China regresa poco a poco a la normalidad. A la 'antigua normalidad', a lo que antes de que el SARS-Cov-2 irrumpiese en nuestras vidas considerábamos una vida normal. Y lo hace porque el país -al menos eso vende- ha conseguido doblegar al virus.
Hace semanas que la dictadura china mantiene la epidemia bajo control. Este domingo, las autoridades chinas comunicaban sólo 12 nuevos casos, todos ellos importados. Ni un solo contagio local, un día más. El gigante asiático, con una población de casi 1.400 millones de habitantes, parece que ha logrado ganarle la batalla al coronavirus -que brotó desde uno de sus cuestionados mercados al aire libre de la región de Wuhan- tras sufrir 4.711 bajas (según los últimos datos publicados por la Universidad John Hopkins).
4.711 fallecidos por coronavirus en una población de 1.400 millones de habitantes en el país que primero sufrió el azote del coronavirus. Antes de que se supiese incluso qué era lo que estaba causando esas extrañas pneumonías mortales. El balance total de muertes es todo un logro si lo comparamos con el de España, por ejemplo: 28.838 fallecidos entre una población de 29 millones de habitantes.
La cifra total de fallecidos en China es difícil de creer. Sobre todo si tenemos en cuenta que viene de un país en el que, por ejemplo, nadie sabe a cuántas personas se ejecuta al año. Tampoco ayuda que al descubrirse la existencia del nuevo coronavirus, el Gobierno de Pekín obligase al médico que lo descubrió a retractarse públicamente.
De ser ciertas, el control de la epidemia es todo un logro del que el Partido Comunista ya está intentando sacar rédito propagandístico. De lo que no parece que exista duda es de que, al margen del número de muertos, China ha sido uno de los pocos, si no el único país, capaz de evitar el rebrote del coronavirus.
El Gobierno chino divulga con orgullo la reapertura de los colegios o el levantamiento de la prohibición de grandes eventos y los vende como un gran éxito de su gestión frente al de los gobiernos occidentales. El último de esos grandes pasos hacia la normalidad lo ha dado Pekín, -la gran capital- este mismo domingo, levantado la obligatoriedad de protegerse con mascarillas por la calle.
El portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Zhao Lijian, aseguraba el jueves en rueda de prensa recogida por el diario The New York Times el resto del mundo debería fijarse más en los esfuerzos de China para controlar la epidemia. "Eso refleja una victoria estratégica de Wuhan y el Gobierno chino", aseguraba Zhao.
Cuando el mundo se quedó boquiabierto ante las imágenes que llegaban de una fiesta multitudinaria en una piscina de Wuhan, el oficialista diario The Golbal Times calificaba las críticas que llegaban del exterior de "comentarios frutos del resentimiento".
Todavía se mantienen algunas medidas de precaución contra el coronavirus, eso sí. Por ejemplo, los cines y restaurantes siguen sin operar al límite de su aforo. En prácticamente todos los lugares públicos hay que tomarse la temperatura antes de entrar y en muchos exigen una especie de pasaporte electrónico que certifica que el portador está sano y que no ha estado en contacto con 'zonas calientes'. Y por supuesto, entrar ahora mismo en China siendo extranjero es casi misión imposible.
Los expertos apuntan a que el éxito de China en el control de la pandemia ha sido gracias a el estricto cumplimiento de las órdenes de confinamiento, la obligatoriedad del uso de mascarillas, cuarentenas y análisis masivos. Una imposición tan estricta que probablemente sea difícil de alcanzar fuera de una dictadura como la que gobierna el país.
Los expertos advierten de que todos estas decisiones podrían resultar precipitadas. El coronavirus sigue al acecho y que no hay que bajar la guardia. Pero Pekín parece decidido a reactivar la economía del país cueste lo que cueste y no parece dispuesto a dejar esta oportunidad de exhibición de músculo ante el resto del mundo.
Habrá que esperar para ver quién estaba en lo cierto.