China persuade a los amigos de sus enemigos
China aprieta el acelerador en las relaciones diplomáticas en Indopacífico tras la invasión de Rusia a Ucrania
En un día se reúne con dos países con los que mantienen infinidad de diferencias: India y Corea del Sur
La visión de Pekín: buscar la estabilidad en la región; la de Nueva Delhi y Seúl: presionar para romper con EE.UU.
En tiempos de inestabilidad, la diplomacia de la República Popular de China se aferra al equilibrio en el Indopacífico. No es fácil. El colosal poderío económico del gigante asiático pide armonía global para que la maquinaria no cese, mientras tanto, el Ejército Popular de Liberación (EPL) sigue ejecutando su estrategia militar: años de posicionamiento de sus Fuerzas Navales en el Golfo de Bengala, en el Mar del Sur de China o en el Mar de Arafura; las incursiones en espacio aéreo de Taiwán o la amplia presencia terrestre en la frontera con India. Levantar dos dedos en son de paz y sacar bíceps al mismo tiempo son conceptos antagónicos solamente sostenidos por esfuerzos diplomáticos como los vividos la semana pasada. El Gobierno chino ha buscado unir lazos sueltos con dos amigos de Estados Unidos: Corea del Sur e India.
El 25 de marzo se produjeron dos situaciones relativamente sorprendentes. El presidente chino, Xi Jinping, mantuvo una conversación telefónica con el nuevo líder surcoreano, Yoon Suk-yeol, recién elegido en las elecciones de su país, y el ministro de Asuntos Exteriores chino, Wang Yi, visitó Nueva Delhi para mantener una reunión con su homólogo, Subrahmanyam Jaishankar. Corea del Sur es aliado histórico de EE.UU. y comparten especial antipatía con Corea del Norte, e India forma parte del Diálogo Cuadrilateral de Seguridad donde también forman parte los estadounidenses, Japón y Australia.
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Ningún representante de la cúpula gubernamental china había visitado India desde los enfrentamientos entre ambos ejércitos durante 2020 en Himalaya, donde fallecieron más de 20 soldados indios y al menos cuatro soldados chinos. Se trató de una de las mayores fricciones entre ambas administraciones en la última década y un asunto no resuelto que pone trabas a que la relación bilateral entre ambos países fructifique. Los medios de comunicación chinos han resaltado los puntos en común tras las tres horas que duró la conversación, mientras que los indios han destacado las diferencias.
“La visita se celebró con el conflicto entre Rusia y Ucrania como telón de fondo”, sostuvo un editorial de Global Times, medio afín al Gobierno de Jinping. “Algunos creen que ha surgido un sutil punto de inflexión en la relación bilateral. Incluso especulan que puede dar lugar a un periodo en el que se rompa el hielo. Ambos países no deben suponer una amenaza para el otro, sino una oportunidad para su desarrollo. Lo ocurrido recientemente en Ucrania ha ofrecido a la comunidad internacional, especialmente a los países no occidentales, una nueva inspiración. Esto ofrece una oportunidad para que se amplíen los lazos entre China e India”, sugirió el editorial, que también explicó los tres puntos que, a su juicio, deberían acercarlos. “Considerar las relaciones bilaterales con una visión a largo plazo, ver el desarrollo del otro con una mentalidad en la que ambos ganan y participar en el proceso multilateral con una postura de cooperación. Esto no sólo muestra la amplitud de miras de China como gran potencia, sino que también es un amable recordatorio para India”.
La abstención de China e India no es suficiente
Las dos naciones comparten su abstención ante el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en la condena a la invasión de Rusia en Ucrania. Además, mantienen una relación económica muy potente: las importaciones de India procedentes de China, como porcentaje de las importaciones totales, pasaron del 9,4% en el año fiscal 2007 al 16,6% en 2021. Según cifras del Gobierno chino, el comercio bilateral creció un 44% hasta los 125.700 millones de dólares en 2021. En el tablero geopolítico, la economía es cascarón de huevo y los asuntos trascendentales para el Ejecutivo indio no fueron precisamente sobre comercio o neutralidad, sino sobre aspectos sin resolver. “Describiría nuestra situación actual como un trabajo en curso, obviamente a un ritmo más lento de lo deseable, y mis conversaciones con el ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi, tenían como objetivo acelerar el proceso”, sostuvo el ministro indio. “Si me preguntas, ¿es normal nuestra relación hoy? Mi respuesta es no, no lo es. Y no puede ser normal, si la situación en las zonas fronterizas es anormal. Y seguramente la presencia de un gran número de tropas allí, en contravención de los acuerdos, es anormal”, agregó.
Antes de Nueva Delhi, Wang Yi visitó Kabul, Afganistán, para reunirse con el Gobierno talibán y después se dirigió a Nepal. Mientras tanto, Xi Jinping, también hizo su parte para buscar puntos comunes con Corea del Sur, con la que también tiene una estrecha relación comercial. El mismo viernes que los ministros de Exteriores chino e indio buscaban puntos comunes, el presidente chino descolgó el teléfono para conversar durante 25 minutos con su homólogo surcoreano, Yoon Suk-yeol.
De nuevo, los puntos clave que se pusieron sobre la mesa fueron distintos entre las visiones de ambos países. Si el mensaje oficial chino destacó que en la charla Jinping aludió en repetidas ocasiones al “respeto mutuo” que debe imperar entre las dos naciones, el enfoque, según la versión coreana, fue otro. “Yoon expresó que el pueblo surcoreano está muy preocupado por la tensión entre las dos Coreas tras las consecutivas pruebas de misiles balísticos intercontinentales de Corea del Norte, incluido el último lanzamiento de prueba del jueves”, afirmó la portavoz del recién elegido presidente surcoreano.
Preocupación por los desafíos de Corea del Norte
Un día antes de la conversación, Kim Jong-Un desafió a la comunidad internacional con el lanzamiento de un misil Hwasong-17. Se trató de la primera prueba completa de un misil balístico intercontinental (ICBM) con potencial nuclear de la nación desde 2017. La tensión entre las dos Coreas es constante y la relación entre Kim Jong-un y Jinping vivió un reciente capítulo que preocupó en el sur. Un día después de que comenzara la invasión de Ucrania, el presidente chino envió un mensaje al norcoreano donde le tendió la mano para “seguir desarrollando las relaciones de amistad y cooperación dentro de esta nueva situación”. Esta nueva situación es el conflicto en Ucrania y el aumento de la tensión en Indopacífico.
Pekín estrechó la relación con el mayor enemigo de Seúl, que además está llevando a cabo pruebas de misiles acompañados por una retórica desestabilizadora, en la que Yong-un justifica sus acciones por “la tensión militar que aumenta a diario en la península de Corea y sus alrededores” y a la “inevitabilidad de la larga confrontación con los imperialistas estadounidenses acompañada del peligro de una guerra nuclear”, tal y como informó la agencia estatal de noticias KCNA. Sin embargo, mientras Corea del Norte actúa con el beneplácito de China -no siempre lo tuvo- el gigante asiático implanta una línea roja a Corea del Sur: el despliegue de la Defensa Terminal Aérea de Gran Altitud (THAAD, por sus siglas en inglés). Se trata de un sistema defensivo estadounidense implantado en 2016 que encontró la oposición de China -y Rusia- implantado para defenderse de un potencial ataque norcoreano. La perspectiva china sugiere que se trata de un sistema que sirve a EE.UU. para contener a sus fuerzas. “El sistema THAAD ha superado las necesidades de defensa de Corea del Sur y ha socavado gravemente los intereses estratégicos de seguridad de China. No contribuye a salvaguardar la paz y la estabilidad en la península de Corea, y además puede crear más inseguridad a Corea del Sur”, destacó otro editorial del medio chino, Global Times.
El presidente electo surcoreano ha basado gran parte de su campaña en criticar a Pyongyang y a Pekín, mientras ha enfatizado en la necesidad de arrimarse más a EE.UU. De hecho, el máximo mandatario estadounidense, Joe Biden, fue uno de los primeros líderes en felicitar a Yong-un tras su victoria. Nada de esto, ni las evidentes desavenencias bilaterales con Seúl y Nueva Delhi o la amistad en términos estratégicos que mantienen con su máximo enemigo, EE.UU., han impedido que China busque puntos comunes en una atmósfera de imprevisibilidad en la región. El mensaje es claro: la economía ni tocarla, para todo lo demás, China sobre los “atisbos hegemónicos estadounidenses”.