Venezuela presume de su relación con China. Siempre han sido países aliados, pero Nicolás Maduro nunca había sacado tanto partido a su amistad como ahora. El mandatario venezolano se hace fotos hablando por teléfono con el presidente Xi Jinping en época de cuarentena y las sube a sus redes sociales. Sabe que estar al lado de China en la lucha frente al coronavirus le favorece y aumenta su rédito internacional.
Desde que se detectaran los primeros casos de COVID-19 en Venezuela, China fue el modelo a seguir. “Venezuela ha seguido con atención cada paso, ha aprendido grandes lecciones de China y ha inspirado sus decisiones en la experiencia de ese país para enfrentar la pandemia”, dijo el presidente chavista recientemente en una alocución.
Y así ha sido. Desde el principio, el gobierno venezolano fue consciente de que una propagación del virus sin control en el país caribeño podría conllevar una auténtica catástrofe si tenemos en cuenta la mala condición de los hospitales públicos del país. Según cifras aportadas por la Encuesta Nacional de Hospitales, el 78% de los centros sanitarios públicos venezolanos no cuenta con un servicio tan básico como el agua potable; y el 63% denunció intermitencia en el servicio de energía eléctrica.
Con este panorama, Nicolás Maduro no tuvo más remedio que tomar medidas drásticas desde el principio y su manual copió al dogma chino de lucha frente a la pandemia, adaptando las bases, claro, a los recursos del sistema bolivariano. Porque le guste o no, Venezuela (claramente) no es China ni dispone de sus peculios.
El mandatario fue el primer país de América Latina en decretar la cuarentena nacional (primer mantra chino), cerró fronteras y suspendió vuelos con Europa y Colombia, a los que acusa de haber traído el virus hasta aquí. También fue el primero en establecer el uso obligatorio de mascarillas (e incluso de guantes) para caminar por la calle o entrar en cualquier establecimiento, especialmente si se trata de un lugar relacionado con la alimentación.
Desde el primer día, sacó a la policía y al Ejército a la calle para velar por la seguridad de los ciudadanos y el cumplimiento de estas normas.
Todavía es habitual ver a policías o militares entrando en los diferentes establecimientos a partir de las 2 de la tarde para pedirles que echen el cierre; y durante los primeros momentos de crisis, muchos comerciantes de frutas y verduras que suelen vender en sus camiones o mercaditos improvisados en la calle, tuvieron que cambiar su ubicación porque no cumplían con las medidas básicas de seguridad e higiene.
Un mes después y con treinta días más de cuarentena obligatoria decretada, con, hasta el momento, menos de 200 casos positivos de COVID-19 según cifras oficiales, y con la curva del contagio de la pandemia “controlada”, según afirman los líderes del gobierno chavista, la sensación de crisis y miedo se ha calmado un poco; e incluso vemos cada vez a más trabajadores informales que se han decidido a levantar disimuladamente su propia cuarentena para salir a la calle y vender lo que sea para ganarse el pan. El drama venezolano pasa también por la necesidad de trabajar para sobrevivir, le pese al virus que le pese.
Así que, frente a un sistema sanitario decadente y deficitario, Maduro ha echado mano de uno de sus aliados más fuerte para empoderarse. China y Venezuela han establecido un puente aéreo y al menos una vez a la semana, un avión chino cargado de test de diagnóstico rápido, equipos de ventilación, medicamentos y kits de vestimenta protectora para médicos y pacientes, está aterrizando en el aeropuerto internacional de Maiquetía de Caracas.
El pasado 30 de marzo, incluso, el primer equipo de médicos chinos que pisó América Latina para apoyar a la lucha del coronavirus, lo hizo en Caracas. Se trata de un grupo de ocho especialistas que ha permanecido dos semanas intensas en el país caribeño dando instrucciones a los sanitarios locales y visitando sus hospitales y centros de salud.
Huang Mao, jefe de la misión médica china, dedica unos minutos a NIUS antes de salir hacia el aeropuerto de regreso el pasado sábado en un hotel de lujo de la capital. “Estamos muy satisfechos con esta visita y creemos que el gobierno de Nicolás Maduro sabe lo que hay que hacer y lo está haciendo”, dijo.
En la calle, el modelo chino que Huang Mao y el resto de especialistas asiáticos promueven en este caribe, lo están implementando especialmente los denominados CDI (Centros de Diagnóstico Integral). Los CDI nacieron en el año 2003 durante la presidencia de Hugo Chávez en el marco de lo que se denominó Misión Barrio Adentro. En la práctica son centros de salud ubicados en los barrios más populares y de difícil acceso y que capitanean médicos cubanos en colaboración con médicos venezolanos y líderes comunitarios chavistas que se jactan de conocer a su comunidad.
La mayor parte del material que está llegando de China para frenar el coronavirus está llegando a los CDI y en estos momentos son los auténticos centros centinela frente a la pandemia.
Es martes y apenas son las 9 de la mañana; y el CDI del barrio de Lídice, al noroeste de Caracas, ya es un frenesí de actividad y revuelo. Ha abierto sus puertas hace apenas treinta minutos, pero ya hay cola para apuntarse en la lista para hacerse los test rápidos de diagnóstico del coronavirus.
“Estos test ofrecen resultados en 15 minutos y estamos haciendo una media de unos 100 al día”, sostiene Gisele Orduña, la jefa médica cubana del centro. “La orden es hacer test a todo el mundo que lo solicite para hacer un despistaje masivo y controlar al virus mediante la prevención. No importa si el paciente presenta o no los síntomas”, asegura.
Hasta el momento, según cifras oficiales, se habrían hecho 203.108 pruebas de diagnóstico en Venezuela. Maduro ha dicho que quiere llegar a diez millones.
En la sala donde se realiza el test chino hay otros dos médicos cubanos completamente ataviados con sus trajes de protección. Uno de ellos le pide sus datos al paciente antes de empezar y le hace varias preguntas: si ha viajado recientemente y a dónde, si ha estado en contacto con algún caso sospechoso o con algún fallecido por causas respiratorias sin determinar su enfermedad. Por último, preguntan si hay algún caso sospechoso o positivo en su círculo de trabajo, amigos o familia.
Después de eso, la prueba consiste en extraer una muestra de sangre y esperar un cuarto de hora. Es algo así como los test de embarazo: una rayita al medio, negativo; dos, positivo.
En este CDI hay habilitada una sala de aislamiento con ocho camas y Gisele asegura que cuentan con clororoquina, interferón y kaletra, los medicamentos que están aplicando en Venezuela a los enfermos de coronavirus. En este centro no han tenido hasta el momento ningún caso positivo.
Precisamente, sobre las camas habilitadas en Venezuela para la hospitalización, hay polémica estos días tras haberse hecho público el último informe del Global Health Security Index que califica a Venezuela como uno de los tres países de América Latina con el ratio más bajo de camas por habitante: solo 80 por cada 100.000.
Nicolás Maduro anunció que el total de camas de hospitalización para la contingencia era de 23.763. Si hacemos la cuenta dividiéndolas entre los 30 millones de habitantes que tiene el país el dato es aún más bajo: 79 camas por cada 100.000 personas.
Aparte del despistaje masivo de test de diagnóstico, Venezuela está copiando a China en el sistema de encuestas que está llevando a cabo a través de una web denominada Plataforma Patria a la que puedes acceder con la cédula de identidad venezolana para responder a una serie de preguntas sobre tu estado físico. China hizo algo parecido a través de un sistema de códigos QR que detectaba dónde habían estado los pacientes y si habían visitado posibles zonas de riesgo.
Los códigos QR los utiliza Venezuela en su denominado Carnet de la Patria, una especie de DNI chavista que cuenta con una billetera digital donde el gobierno hace reparto de bonos económicos. El QR determina la situación socioeconómica de la población y la oposición ha denunciado reiteradamente que se trata de un sistema de control y compra de votos.
Tras la encuesta de la Plataforma Patria, el grupo de médicos cubano-venezolano al mando realiza el denominado “casa por casa” a los casos sospechosos. Acuden caminando el barrio hasta la puerta de la casa de las familias, les preguntan cómo se encuentran y si lo ven necesario les realizan el test rápido. Les piden que cumplan con la cuarentena, les explican las medidas de prevención y supervisan que las personas incluidas en grupos de riesgo no se muevan.
Venezuela ha encontrado en China la excusa (y la amistad) perfecta para sacar pecho y por el momento le está saliendo bien.