Giorgio Parisi seguramente tenga la bandeja de entrada de su correo electrónico llena desde hace días. Entre miles de mails felicitándolo por su premio NOBEL estará el de su amigo y ex colaborador Luca Peliti o el de su ex alumno Matteo Rosati, que no pudieron evitar escribirle. Todos lo celebran porque la decisión del prestigioso comité internacional ha reconocido, por fin, algo que todo el mundo, toda la comunidad científica y académica en Italia y en el mundo, ya conocía: Parisi es un genio generoso y su aportación en la ciencia abre y ha abierto la puerta a muchas líneas de investigación. La imagen análoga de esa bandeja de entrada a reventar sería la Universidad de la Sapienza que, llena de alumnos y compañeros, lo recibió coreando su nombre y aplaudiendo el día octubre que se conoció la noticia. Un logro que se suma al del deporte y la música en un año de oro para Italia.
Parisi, nacido en Roma en 1948, profesor emérito de histórica Universidad de La Sapienza, parte de la National Academy of Sciences de los Estados Unidos y también profesor de la Academia de la Ciencia italiana, confesó que no se lo esperaba, pero que aquel día no se había separado del teléfono. Algo presentía. Dedicó su vida a intentar explicar sistemas complejos y en su peculiaridad como investigador se encuentra una capacidad imaginativa única y una observación de la realidad como la de pocos. La manera en la que afrontó los llamados “sistemas complejos” en la física resolvió el que había sido un quebradero de cabeza para la ciencia durante veinte años y abrió la puerta a describir la realidad con análogos. Un buen ejemplo de su hacer es que utilizó ese análisis para entender el vuelo de los estorninos en la Pieza dei Cinquecento de Roma. Casi más poético que científico.
Luca Peliti, académico físico de la Universidad de Nápoles y compañero en los primeros años de ambos en la carrera científica, explica cómo el gran hallazgo de Parisi fue encontrar una manera de explicar sistemas físicos que no se quedaban solo en eso, sino que eran también útiles para caracterizar comportamientos como los de los algoritmos, que también contienen un número enorme de variables. O como el ya citado vuelo de los pájaros. Lo caracteriza esa capacidad única de observación de la realidad y, dice su ex alumno Matteo, su rapidez, “siempre va por delante de lo que tú crees”.
Peliti relata también una anécdota que acompaña esta descripción. Se encontraban, hace muchos años, entre varios físicos discutiendo sobre un problema “bastante técnico”. Después de escucharlos, Parisi exclamó “sé como resolverlo”. “Escribió con una caligrafía incomprensible unas pocas ecuaciones en la pizarra. El resto no entendimos bien en aquel momento y nos dedicamos los días sucesivos a estudiarlo hasta que, en efecto, conseguimos demostrar lo que él había expuesto en un momento era la solución”, explica Peliti.
Esa brillantez la define también otro compañero de la Sapienza, Giorgio Cicciotti: “Se reveló muy pronto como una promesa para física y aún así se mantuvo siempre como una persona muy cercana”. Visto, añade Peliti, dentro de la comunidad científica como una de esas mentes únicas que son una fuente inagotable de ideas. Esa energía arrolladora sirvió también para impulsar carreras de jóvenes promesas de la ciencia que llegaban de todas partes del mundo para asistir a sus seminarios.
Así fue para Matteo que, siendo un joven estudiante de Física de la Sapienza, encontró en Parisi no una puerta abierta, sino una casa entera. Seguramente el impulso que puso las piedras para que ahora investigue con la prestigiosa beca Marie Sklodowska-Curie Fellow. Recuerda sus clases “locas y desordenadas en las que siempre encontraba un momento para explicarte una anécdota que te hacía pensar: no siempre se encuentra la solución pero, si se llega cerca, es ya un logro”.
Este Nobel es para Italia un impulso de prestigio internacional y un tirón de orejas para las instituciones nacionales. “Giorgio tiene un valor único porque ha desarrollado la mayor parte de su actividad científica en Italia. Demostró con su ejemplo que se puede desarrollar una carrera como la suya desde la Universidad”, dice Peliti. Parisi mantuvo, y aún lo hace, un abierto activismo a favor de la ciencia y de la mejora de sus recursos en una cruzada con las administraciones italianas lentas e insuficientes en tantos casos.
Giorgio Cicciotti añade: “Italia se ocupa poco de sus científicos, incluso de los más brillantes, prefiere a los charlatanes”. En las entrevistas posteriores al premio insistió Parisi en la necesidad de financiación para sacar adelante la ciencia italiana. Peliti añade: “Fue y es una voz rebelde por la defensa de la ciencia en Italia”. Este NOBEL seguirá con sus investigaciones, coinciden las tres personas que componen este perfil, pero su labor es ahora el de buscar para que las próximas generaciones un mejor escenario para la investigación científica en Italia.