Australia y la "masculinidad tóxica"

  • Decenas de miles de manifestantes formaron parte de la ‘Marcha por la Justicia’ a lo largo y ancho del país

  • Brittany Higgins sostiene que fue agredida sexualmente dentro de una oficina ministerial en el Parlamento

  • Su caso ha animado a otras mujeres a denunciar la cultura de “masculinidad tóxica” que impera en las instituciones públicas

Decenas de miles de personas han dicho basta en Australia. Con la pandemia bajo control, la escala de prioridades es distinta a la de otros países y en este momento las luchas por la igualdad de género, contra los agresores sexuales y para eliminar la cultura machista de las instituciones públicas ocupan el epicentro de las preocupaciones de buena parte de la sociedad. Durante la jornada del lunes, las principales ciudades australianas se llenaron de manifestantes que salieron a las calles en la ‘Marcha por la Justicia’ organizada por grupos de feministas indignadas. Sídney, Melbourne, Adelaida y Camberra registraron las protestas más multitudinarias y fue precisamente la capital federal la que ocupó gran parte de la atención: frente al Parlamento habló Brittany Higgins, la mujer que en febrero confesó que fue violada por un compañero del Partido Liberal - en el poder - dentro de la cámara legislativa.

“Estamos todos aquí, no porque queramos, sino porque tenemos que estar aquí”, afirmó en su discurso frente a miles de personas. “Reconocemos fundamentalmente que el sistema está roto, que el techo de cristal sigue vigente y que hay fallos importantes en las estructuras de poder dentro de nuestra institución”.

Mientras fuera del Parlamento Higgins pronunciaba su discurso, dentro se celebraba una sesión en la que el primer ministro, el conservador Scott Morrison, reiteró que no tenía conocimiento de la agresión sexual que sí sabían muchos miembros de su gabinete, tantos que cuando la víctima supo del número de personas que fueron informadas del incidente, quedó “horrorizada”. Además, el máximo mandatario australiano deleitó a los presentes al debate parlamentario con unas declaraciones que pronto se convirtieron en la comidilla de las redes sociales:

“Es positivo y justo que todas estas personas puedan manifestarse aquí, y de esta manera, y que expresen pacíficamente sus preocupaciones y sus frustraciones. No lejos de aquí, este tipo de marchas acaban con disparos, pero no en este país”, expresó el primer ministro.

Higgins, el símbolo

Higgins tiene 26 años de edad y se ha convertido en la última abanderada de la valentía australiana tras no ceder a las presiones y denunciar que en 2019 fue agredida sexualmente dentro de la oficina de la ministra de Defensa, Linda Reynolds. Sucedió pocos días después de conseguir el “trabajo de sus sueños” como becaria de la organización conservadora, tras salir de copas con un compañero. Según su testimonio, “estaba muy borracha” y éste la convenció para acceder al edificio institucional durante la noche y entrar a la oficina ministerial. Según su versión, Higgins se quedó dormida y al despertar, se dio cuenta de que el hombre estaba abusando de ella. Días más tarde le contó lo sucedido a Reynolds, justo en la misma oficina donde presuntamente sucedieron los hechos. La ministra afirmó a los medios que le ofreció su apoyo para que denunciara lo ocurrido a la Policía, mientras que Higgins, en cambio, argumentó que recibió presiones que le hicieron sentir que si lo hacía, perdería su trabajo.

“Me sentí silenciada”, afirmó la joven cuando en enero tomó la decisión de hacer pública su historia después de ver una foto del primer ministro en la que aparecía celebrando el coraje de una víctima de abusos sexuales que decidió denunciar. “Estaba al lado de una mujer que había hecho campaña por los derechos de las agredidas mientras que, en mi mente, su Gobierno había sido cómplice a la hora de silenciarme. Me lo tomé como una traición, como una mentira”, agregó. Tras su denuncia, tres mujeres más han decidido dar un paso al frente y cargar contra el mismo supuesto agresor por hechos similares. Como dato anecdótico, al acusado de las violaciones le echaron de su puesto por acceder a las oficinas parlamentarias durante la noche y, hasta el momento nadie ha dimitido, ni siquiera la ministra de Defensa.

Los cimientos del Parlamento se están tambaleando desde la confesión de Higgins y el Partido Liberal, con Morrison como máxima figura, está inmerso en un barrizal del que será difícil librarse. En las últimas semanas han salido a la luz otros casos de presuntas agresiones sexuales y comportamientos inadecuados de políticos y asesores que salpican al Ejecutivo y ponen de relieve una cultura catalogada por algunas representantes parlamentarias como de “masculinidad tóxica”, donde se minimiza a las víctimas y se protege a los agresores con el fin de salvaguardar la imagen de la organización.

“Creo que hay un problema en el Parlamento y en nuestra política federal en general sobre una cultura de privilegios y de masculinidad tóxica. Nunca se suelen escuchar las quejas y alegaciones de las agredidas. No estamos viendo un cambio sistemático ni una asunción de responsabilidad por parte de los líderes y eso tiene que cambiar”, ha afirmado Zali Steggall, parlamentaria independiente muy crítica con los últimos eventos.

Otros casos

Otro de los casos que están salpicando al Gobierno es el de Christian Porter, miembro también del Partido Liberal y fiscal general de Australia. El letrado y parlamentario fue acusado por una violación que ocurrió en 1988 y que se hizo pública el 26 de febrero tras una carta anónima recibida por la Policía Federal. Él tenía 17 años de edad y la supuesta víctima, 16. La mujer notificó los hechos a la Policía de Nueva Gales del Sur en febrero de 2020, retiró la denuncia en junio y un día después se quitó la vida. Al parecer, hace ocho años, la presunta víctima detalló el episodio con detalle a una terapeuta experta en agresiones sexuales. Porter, por su parte, ha negado los hechos.

“Tenía 17 años y la otra persona, 16. Los dos fuimos seleccionados junto a otros dos compañeros para el Equipo de Debate de Colegios Australianos y participamos en una competición internacional en la Universidad de Sídney. Fue hace mucho tiempo su siempre lo recuerdo como una época maravillosa. Puedo decir categóricamente que las acusaciones contra mí simplemente no sucedieron”, ha apuntado Porter.

Según ha afirmado la terapeuta a medios australianos, “la mujer era extremadamente elocuente, no deliraba y presentó la denuncia por su propia voluntad. Me dijo que nunca olvidó lo que sucedió y que estaba indecisa porque sabía que le iba a arruinar la vida al hombre”, ha señalado.

Sin testigos, sin comparecencias ante el juez, con la denuncia retirada y habiendo fallecido la víctima, prevalecerá la presunción de inocencia de Porter y su carrera política seguirá adelante.

Craig Kelly es un parlamentario independiente que hasta el 28 de febrero formaba parte del Partido Liberal. Ese día dimitió por diferencias con el Ejecutivo. Su mano derecha y asesor, Frank Zumbo, está en el ojo del huracán debido a las denuncias de algunas becarias sobre cómo se ha sobrepasado con ellas. Son varios los testimonios de jóvenes que han afirmado que las reclutó cuando aún estaban en el instituto y sin tener experiencia alguna (a una le ofreció trabajo después de verla cantar en un pub).

Según afirman varias de las jóvenes y otros miembros de su equipo, la oficina parlamentaria se convirtió es una una extraña combinación de políticos mayores y niñas adolescentes con faldas de colegio. Zumbo no tiene ninguna denuncia por agresiones sexuales, pero sí varias quejas internas sobre cómo obligada a las chicas a darle un beso en la mejilla todos los días, a tener reuniones a solas con él con la puerta de la oficina cerrada o a ponerles la mano sobre la pierna. Al menos cuatro mujeres se han sentido incómodas con él y varios emails internos filtrados a los medios confirman que había varias personas que percibían esos comportamientos salidos de tono.

Cada vez son más las mujeres que están relatando distintas formas de agresión sexual o comportamientos no adecuados dentro del santuario de la democracia australiana. Aunque el Partido Liberal está ocupando el centro de todas las acusaciones, se trata de una cultura con marcados tonos misóginos que superan a la organización, que han existido durante otros Gobiernos pasados y que transcienden más allá de la esfera política, se trata de una falla sistemática que también afecta a la sociedad australiana. No es una cuestión política, sino humana.