Las brutales condiciones en las que atienden a los heridos de la guerra de Ucrania: llegan con sus huesos colgando

El hombre que nos atiende se llama Yuriy. Es el director de un hospital que se encuentra en el área metropolitana de Kiev, que está situado en el corazón de una guerra, a solo 20 kilómetros del ocupante, del agresor. “He tenido experiencias muy diversas en más de 20 años de carrera, pero nunca me había encontrado a algo similar a lo visto” dice.

“Es horrible, es terrible, los pacientes nos traen en brazos sus músculos, piezas de huesos”, continúa comentando. Por eso, nos lleva precisamente a la habitación de un amputado. Un señor que nos cuenta que “no ha podido salvar la pierna pero si la vida mientras andaba camino al búnker en el que se cobijaba junto a otras 20 personas”, sus vecinos.

En la humilde habitación está acompañado en todo momento por su esposa, una mujer abatida que nos muestra en su teléfono móvil lo preciosa que era su casa, lo felices que allí eran, y como está ahora reducida a escombros. Dice que ella misma pudo contemplar cómo, textualmente “cayeron bombas de racimo, la destrozaron”.

Dejamos a la pareja y camino a otra habitación vemos un hospital que parece vacío, porque lo está, la gente de la zona a huido, los rusos están cerca, las bombas también. Solo quedan algunos valientes médicos, algunas enfermeras y contados pacientes. Como un hombre que vemos tumbado en una camilla, que afirma que cayó al suelo cuando intentaban abatirlo a tiros. U otro que se encuentra gravemente herido en la cama contigua y dice que a punto estuvo de morir cuando se produjo una explosión muy cerca. Son las historias de supervivientes de una injusta contienda.