Estados Unidos afronta este 3 de noviembre unas elecciones presidenciales completamente atípicas y sin precedentes. En plena pandemia de coronavirus, ante un escenario sumamente polarizado, y con una grandísima tensión en las calles derivada de la propia emergencia sanitaria y sus restricciones, así como por las sucesivas protestas raciales que se han propagado por el país, los ciudadanos deciden con sus votos el futuro de la Casa Blanca.
Al frente, los ciudadanos tienen dos candidatos al Despacho Oval: el actual presidente, Donald Trump, o el moderado demócrata Joe Biden. Ambos son los candidatos más mayores que se han enfrentado en la lucha por la presidencia de Estados Unidos.
Concretamente, en las filas del Partido Republicano, Trump se postula para la reelección a sus 74 años y tras haber superado recientemente al coronavirus. Según sus propias palabras, se siente más joven que nunca y se considera “el mejor presidente de la historia de Estados Unidos”. Su deseo: “volver al trabajo inmediatamente”, confiado, al menos de cara al público, de que logrará alzarse con la victoria. “Seré presidente de nuevo”, ha dicho, advirtiendo que no acepta bien las derrotas. ‘Ganar es fácil, pero perder no lo es tanto’, asegura el magnate republicano, reconocido durante estos últimos cuatro años como una de las figuras más controvertidas que han pasado por la Casa Blanca. Con su lema ‘America First’ (América lo primero), el 45 presidente de EEUU, eterno negacionista del cambio climático, como también desde el principio del coronavirus, –antes de sufrirlo en primera persona–, 'pelea' por no convertirse en el primer presidente en ejercicio que cae derrotado en una lucha por la reelección desde George HW Busch en 1992.
Para intentar que así lo sea está Joe Biden, moderado demócrata, de perfil centrista, deseoso de echar a Donald Trump del poder. A sus 77 años, quien ejerciese como el 47 vicepresidente de EEUU de 2009 a 2017, oriundo de Scranton, en el importante estado de Pensilvania, recalca que quiere “restaurar la decencia en la Casa Blanca”, asegurando que Trump es lo peor que le ha podido pasar a la Presidencia de su país. Desde el Partido Demócrata están convencidos de que es el candidato perfecto para aglutinar y rescatar a todos aquellos que con anterioridad se vieron perdidos y dieron un voto dubitativo a Trump que ahora ha tornado en arrepentimiento. Biden confía en ganarse el respaldo de estos y el de todos aquellos que han despertado fobias contra el magnate republicano, y por eso confía en que la participación sea su mayor aliado en unos tiempos especialmente aciagos debido al coronavirus. El de Scranton, precisamente, se presenta como “el único capaz de luchar contra la pandemia y volver a unir a Estados Unidos”.
Si algo probaron las elecciones estadounidenses pasadas, donde se disputaron la presidencia Donald Trump y Hillary Clinton, es que en ocasiones intentar predecir el resultado de unas elecciones estadounidenses puede ser osado. En aquella ocasión todos los pronósticos estaban contra el republicano, que sin embargo dio la vuelta a todas las predicciones y, gracias a la conquista de los estados clave, se hizo con su sitio en la Casa Blanca.
No obstante, lo que dicen los sondeos es que, a priori, Biden tendría una cierta ventaja sobre Trump.
El portal especializado en elecciones FiveThirtyEight da como ganador a Biden en 89 de las 100 simulaciones distintas de resultados, frente a 10 para Trump, mientras que el pronóstico de Real Clear Politics concede a Biden un 50,7% de intención de voto y un 44% a Trump. Lo mismo sucede con Cook Political Report, que concede la victoria al demócrata.
Estados Unidos tiene 50 estados, pero no todos tienen el mismo peso en el resultado. En el sistema electoral estadounidense no se elige directamente al candidato a presidente, sino que es un sistema indirecto. El ciudadano emite su voto en favor de un candidato, pero con él eligen a los integrantes del Colegio Electoral de cada estado, que serán los encargados de votar por el inquilino de la Casa Blanca. Según cada estado hay más o menos integrantes de ese Colegio Electoral (compromisariros), y por eso los que más tienen adquieren mayor relevancia al poder sumar más votos por un candidato.
En total, votan 538 compromisarios y son 270 los votos necesarios para alzarse con la presidencia, es decir, la mitad más uno. En la mayoría de los estados se aplica el ‘winner takes all’ (excepto Nebraska y Maine), que básicamente quiere decir que cuando una mayoría vota por un partido, todos los votos electorales van hacia el candidato más votado. Es decir, si en un estado de 38 compromisarios el 52% de los votos son de Trump, los 38 compromisarios republicanos han de votar a Trump y Biden no suma ninguno en ese estado concreto.
A los estados clave o veleta les llaman ‘Swing States’, y son aquellos en los que el resultado se estima determinante. En esta ocasión se contemplan como tales: Texas, Wisconsin, Arizona, Carolina del Norte, Florida, Georgia, Iowa, Michigan, Minesota, Nevada, New Hampshire, Ohio y Pensilvania.
En este caso, California y Texas son los que más votos electorales tienen, con 55 y 38 respectivamente, sin embargo hay otros estados, a los que denominan ‘estados bisagra’, que son de suma trascendencia, porque en ellos la balanza pende de un hilo y es aquí donde se dirime el voto entre un lado u otro. Por eso es ahí donde más recursos destinan en sus campañas, y por eso son los que se consideran decisivos.
De todos los estados veleta, concretamente se estima que podrían decidir las elecciones. Florida (29), Pensilvania (20), Michigan (16), Georgia (16), Carolina del Norte (15) y Wisconsin (10). Son estos seis los que centran la mayor atención en esta jornada electoral.
En uno de los comicios más polarizados de la historia de EEUU, la participación está rebasando todas las marcas. Más de 100 millones de estadounidenses han votado por adelantado, lo que supone una cifra récord.
Especialmente con motivo de la pandemia, los ciudadanos se han dividido entre el voto presencial y el voto por correo, denostado por un Donald Trump que desde el primer momento ha alertado del riesgo de fraude. El actual presidente, de hecho, amenaza con no reconocer los votos que se cuenten más allá de esta noche electoral, y lo cierto es que el recuento será todo un desafío.
En estados decisivos como Pensilvania el retraso está cantado. Tienen hasta tres días para contabilizar los votos por correo. Así que esta noche, si no hay un claro ganador, puede ser el inicio de infinidad de batallas legales y de disturbios. La Casa Blanca se blinda y cientos de negocios también, temerosos de lo que pueda pasar. El voto adelantado y por correo altera las previsiones, porque en algunos estados incluso se admite el voto por correo después del 3 de noviembre. Si ninguno de ellos consigue la mayoría necesaria en el Colegio Electoral, o no resulta vencedor claro, las cosas podrían alargarse, en contra de lo que desea Trump, que insiste en que los resultados se han de conocer la misma noche.
No será, en cualquier caso, antes de las 2 de la madrugada (hora española) cuando conozcamos los primeros resultados.
Como sucediese en las elecciones anteriores, en esta ocasión el voto latino también es un gran anhelo y es visto con suma importancia por los dos candidatos. Joe Biden no entonó el famoso ‘Despacito’ de Luis Fonsi en plena campaña. Sabe, de hecho, que son aproximadamente 32 millones los hispanos en EEUU, y ello representa más de un 13% del electorado. Son la minoría mayoritaria, superando a los afroamericanos, que también será de gran importancia.
Buena parte de ellos se congregan en Texas y Florida, que suman 38 y 29 puntos al voto. Nada más y nada menos que 67 en total.
Junto a los afroamericanos, en total suman cerca del 25% de todos los electores, de ahí que puedan ser clave a la hora de decantar la balanza.
A la espera de una noche donde la mayor de las certezas es que requerirá mucha paciencia… Donald Trump esperará en la Casa Blanca en un evento con cerca de 200 personas. Insiste el mandatario en que lo único aceptable es conocer los resultados esta misma jornada, pero todo indica que eso es sencillamente una quimera.
Entre tanto, Joe Biden aguardará en Wilmington, en el estado de Delaware. El candidato a destronar a Trump no se ha relajado y no ha parado de hacer campaña ni siquiera en la jornada electoral. Por la mañana estuvo en su ciudad natal, Scranton, confiado en que su estado, Pensilvania, puede ser la llave para la Casa Blanca. Seguro de sus posibilidades, cree en una victoria difícil de desafiar en los tribunales si Trump, como amenaza, decide entrar en litigios.