Gander, el pueblo de Canadá que el 11-S duplicó su población: "Se formaron vínculos de por vida"
Tras los ataques terroristas, EE.UU. ordenó el cierre de su espacio aéreo y los vuelos fueron desviados a Canadá
Gander, una localidad de 9.000 habitantes, acogió a 7.000 pasajeros durante tres días
Hablamos con el periodista estadounidense Jim Defede, que plasmó en un libro la hospitalidad de los vecinos de Gander
La estadounidense Hannah O'Rourke y la canadiense Beulah Cooper nunca se hubieran conocido de no ser por los ataques terroristas del 11-S. El impacto de los dos aviones contra las Torres Gemelas sorprendió a Hannah y a su marido Dennis regresando de Dublín en un vuelo con destino a su ciudad, Nueva York, que tuvo que ser desviado a Canadá. Estados Unidos ordenó el cierre de su espacio aéreo y 200 aviones en ruta, que ya no podían regresar a sus destinos de origen, aterrizaron en aeropuertos del país vecino. Una operación conocida como Cinta Amarilla (Yellow Ribbon Operation).
En Gander, una localidad remota de 9.000 habitantes en la isla canadiense de Terranova, acostumbrados a recibir menos de 10 vuelos diarios, aterrizaron 38 aviones comerciales, incluidos varios Boeing 747, con 7.000 pasajeros a bordo. Los O'Rourke fueron recibidos por Beulah Cooper, quien les ofreció una cama para dormir y mucha compañía durante aquellos días tan duros. Allí se enteraron de que su hijo Kevin, bombero en Nueva York, estaba desaparecido.
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"Hannah y Beulah han seguido en contacto todos los meses durante las dos últimas décadas. Hannah ha regresado a Gander y Beulah ha visitado a Hannah en Nueva York. Muchos pasajeros formaron vínculos de por vida", relata a NIUS desde Miami, Jim Defede. Este periodista estadounidense es autor de The day the world came to town (El día que el mundo llegó a la ciudad), un bestseller en el que narra la hospitalidad de los vecinos de Gander en aquellos días en los que cambió el mundo.
"Cuando volvimos a Nueva York supimos que Kevin había muerto al colapsar la torre sur. Por eso no podemos olvidar el consuelo y el afecto que Beulah nos dio durante esos días en Gander", recordaba Hannah en una entrevista a la cadena CBS.
Un pueblo volcado
Aquel 11 de septiembre de 2001, y en cuestión de horas, la población de Gander casi se duplicó, con viajeros de 95 países diferentes. En los alojamientos apenas tenían 500 camas disponibles. Todos se volcaron; muchos se hospedaron en colegios, iglesias y algunos ofrecieron sus casas para dormir o ducharse. Se hicieron turnos de comida y no dudaron en donar ropa, ya que la mayoría no tenía acceso a sus equipajes, incluso colchones. "Están muy orgullosos de lo que hicieron y sorprendidos por la repercusión que tuvo", afirma Defede, que viajó allí cinco meses después del 11-S.
"Para muchos de los pasajeros que entrevisté también cambió su sentido de comunidad", explica el autor de The day the world came to town. Roxanne Loper es una de ellas. Junto a su marido Clark regresaba a Estados Unidos tras casi un largo mes en Kazajistán, donde habían adoptado a su hija Alexandria. "Me dijo recientemente que ahora es voluntaria en Texas para ayudar a las personas afectadas por desastres naturales. También se ha asegurado de inculcar a sus hijos el mismo sentimiento de bondad que le mostraron en Gander", añade el periodista estadounidense.
¿Por qué eligieron Gander?
Las autoridades descartaron utilizar los aeropuertos de las grandes ciudades canadienses como Ottawa o Montreal por temor a que fueran también objetivo de los terroristas. Halifax, la capital de Nueva Escocia, de 400.000 habitantes, y Gander recibieron la mayoría de los vuelos trasatlánticos.
Gander tiene un aeropuerto internacional capaz de recibir aviones de gran fuselaje. Fue construido en el siglo XX por su situación geográfica. Para los vuelos desde Europa era escala obligatoria para repostar hasta los años 70, cuando los aviones tenían menos autonomía. También fue un punto estratégico en el camino de las tropas aliadas hacia Europa durante la II Guerra Mundial.
Becas como agradecimiento
Entre el 14 y 15 de septiembre, la operación Cinta Amarilla terminó y los aviones comenzaron a despegar del aeropuerto de Gander. En pocas horas el pueblo se vació, pero ya nada volvió a ser como antes. "Esta experiencia me reactivó la esperanza de que el mundo realmente puede ser un lugar mejor", afirma Defede. El agradecimiento de muchos de aquellos pasajeros se transformó en becas. Donaron, y donan a día de hoy, miles de dólares a un fondo que ha ofrecido becas de estudio a cientos de jóvenes. Nadie olvida aquel día que les unió hace 20 años.