Como canciller de Alemania, Angela Merkel habrá ocupado la más alta función política de su país durante nada menos que 16 años. Ha dominado tanto la escena política de su país que llegó a trascender con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Algunos vieron entonces en ella a la “lideresa del mundo libre”.
Pero si a nivel internacional no pudo o no supo cumplir con esa expectativa que tenían algunos, Merkel tampoco ha sido capaz de liderar hasta el final a la familia conservadora germana, la de su Unión Demócrata Cristiana (CDU). No se puede decir que haya llevado a su CDU a una fructífera transición con la que despedirse y dejar tranquilamente a los suyos en el poder.
Alemania celebra elecciones generales el próximo 26 de septiembre y, según las encuestas, la CDU seguramente gane esa cita con las urnas. Pero si lo hace, ese triunfo tendrá mucho de victoria pírrica.
Esto es lo que da a entender Robin Alexander. Este adjunto en la jefatura de redacción del diario conservador Die Welt pasa por ser uno de los observadores “con fama por ser de los más astutos y mejor informados” en Alemania, según lo ha descrito el periódico británico Financial Times.
Alexander es autor de varios libros políticos de éxito. El último se titula Machtverfall. Merkels Ende und das Drama der deutschen Politik: Ein Report (Ed. Siedler, 2021) o “Declive del poder. El final de Merkel y el drama de la política alemana: un informe”. El volumen tiene su interés entre otras cosas porque desmonta muchos de los prejuicios que se pueden tener de la Alemania 'merkeliana'.
Por supuesto, Alexander desmonta el mito creado sobre la figura internacional de Merkel. “La idea de Merkel como líder del mundo libre es absurda. Porque una canciller alemana nunca será capaz de sustituir al presidente de Estados Unidos. Alemania es demasiado pequeña para algo así. Alemania tampoco tiene la mentalidad para asumir algo así. Alemania no puede ni quiere liderar a otros países”, dice Alexander a NIUS.
Otras cosa es que Merkel cayera en esa posición internacional tras la llegada de Donald Trump en la Casa Blanca. “Sólo durante un tiempo jugó ese papel”, señala Alexander, aludiendo al discurso que acabaría dando en 2019 en la prestigiosa Universidad de Harvard, en Boston (Estados Unidos). En esa intervención invitó a los estudiantes que celebraban su graduación allí ese año a “tumbar los muros de la ignorancia y la estrechez de miras” y a “actuar en los intereses de un mundo multilateral”.
Aquel discurso fue un discurso “atípico” de la canciller, según dictaminaron en la crónica política germana. Entre otras cosas, porque aquel discurso reivindicaba grandes ideas y valores cuando a la canciller se la recordará por no haber parado de lidiar con crisis globales desde los mandos de la Cancillería Federal. Las grandes ideas nunca fueron el punto fuerte de Merkel.
Eso sí, “entre sus principios políticos figura el que los problemas se resuelven mejor a través de la cooperación internacional”, concede Alexander. “Por ejemplo: la compra de vacunas para la pandemia. Esto no lo hizo Alemania sola. Pese a que la vacuna de BioNTech fue inventada en Alemania, Alemania realizó las compras en la Unión Europea, es decir, una organización internacional”, añade el periodista de Die Welt.
Otra idea sobre la Alemania de Merkel que no aguanta la lectura del libro de Alexander es esa según la cual el sistema político alemán disfruta de una envidiable solidez. Que Merkel haya ocupado la Cancillería Federal durante algo más de tres lustros y que ahora un Gobierno de 'gran coalición' domine 399 de 709 escaños en el Bundestag da poco cuenta de esto.
En realidad, desde las elecciones de 2017, el sistema político está alterado por la entrada de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) en la Cámara Baja.
De esa notable entrada – en esta legislatura AfD ha sido el principal partido de la oposición – es muy responsable Angela Merkel, según Alexander. “El auge de los populistas de ultraderecha, algo que no se conocía en la actual República Federal de Alemania, es algo que sí tiene que ver con Merkel y su política de refugiados”, plantea este periodista.
Alude Alexander a las decisiones en materia migratoria que Merkel tomó en 2015 y que se percibieron en su día como la apertura de fronteras a hasta 1,5 millones de demandantes de asilo que llegaron entre ese año y 2016 a suelo germano. A aquellas decisiones Alexander dedicó su anterior libro, un gran éxito editorial titulado Die Getriebenen (Ed. Siedler, 2017), algo así como “Los engranajes”, dedicado a los mecanismos del poder que hicieron posible la llegada a Alemania de ese millón y medio de refugiados.
Por otro lado, su último libro está dedicado a lo que ha pasado con los conservadores alemanes tras las elecciones de 2017, en las que se impuso la CDU de Merkel con un 32,9% de los votos. Y lo cierto es que no ha habido buenas noticias para la familia política de la canciller en los últimos años. De hecho, la CDU no ha parado de debilitarse.
Ahora los sondeos le atribuyen hasta un 30% de la intención de voto de cara a las elecciones generales del 26 septiembre. Según esas cuentas, la CDU sería el partido más votado. Pero una eventual victoria en septiembre sería más bien una paradoja. “La de la CDU es una situación particular que se explica porque, en la izquierda, los socialdemócratas y Los Verdes está aún más débiles”, según Alexander.
La CDU, de hecho, ha visto recientemente cómo fracasaba la elegida para ser la sucesora de Merkel, la ministra de Defensa Annegret Kramp-Karrenbauer. Ésta no duró ni un año y medio después de que subiera de la mano de la canciller a la presidencia del partido conservador. Tras acceder a ese puesto, Kramp-Karrenbauer no estuvo a la altura, al menos según los estándares de la canciller.
“Merkel concibe la política de una forma muy fría. Ella entiende que quien quiera llegar a lo más alto en política, debe luchar por ello. Y eso es lo que no logró Kramp-Karrenbauer, aunque Merkel no la ayudó”, señala Alexander.
“La CDU tiene en su programa que hay que aumentar el gasto militar. Porque Alemania ha prometido dedicar el 2% de su PIB para la defensa, una promesa que se ha hecho ante la OTAN. Pero ese objetivo Alemania no lo ha alcanzado. Kramp-Karrenbauer peleó por alcanzar ese objetivo pese a que era muy impopular. Y Merkel no lo hizo, porque ella no gestiona políticamente en contra del Zeitgeist”, abunda Alexander, aludiendo al hábito de la todavía canciller de no tomar medidas impopulares.
El fracaso de la apodada aquí “AKK” estuvo seguido, primero, del duelo entre Armin Laschet con Friedrich Merz por la presidencia de la CDU y, después, por la lucha entre el propio Laschet y Markus Söder por la candidatura a canciller de “la Unión”. Con ese nombre se alude en Alemania a la dupla de partidos conservadores germanos que forman la CDU y la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU). Todos esos enfrentamiento ocurrieron con una mortal pandemia de por medio.
Pero lo peor de todo parece ser que último enfrentamiento entre conservadores, a la vista está estos días, aún no ha terminado. Igual da que Laschet ya sea oficialmente el candidato a canciller de la CDU. “Söder y Laschet se siguen peleando, ya sea como hacen ahora sobre cómo de duras han de ser las medidas anti-coroanvirus, o sobre si hay que abandonar antes o después el uso del carbón o sobre las bajadas de impuestos”, dice Alexander.
En este contexto, Laschet protagoniza estos días una campaña tan poco convincente, según Alexander, como la de su principal rival, la ecologista Annalena Baerbock. Y al rescate de Laschet no va a salir Merkel. “Merkel está buscando no hacer nada en la campaña. No está apareciendo y parece estar muy fuera de la campaña”, observa el periodista del Die Welt.
De hacer lo contrario, no está claro que fuera un empujón a la CDU. “Angela Merkel es muy popular. Pero esa popularidad nunca se ha trasladado a su partido. Mucha gente ha votado por Merkel, dando su voto a la CDU, pero sólo estaban votando a la persona. Y ahora que esa persona se va, se plantea una cuestión: ¿Va a votar esa gente a la CDU de nuevo o lo hará por Los Verdes?”, se interroga Alexander.
De hecho, ese voto conservador, sin Merkel en la escena política, tiene muchos destinos posibles. Entre otras cosas porque, tras una buena década y media en el poder, la canciller conservadora ha contribuido a que el voto de los integrantes de la familia política conservadora esté ahora dinamitado.
“En la izquierda, la situación siempre fue más difusa, mientras que en la derecha se mantenía la unidad”, explica Alexander. “Pero ahora, en los conservadores, está AfD, que es un partido de derecha populista; está el partido de los liberales del FDP, que también va asociado a la familia conservadora y, algo más nuevo aún; los Electores Libres, un partido que gobierna con la CSU en Baviera y que ahora quiere tener peso a nivel nacional”, abunda.
Esta división de la familia política conservadora es una novedad política especialmente relevante en estos últimos días en el poder de Merkel. También constituye un quebradero de cabeza político para unos conservadores germanos de los que, de cara a unas elecciones generales como las del 26 de septiembre, ya se puede decir que nunca llegaron tan divididos.