La escalada de la tensión por el conflicto entre Rusia y Ucrania continúa y, pese a que los contactos diplomáticos se suceden para evitar una posible guerra, lo cierto es que algunas embajadas occidentales empiezan ya a evacuar a parte de su personal en Ucrania y a sus familias; un signo de que la situación alarma, preocupa e inquieta.
Mientras Estados Unidos ha aseverado que, en caso de acción militar rusa la respuesta será rápida, contundente y acordada entre los aliados, desde Rusia han advertido de consecuencias si no se satisfacen sus demandas; unas exigencias que planteó el pasado viernes en el encuentro entre Antony Blinken, secretario de Estado de EEUU, y el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, en las que se dieron un plazo de una semana, subrayando ambos que apostaban por la diplomacia.
El Kremlin demanda básicamente que la OTAN renuncie a expandirse a Ucrania y a Georgia y, por otro lado, que retire sus tropas en los países del Este de Europa, pero hasta ahora la respuesta ha sido "no" a lo primero, y enviar más tropas a lo segundo.
Si ahora Estados Unidos y la OTAN aceptan negociar sobre esto, siempre con la presencia de Ucrania, exigirán algo a cambio a Vladimir Putin: que empiece a retirar la enorme cantidad de tropas que ha desplazado a la frontera con Ucrania, tanto en Rusia como en Bielorrusia.
De momento, lo que continúa, no obstante, es el desfile militar a uno y otro lado. Mientras el Kremlin sigue exhibiendo su fuerza, los aliados de la OTAN, que quiere tener todas sus unidades navales alistadas, movilizan tropas. También España, cuya fragata, la Blas de Lezo, ha partido desde Rota, Cádiz, hacia el Mar Negro, zona caliente en el conflicto.
Nadie se fía de Rusia. Ni Estados Unidos, que ha ordenado evacuar al personal no esencial de su embajada en Ucrania (como Reino Unido), con Joe Biden afirmando que a su juicio “Putin quiere poner a prueba a Occidente y si lo hace pagará un precio muy alto”; ni la OTAN, que pone a sus tropas en “estado de alerta”, movilizando buques y aviones de combate; ni por supuesto Ucrania, cuyas fronteras son testigo del descomunal batallón que mantiene desplegado Rusia, con más de 100.000 tropas, blindados y helicópteros de combate de última generación.
La situación en el país es preocupante, y en la frontera muchas familias están optando por irse hacia el centro por lo que pueda ocurrir en las próximas jornadas. En Kiev, la situación es menos tensa, pero todo el mundo pide al Gobierno, a Rusia y al resto de Occidente que vayan por la vía de la paz y el diálogo: no quieren que vuelva a ocurrir un conflicto armado como en 2014.
Entre tanto, con los tambores de guerra resonando pese a que todos insisten en la solución diplomática y que la propia Rusia dijo, en la reunión bilateral del viernes con EEUU, que su intención no es atacar Ucrania, el Kremlin moviliza sus embarcaciones para unas maniobras militares masivas que en los próximos días se extenderán mucho más allá de sus costas, llegando al Mar del Norte y al Mediterráneo: 140 navíos de guerra, 70 aeronaves y 10.000 soldados forman parte de uno de sus despliegues. Los de Putin, en este último, han mostrado dos corbetas zarpando de una base en el Báltico.
Vladimir Putin plantea el pulso con Occidente más allá de las fronteras con Ucrania, aunque es allí donde ha concentrado más tropas, y además está transportando decenas de vehículos militares a la vecina Bielorrusia.
La OTAN teme una invasión de territorio ucraniano similar a la que terminó con la adhesión de Crimea en 2014. De ahí que haya puesto sus fuerzas en estado de alarma y que varios de sus miembros, entre ellos España, vayan a enviar barcos y aviones adicionales a Europa Oriental.
Ante el despliegue ruso la Alianza Atlántica responde: más tropas y más armamento en la zona. “No amenazamos a Rusia, es proporcional”, sostiene la OTAN, en palabras de su secretario general, Jens Stoltenberg.
En esta escalada de tensión, no obstante, la palabra más repetida es disuasión. Desde Bruselas pretenden alcanzarla apuntando al bolsillo: con 1.200 millones de euros en ayudas a Ucrania y con la amenaza continua de graves sanciones a Moscú si se lanza a la invasión.
Mientras se acude a la Casa Blanca para adoptar una estrategia común, el mensaje es claro: agotar los cartuchos de la vía diplomática, pero sin dejar de prepararse para lo peor.