Por los pórticos que rodean la Plaza Mayor de Bolonia todavía se pueden ver esos carteles antiguos que anuncian las noticias del día anterior a quienes se resisten a las redes sociales. Faltan los chavales con gorra gritando aquello de ‘extra, extra’, pero los quioscos siguen utilizando estos afiches como reclamos para vender periódicos. En ellos se lee que el movimiento juvenil de las sardinas ha dado un nuevo golpe de escena contra Matteo Salvini, mientras el líder ultraderechista prepara el contraataque en la ciudad. El escenario es perfecto para una batalla ideológica que divide a las dos Italias.
Bolonia es la capital de Emilia Romaña, donde el domingo se celebran unas elecciones regionales que amenazan con cambiarlo todo. El líder de la Liga, Matteo Salvini, las plantea como un plebiscito contra el Ejecutivo, formado por el Movimiento 5 Estrellas (M5E) y el socialdemócrata Partido Democrático (PD). Si el bloque de derechas -capitaneado por Salvini- consigue imponerse en este tradicional feudo de la izquierda, redoblará la presión para que se rompa la alianza de Gobierno y se convoquen elecciones anticipadas.
Emilia Romaña siempre estuvo gobernada por los comunistas hasta su extinción y, posteriormente, por sus herederos de una izquierda más moderada. En la región existen distintas tendencias, pero Bolonia fue uno de los puntales políticos contra el fascismo en toda Italia y la capital intelectual de la resistencia a nivel nacional. Hoy esa lucha se organiza contra la ideología de extrema derecha que representa Matteo Salvini.
Todo este fermento no se podría entender fuera de las aulas centenarias de una Universidad, fundada en el año 1088, que presume de ser la más antigua del mundo occidental. Sus facultades no se extienden en grandes campus construidos a las afueras, sino que se confunden con el paisaje urbano de la ciudad, cobijadas en edificios renacentistas. Aquí pasó su Erasmus, por ejemplo, Pablo Iglesias. Y de aquí salió Romano Prodi como antídoto contra Silvio Berlusconi.
A unos pasos de Ciencias Políticas o Derecho se encuentra el centro social Làbas, uno de los más importantes de Bolonia. Alojado también en otro inmueble histórico, originalmente ocupado y después cedido por las autoridades locales en un concurso público, en él se reúnen activistas procedentes en su mayoría de la Universidad. Francesa, de 23 años y estudiante de Desarrollo Económico y Cooperación, cuenta que “con el ansia de renacimiento después de la Segunda Guerra Mundial, no sólo hubo una reacción entre los partidos, sino en movimientos surgidos desde abajo por la ciudadanía, que se tradujeron en estos centros sociales”.
Desde Làbas comparten los principios fundamentales de las sardinas -el movimiento juvenil surgido en Bolonia contra las políticas de Salvini- y han acudido a sus movilizaciones, pero siempre manteniendo las distancias con sus organizadores. Giulio, estudiante de Psicología y voluntario de Làbas, afirma que “en Bolonia el antifascismo y la lucha contra el racismo se vive todos los días, no es una bandera que agitar en las manifestaciones”. “No podemos aceptar que se deje morir a las personas en el mar o que sea más importante el documento que la vida de cada uno, por lo que la resistencia contra la extrema derecha y contra Salvini surge de forma casi natural”, añade.
Dentro de esta tradición universitaria, la estadounidense Johns Hopkins decidió instalar una sede aquí. Un centro, mucho más moderno, al que está asociado Gianfranco Pasquino, quien fue senador durante una década. El profesor de Ciencia Política explica que la influencia del poderoso Partido Comunista Italiano (PCI) en tierras emilianas surgió de las huelgas de los campesinos en las primeras décadas del siglo XX y, a partir de la resistencia partisana contra las tropas nazis y fascistas, el PCI se consolidó.
Acabada la guerra, los campesinos se convirtieron en pequeños empresarios y Emilia Romaña en una región rica. “Mientras los democristianos gobernaban en Roma, el Partido Comunista tenía la necesidad de demostrar que también eran capaces de saber administrar”, sostiene. Y así la región se convirtió en su joya de la corona y Bolonia en su capital, asentada sobre esa base intelectual, que todavía hoy representa “lo que un día fue el mundo comunista italiano”.
Sólo un alcalde de centroderecha rompió la hegemonía de la izquierda en Bolonia entre 1999 y 2004. Pudo haber sido un nuevo experimento, pero quedó sólo en un breve paréntesis. Sin embargo, unos años después la Plaza Mayor de la ciudad sirvió para que un cómico llamado Beppe Grillo clamara ante la multitud que la vieja división entre la izquierda y la derecha se había acabado. Aquí nació el Movimiento 5 Estrellas (M5E), que tardó un decenio en convertir ese populismo posideológico en primera fuerza política y que en menos de dos años de Gobierno ha visto cómo se desvanecía el invento.
Muerte a las ideologías y vivan las ideologías. Porque con el M5E fuera de juego, el bipolarismo ha vuelto de la mano de una izquierda europeísta que busca la centralidad y una derecha radicalizada en manos de Salvini. El líder de la Liga busca completar el giro ideológico de los viejos feudos comunistas hacia su partido, a través de un discurso contrario a la globalización que apunta a las clases trabajadoras.
Su candidata se llama Lucia Borgonzoni, pero es él quien lleva cerca de un mes recorriendo todos los pequeños pueblos de Emilia Romaña. En la semana definitiva se ha asentado en Bolonia, donde parte con más desventaja, acentuado su show con episodios como el de hace unos días, cuando llamó a un telefonillo para preguntar a un tunecino si es traficante de drogas.
Emilia Romaña es la segunda región -sin contar con Trentino Alto Adige y Bolzano, que cuentan con un estatuto especial por su pasado austrohúngaro- en PIB per cápita, la mayor en tasa de ocupación y una de las zonas con menos paro de Italia (5,5%). “Todos los indicadores muestran que Emilia Romaña es una región europea de alto nivel. No comprendo el desencanto con la administración [de centroizquierda] actual, creo que es algo totalmente emocional, debido a la gran influencia actual de Salvini”, opina el profesor Pasquino.
El candidato socialdemócrata puede hablar de educación, sanidad pública o buena gestión, pero la única respuesta identitaria desde la izquierda la han ofrecido los jóvenes de las sardinas, que el pasado domingo llenaron la Plaza Mayor con decenas de miles de personas. La gente pasea ahora por aquí despreocupada. Sólo recuerdan ese grito de emoción los quioscos y un grafiti cercano en el que se lee: ‘Fuck Salvini’.