"Los escombros se acumulan, los desechos se reclaman entre ellos. Soy el hombre del después. Y me enorgullezco de ellos. Con este material de segunda -con esta humanidad de residuos- es con lo que se reconstruye la historia". Así pensaba el rey de todos los populismos cuando, en 1919, ante una Italia agotada, humillada por los tratados de posguerra, cansada de la casta política, se pone a la cabeza de los marginados, de los derrotados, del pueblo, para convertirse en el duce de toda Italia.
A Benito Mussolini, al hombre que inventó el fascismo, nos acerca el académico Antonio Scurati con M. El hombre del siglo (Alfaguara). Más de 800 páginas con las que ganó el prestigioso premio Strega después de vender más de 400.000 ejemplares. Un bombazo editorial, que tendrá segunda y tercera parte, que ha generado un intenso debate y ha provocado acusaciones contra Scurati por mitificar, contribuir a la fascinación y a un nuevo culto por aquel oscuro pasado.
Pregunta. ¿Era necesario su libro ahora, con el resurgimiento de los nuevos populismos?
Respuesta. Absolutamente sí. Los italianos, los europeos, quieren saber lo que fue el fascismo, cómo llegó. Para comprenderse a sí mismos en estos momentos de gran incertidumbre, de gran confusión y del cambio radical que estamos viviendo. Aquellos hombres que habían vivido las trincheras de la Primera Guerra Mundial eran una población que tenía mucho miedo, porque la muerte podía llegar de cualquier parte. Les llovían toneladas de bombas, de gas mostaza, el enemigo era invisible. Después llegaron los tiempos de paz. Y a esa humanidad desilusionada, a la que se le habían hecho promesas de distribución de tierras, de puestos de trabajo... nunca se cumplieron. Se sintieron traicionados y aparecen personajes como D'Annunzio, Mussolini, que les hablaban de victoria mutilada, de pueblo de vencidos, del miedo a la revolución socialista que llega de Rusia. Y todas estas características -desilusión, derrota, empobrecimiento, traición, amenazas de un invasor extranjero- parecen describir nuestros días.
P. Nos acerca a un Mussolini como alguien carismático, ambicioso, pero sobre todo un oportunista desvergonzado y muy violento.
R. Fue el inventor, el arquetipo, la forma original del líder que hoy llamamos populista. Hoy cometemos el error de buscar los herederos de Mussolini en los nuevos fascistas. Y no es ese el quid de la cuestión. Los herederos de Mussolini son los nuevos líderes populistas, que a lo mejor no tienen nada de fascistas, pero encarnan el tipo de líder que era el duce. Un líder que no habla a los intelectuales, al raciocinio, al discernimiento, ni a la razón, sino que habla a las tripas de la gente y al corazón. Y no le habla de esperanza, de progreso, de esfuerzo, de mejora, es un líder que habla de miedos, de rencores, de temores, de resentimiento. Y no se pone al frente del pueblo, sino detrás. Avivando el fuego y apelando a lo peor, a la parte más resentida y vulgar del pueblo.
P. De su libro emerge como un formidable innovador de la política.
R. Cuando vemos las películas de Mussolini de los años 20 o 30, hablando desde el balcón del Palazzo Venezia a las masas, con esa gestualidad exaltada, tan acentuada, nos parece caricaturesco, ridículo, un bufón. Y no estamos entendiendo nada. Estaba haciendo una revolución del lenguaje de la política. Pone el cuerpo en el centro de la escena y comunica a través de él, enfatizando los gestos, acentuando los extremos. Hasta ese momento la clase dirigente liberal ejercía la política en las estancias de los palacios de gobierno. Y llega él, se dirige a la masa y le dice este cuerpo es vulgar, es trivial y este hombre es como vosotros y voy a ayudaros. Esta técnica de hablar a la masa Mussolini la aprende de D'Annunzio y les pregunta "¿Queréis que Italia.....?."
P. También inventó un nuevo lenguaje... Casi, casi Twitter.
R. Cambió el lenguaje periodístico, primero y después el político. Cuando llegó al Avanti, en Milán, que era un periódico socialista que defendía las causas del pueblo, los que lo dirigían eran burgueses que hablaban en una lengua muy culta, erudita, que la masa no entendía. Llega él y lo cambia todo, haciendo frases muy perentorias, asertivas, breves. como eslóganes... Siempre comenzaba con "Yo voy a hacer, yo voy a prometer”, sin preocuparse de pecar de exageración, de irrealidad. Hay una enorme analogía con los tuits de hoy. Pero eso ya lo hizo Mussolini hace cien años.
P. Es la mentira el arma estratégica de los populistas?
R. Mussolini hacía un uso sistemático de la mentira, pero de algo más sofisticado que la mentira. No se trata solamente de dar noticias falsas. Vino a construir una narrativa que nos obliga a leer el mundo a través de una simplificación muy poderosa. Todo se reconduce a un único problema, a un único enemigo. Una vez vencido, el problema se resuelve. Más que una mentira es la reducción de la complejidad, de la brutalización de la política. Hoy los populistas hacen lo mismo: Inventémonos un enemigo, proyectemos en los inmigrantes todos nuestros miedos. Pero no los tienen que temer, los tienen que odiar porque el odio es un sentimiento activo y agresivo. Y Mussolini decía: y no tenéis que odiar a los socialistas, los tenéis que matar y yo voy a acompañaros.
P. Trump, Salvini, Marie Le Penn....Ocupan titulares diariamente, abren informativos.
R. Es un gravísimo error. Primero porque hay cierto divertimento cuando se informa sobre ellos. Y no es divertido lo que hacen. No son ridículos, son eficaces. Y cuando se subraya el aspecto grotesco de estos líderes, manifestamos de alguna manera un sentido de superioridad en relación a esos millones de electores que tienen detrás, que les votan y que se reconocen en ellos. No los insultamos a ellos, insultamos a sus electores. Seamos adversarios inteligentes.
P. ¿La llegada de estos líderes al poder se debe a una contracción de la cultura?
R. La gente está perdida, desfrenada en todas las direcciones. Ya decía Mussolini: "Soi il capo di barcollari", el jefe de los bandazos. Desconocemos las formas del saber del viejo mundo, pero también las del nuevo. Pertenecemos a la humanidad más privilegiada, la mejor vestida, calzada, alimentada y más longeva sobre la faz de la tierra en relación con cualquier otra época. Sin embargo estos predicadores del odio, los salvinis, trumps, aquí también tenéis algunos, nos hacen sentir vencidos, como sucedió hace cien años. Nos hacen sentir hambrientos, empobrecidos, amenazados en una sociedad en la que existe el menor índice de violencia que nunca haya existido en la historia: cuidado con el inmigrante...arrasará nuestras casas, nos quitará el pan, nos matará.
P. ¿No está preocupado por el posible regreso de la violencia?
R. No creo que este sea el problema. Los italianos, los españoles, Occidente, no tenemos un hábito de violencia. Cuando Mussolini funda en 1919 los Fascios de Combate eran personas que volvían de tres años de trincheras en la Primera Guerra Mundial. Eran supervivientes que habían visto morir a miles de hombres, habían comido, bebido, fumado entre cadáveres. Nosotros pertenecemos a las generaciones que nacieron en el mayor periodo de paz que ha conocido occidente. Y no es porque seamos más virtuosos. No estamos acostumbrados a la violencia.
P. ¿Cree que Salvini alcanzará el poder?
R. Estoy convencido.