Trump en problemas tras los primeros testimonios sobre el #UcraniaGate

  • Enfrentamientos, acusaciones, división y espectáculo televisivo

El proceso de destitución contra el presidente de Estados Unidos ha entrado en su fase pública con un testimonio problemático contra Donald Trump. Muy problemático.

Por primera vez ante las cámaras de televisión de todo el país y en medio de gran expectación, dos altos cargos diplomáticos comparecieron ante el comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, William Taylor y George Kent. Entre los dos suman 70 años de experiencia en cargos públicos en administraciones de presidentes republicanos y demócratas. Fue la primera audiencia pública de un “impeachment“ en más de dos décadas. Y duró más de seis horas. Si no pudieron verla entera, cosa que podemos entender, aquí se la resumimos.

Seis horas de testimonio televisado

Durante seis horas, retransmitidas en directo por todos los grandes medios, ambos dieron infinitos detalles sobre los puntos centrales de la investigación de los demócratas: describieron un canal diplomático en la sombra entre la administración Trump y Ucrania, que generó gran malestar en el departamento de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional, y relataron la alarma que sintieron al enterarse de que la ayuda militar a Kiev fue retenida por orden de Trump a cambio de una investigación de Ucrania a los Biden y las elecciones de 2016.

Por primera vez en más de dos décadas, los estadounidenses pudieron seguir las audiencias de una investigación del impeachment. Vieron a Taylor, diplomático de más alto nivel en Ucrania, y a todos los efectos embajador interino, resumir con aplomo sus cinco décadas de carrera en el servicio público y como héroe de la guerra de Vietnam. Bajo juramento, Taylor aseguró que el embajador estadounidense ante la UE y persona de confianza de Trump, Gordon Sondland, le dijo que la ayuda militar dependía de que Kiev anunciara una investigación. Habló de presiones directas de Washington a Ucrania. Y relató que Sondland le dijo a su equipo diplomático en un restaurante que “a Trump le importaban más los Biden que Ucrania“. Taylor insistió en que, en sus cinco décadas de experiencia, nunca ha visto que la ayuda exterior se condicione a “intereses personales o políticos“, y aseguró que ahí es donde radica la gravedad de esta situación. Porque una cosa es usar una reunión con el presidente de Estados Unidos para pedir algo a cambio. Y otra retener ayuda militar a un país en guerra a cambio de un favor electoral.

Alarma en la inteligencia estadounidense

Y por primera vez, los estadounidenses vieron también cómo George Kent, el subsecretario adjunto del departamento de Estado para Asuntos Europeos y Euroasiáticos y al mando de la relación con Ucrania, relataba la alarma en el entorno diplomático por el papel del abogado personal del presidente, Rudy Giuliani, para presionar a Kiev a que investigara a la familia Biden. Kent además reveló que en su día alertó de que el nombramiento del hijo del vicepresidente Joe Biden en el consejo directivo de la empresa de gas ucraniana Burisma podría ser percibido como un conflicto de intereses, pero que nunca vio nada incorrecto o ilegal desde la administración Obama en ese sentido.

Ambos usaron reiteradamente palabras como “alarma“, “asombro“ y “preocupación“ en sus respuestas preguntas bipartidistas, entre algún respiro de asombro del público asistente, que había hecho fila desde la madrugada para asistir a la sesión. Una de esas cosas que solo pasan en Washington.

Con esta primera comparecencia pública, los demócratas esperaban poner voz a sus acusaciones a Trump de abusar de su cargo presidencial para obtener favores políticos y personales y pedir a un gobierno extranjero que interfiera en las elecciones estadounidenses. Porque estas audiencias tienen mucho de espectáculo visual, y son un factor a la hora de decantar la opinión pública. Era su oportunidad de presentar el caso contra el presidente ante los estadounidenses y convertir un debate complejo y difuso sobre política exterior en una acusación sólida. Ellos creen que lo consiguieron. El testimonio de Taylor fue contundente y generó infinitos titulares en los medios y olas de tendencias en las redes sociales. Además de acusaciones de extorsión y chantaje de Trump a Ucrania por parte cada vez más voces en Washington.

Los republicanos contraatacan

Pero los republicanos también tuvieron su protagonismo. Y argumentan que aquí no hay caso. Implacables en su oposición desde los primeros minutos de la audiencia, con interrupciones constantes, los líderes republicanos en el comité de Inteligencia, exigieron contar con sus propios testigos y cargaron contra la credibilidad de Taylor y Kent. Insistieron en que no tuvieron acceso directo a la información que relatan, que Ucrania siempre ha negado las acusaciones y que es difícil que haya un chantaje si Kiev nunca supo que la ayuda estaba retenida. Además aseguran que un presidente tiene derecho a definir cómo y cuándo se despliega su política exterior o personal diplomático. Y que un desacuerdo no justifica una destitución.

La Casa Blanca reitera a golpe de tuit que los demócratas están en plena farsa teatral y han emprendido una persecución contra el presidente, que insiste en que todo esto es una caza de brujas por parte de quienes nunca superaron su victoria. Y acusa a los testigos de ser Never Trumpers y “burócratas de carrera que creen saber más que el presidente“.

Taylor y Kent defendieron su credibilidad a capa y espada. Recordaron que sus cargos no son partidistas, y que es su obligación patriótica alertar sobre hechos preocupantes para la seguridad nacional del país. “Si no denunciamos esas violaciones, entonces continuarán. Eso nos afecta, afecta al mundo en el que vivimos, en el que crecerán nuestros hijos y nuestros niegos. Esto afecta al tipo de mundo que queremos ver… Y Ucrania está en primera línea de este conflicto“, aseguró Taylor con una voz grave y pausada, similar a la del histórico periodista Walter Conkite, que captó la atención de la audiencia y las redes sociales.

Pero la cuestión aquí es si cambió las cosas con su testimonio. Contundente, sí. Pero no demoledor. No convenció a todos. El proceso sigue sin contar con un mínimo apoyo bipartidista. La decisión queda ahora en manos de la opinión pública. Y la misma pregunta sigue sobrevolando la capital estadounidense: ¿Es todo esto motivo suficiente para destituir al presidente de Estados Unidos?