Así se adaptan los niños afganos en Australia
34 menores sin compañía adulta fueron evacuados de Kabul y alrededor de 10 están en Australia
Existe preocupación sobre lo que llaman un proceso improvisado para estos niños refugiados
El simbolismo de la escena la hace inolvidable: mientras miles de personas pretendían ser evacuadas del aeropuerto de Kabul tras la llegada al poder de los talibanes, algunos padres y madres afganos confiaron sus bebés y sus niños menores de edad a los soldados estadounidenses. Se trató del último resorte de la desesperación y del punto de partida de dos travesías que comenzaron en el momento en que los pequeños dejaron los brazos de sus progenitores por los de personas uniformadas. Por un lado, el viaje interior de unos padres atormentados e impotentes ante la barbarie talibán, por el otro, el de unos hijos que supuestamente estarán a salvo pero alejados de los suyos de manera indefinida, y que desde ese momento adoptaron una nueva condición: la de refugiados.
Muchos de esos niños menores de edad que fueron evacuados sin compañía adulta han sido trasladados a Estados Unidos, Noruega o Australia. Según confirmaron oficiales estadounidenses, 34 pequeños fueron sacados de Kabul y alrededor de cinco de ellos se reunieron con familiares directos de manera rápida. Del total, una decena ya se encuentra en Australia junto a más de 100 refugiados entre los que hay muchos menores que sí tienen compañía adulta. Tal y como confirmó la ministra de Interior australiana, Karen Andrews, ninguno tiene menos de 10 años de edad y tan sólo uno está bajo custodia gubernamental al no tener algún vínculo familiar directo. Tras ser trasladados al país, los menores han hecho una cuarentena de 14 días en el Territorio del Norte y partir de entonces comenzará un proceso de reunificación complejo que “no es claro”, según Sarah Dale, la abogada del Servicio de Asesoramiento y Asistencia de Refugiados (acrónimo en inglés: RACS).
MÁS
“Espero que Australia haya actuado con la debida diligencia a la hora de evaluar si estos niños están permanentemente separados de sus familias”, afirmó a ABC News, “lo que ha provocado tanta tensión en este proceso de evacuación ha sido la falta de proceso y la falta de transparencia en torno a ese proceso”.
La identificación del estatus de refugiados de los menores no acompañados suele ser llevado a cabo por la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), así como las gestiones para cualquier reunificación familiar. Por eso, a la abogada le preocupa que no se sepa aún cuál será el procedimiento para estos niños que “necesitan ser remitidos a servicios especializados que les ayuden ante cualquier reclamación”, sentencia.
Trámites burocráticos
Los trámites burocráticos se desarrollan por un cauce y por otro va el mundo interior de los niños en su nueva realidad. Para ellos comienza un periodo de adaptación total lejos de su zona de seguridad, sin sus padres, sin los rostros que conocen, sin olores familiares, en otro ambiente, en otra lengua, en otra cultura y todo ello tras haber vivido una - o, potencialmente, varias - experiencias traumáticas. Existirán muchos efectos colaterales en su nueva vida.
“Los niños afganos que están llegando tienen un estado de salud mental distinto a los niños que llegan de Myanmar, por ejemplo. Éstos han estado en campos de refugiados durante algún tiempo y los sentimientos de desarraigo y de desahucio de sus casas ya han pasado”, afirma a NIUS Allyson Pazos, directora del área de juventud y comunidad de una institución de ayuda a refugiados en Nueva Gales del Sur. “En esta ola de afganos, el trauma es muy reciente, ya que las evacuaciones sucedieron hace dos o tres semanas. Aún están en shock porque, además, vinieron sin acompañantes, sin sus madres y padres. Al ser tan jóvenes, estos niños no tienen las herramientas para combatir un capital social que está roto. Eso es la capacidad de confiar en la gente de tu alrededor, el afecto, la conexión…”, señala Pazos.
El periodo de adaptación bajo el paraguas gubernamental suele durar alrededor de tres años y medio y personas como Pazos se encargan de guiarlos en su experiencia como nuevos integrantes de la sociedad australiana, les proveen de servicios para inmigrantes y les ayudan a entender su nueva experiencia su nueva cultural mientras se asientan. Los niños afganos entrarán en el sistema educativo en el momento en que tengan una estabilidad en el hogar. “Suelen tener mucha resiliencia. Aprenden inglés y se adaptan al colegio rápido, las escuelas les ofrecen mucho apoyo. Su integración se acelera más aún si tienen apoyo familiar”, agrega.
"Familiares o adoptantes de origen afgano"
A pesar de las lagunas en el proceso, los precedentes indican que a los niños afganos que han llegado a Australia y que tienen familiares se les intentará reunir con ellos mientras que al menor que no tiene vínculo alguno en el país se le buscará una familia adoptiva que forme parte de su misma cultura. Este último detalle es importante por varias razones, una de ellas es para que sientan la cercanía de su gente y de sus costumbres, y así evitar detonantes o diferenciaciones que saquen a la superficie algunos de sus traumas.
“Los valores de la comunidad afgana son muy fuertes. Son comunidades colectivas, mientras que la occidental es más individualista. Esto lo aplicamos en aspectos como la terapia. Hemos demostrado que a la hora de tratar problemas de salud mental, lo que funciona con ellos son las sesiones colectivas no las individuales. Les va mejor la fortaleza de la comunidad”, apunta. “Este tipo de niños no se concentran durante largos periodos de tiempo y no llevan bien lo de recibir instrucciones. Hay gente que cree que sos autistas pero no es así, está relacionado con un trauma. Por ejemplo, el respeto a la propiedad privada. Se meten en problemas muy fácilmente porque no la respetan, porque no les importa, no lo registran en el cerebro porque no han tenido un apego a cosas materiales”, agrega Pazos.
Los niños refugiados que han vivido en situaciones de estrés, no han tenido tiempo para sentir apego hacia cosas materiales o se han acostumbrados a compartirlas en comunidad. Esto es una de las grandes diferencias con la cultura anglosajona. Por eso, la educación es clave para los niños refugiados, sus compañeros de aula y sus profesores. “Es importante construir una cohesión social”, apunta Pazos. “Tanto en sus nuevos hogares como en el colegio, donde les ayudan a estar orgullosos de su identidad. Sienten más confianza con gente de un contexto similar y a la vez están listos para encajar con los australianos porque no quieren ser distintos”, señala.
"No hay añoranza"
Una de las grandes asunciones es que los niños que vienen de países en conflicto no echan de menos su tierra de origen debido a que están en un lugar mejor. Según Pazos, esta idea es equivocada ya que suelen extrañar su tierra, sobre todo si sus padres se quedaron atrás, y porque la tuvieron que dejar ya que “no tenían otra opción y probablemente no puedan volver”. Otro de los aspectos de su personalidad, que potencialmente se podría manifestar en su nueva cultura, es la desconfianza a la autoridad y al Gobierno.
“No es fácil ver cómo el Gobierno huye mientras que los nuevos gobernantes son talibanes que van armados y matan. En este tipo de casos, lo primero que sienten cuando ven a la autoridad es miedo”, sostiene Pazos. Por eso es importante que comiencen a relacionar a la autoridad como algo positivo, algo que realizan a través de actividades de integración con policías etc, donde practican deportes y otras actividades juntos. “Así entienden que alguien con uniforme está para ayudarles”.
A pesar de los esfuerzos institucionales y de las organizaciones sin ánimo de lucro, son algunos los refugiados que no consiguen integrarse en la sociedad. En Australia no existen datos sobre cuántos niños refugiados han entrado en el sistema penitenciario infantil y en cuanto a los casos de violencia doméstica, las cifras de víctimas en las comunidades multiculturales no son mayores que las de la cultura dominante australiana. Muchos de los que salen adelante y guardan su arraigo cultural suelen devolver aquello que recibieron. “Suelen ser muy agradecidos y tratan de compartir sus vivencias y experiencias con otros niños. Ayudan mucho a la comunidad”, sentencia Pazos.
Los niños afganos evacuados de Kabul a finales del mes pasado pasarán por un proceso de integración en el que tendrán la ayuda de adultos que pasaron por circunstancias similares y quién sabe si en un futuro ellos harán lo mismo. Pero para llegar a ese punto les queda un largo y difícil camino por recorrer en Australia. Algunos tendrán presente que hubo un día en que sus progenitores renunciaron a su naturaleza para darles una vida mejor y nunca olvidarán que la última vez que les vieron fue en aquel aeropuerto de Kabul. La reunificación será, quizás, su máxima meta.