China no quiere más sustos con el coronavirus. En la Villa Olímpica de Pekín las medidas de seguridad para evitar contagios son extremas. En los bares y restaurantes los camareros trabajan con EPI y aquí nos quejamos de las mascarillas.
Así están los empleados chinos en la Villa Olímpica: enfundados en sus trajes EPI . Este camarero sirve un cocktail y en el restaurante de este hotel la escena forma parte de la normalidad. Los comensales disfrutan y miran sin inmutarse el deambular de los trabajadores hiperprotegidos que recogen los platos o los camareros de habitación que llevan la comida.
La desinfección es constante y se ayudan con robots móviles. El empeño de las autoridades chinas en convertir la villa olímpica en una burbuja puede ser una odisea. Exigen PCR y hay que rellenar 20.000 papeles para viajar a China, que quiere blindarse contra el covid y garantizar seguridad en los Juegos Olímpicos.
La protección comienza en el aeropuerto, donde los visitantes son recibidos por hombres y mujeres de blanco plastificado a pie de pista y ya no les pierden de vista. Desde la PCR obligatoria de cada día a los entrenamientos.
Una realidad distópica cotidiana, que no ha evitado, sin embargo, que se produzcan contagios en la villa olímpica: 32 casos detectados en las ultimas 24 horas, y 15 de ellos en el mismo aeropuerto.