principales mercados emisores de turistas a Marruecos y los principales socios comerciales del Estado magrebí. No hace falta, por tanto, ser demasiado avispado para colegir que los intereses marroquíes se están viendo afectados por el mantenimiento de la medida, que, con todo, sigue sin revisarse.
Más allá del desencuentro actual, que acabará superándose en los próximos meses de alguna u otra forma –no queda otra-, lo que está claro es que los dos vecinos están condenados a seguir sin entenderse. Marruecos está enfadado y las autoridades españolas son incapaces de dar con la tecla para superar la desconfianza, que es mutua. Los dos países tienen razones para no fiarse el uno del otro dentro de sus visiones del mundo e intereses propios. La crisis abierta este año demuestra que la teoría del colchón de intereses –defiende que a medida que se extienda la red de lazos económicos se amortiguarán las tensiones entre los dos países- no acaba de triunfar del todo.
En fin, la recomendación del antiguo embajador español en Rabat Alfonso de la Serna en su ensayo Al sur de Tarifa sigue siendo hoy, a tenor de lo visto, una buena divisa. “Si hiciéramos el esfuerzo de reconocer, tal como son, las diferencias que nos separan, de revisar la historia de lo sucedido, y de ponernos en el lugar del ‘otro’, quizás ese pozo de incomprensión pudiera ser salvado (Ni que decir tiene que también nuestros vecinos necesitan hacer un esfuerzo similar. Toda incomprensión humana reparte su culpa entre los dos lados del encuentro, o del desencuentro)”. Paciencia.