Derek Chauvin, expolicía de Mineapolis, EEUU, ha sido declarado culpable de todos los cargos que se le atribuyen por la terrible y trágica muerte de George Floyd, al que mató en un acto de brutalidad policial al reducirle y ponerle la rodilla sobre su cuello sin dejarle respirar. Durante 8 minutos y 46 segundos, Floyd intentó rogar por su vida con un “¡No puedo respirar!”; con un “’I can’t breath!” que se convirtió en símbolo de la oleada de movilizaciones que se desataron en Estados Unidos a raíz del caso para pedir el fin de la violencia policial y el racismo.
Tras una larga deliberación que se ha extendido durante diez horas, los doce integrantes del jurado popular del tribunal del condado de Hennepin, en Minesota, le han declarado culpable de asesinato involuntario en segundo grado, de asesinato en tercer grado y de homicidio en segundo grado por la muerte de Floyd en mayo de 2020.
La condena por homicidio involuntario en segundo grado es una pena de prisión de no más de 40 años, mientras que la de asesinato en tercer grado le puede suponer otros 25 años como máximo entre rejas. La sentencia por homicidio en segundo grado no supera los diez años y una multa económica de 20.000 dólares (16.600 euros).
El pasado día 1 de abril escuchamos por primera vez la voz de Chauvin al responder a un hombre que presenció la detención y le afeó la violencia usada. El agente antes de entrar en la patrulla policial justificó los casi nueve minutos que mantuvo su rodilla sobre el cuello de George Floyd diciendo que era muy grande y fuerte.
Concretamente, Charles McMillan, quien declaró como testigo, contó entre lágrimas al volver a recordar las imágenes que Chauvin se limitó a decirle a través de la ventanilla: "Hemos tenido que controlarlo porque es un tipo grande".
El afroamericano ya estaba esposado y en ningún momento era ya ninguna amenaza para los agentes. "Me sentí impotente", dijo, expresando la frustración de muchos al ver las terribles imágenes.