“Roban más de 90.000 paquetes cada día en Nueva York” (23 de febrero de 2021). “Una madre y su hijo aparecen muertos en el lado en Nueva Jersey” (24 de febrero de 2021). “Una mujer arrastró a otra por el suelo para robarle en estación del metro de Nueva York” (26 febrero 2021). “Un estudiante de 19 años de la Universidad de Virginia es encontrado muerto después de una fiesta de fraternidad” (1 de marzo de 2021)…
Estos son una ínfima muestra de los titulares que ocupan las secciones de sucesos de los periódicos estadounidenses en la última semana. No sorprende que en una población de más 330 millones de habitantes se den todo tipo de fechorías, hurtos, robos, agresiones y asesinatos…más aún en un país donde la posesión de armas de fuego está protegida por la Segunda Enmienda de la Constitución. Pero lo cierto es, y así lo concluyen las estadísticas, que en el último año la violencia se ha incrementado considerablemente en todo el territorio.
La pandemia del coronavirus no sólo ha traído consigo una devastadora crisis sanitaria y financiera para Estados Unidos: el aumento de tasas de criminalidad en sus calles es más que preocupante.
El índice promedio de homicidios en la nación ha aumentado un 30% en 2020 con respecto al año anterior, especialmente en las grandes ciudades, aunque los datos son extensibles a la mayoría de los 50 estados que conforman el país.
A finales de año pasado, la policía de Chicago informó de más de 750 asesinatos, un crecimiento de más del 50% en comparación con 2019. A mediados de diciembre, Los Ángeles experimentó un incremento del 30% con respecto al año anterior con 322 homicidios. En la ciudad de Nueva York, se cometieron 437 homicidios cuanto terminaba diciembre, un 43% más que el año anterior.
Otras ciudades como Kansas City (Missouri), Indianápolis (Indiana) o Denver (Colorado), han marcado también un número récord de homicidios respecto de 2020. Los asesinatos Seattle (Washington) se elevaron un 63%; en Milwaukee (Wisconsin) un 85%.
Los factores que han influido en tan drásticas consecuencias, son varios y se pueden analizar desde distintos ángulos.
Richard Rosenfeld, criminólogo de la Universidad de San Luis, en el estado de Missouri, ha manifestado al respecto, en base a un estudio realizado por la Comisión Nacional sobre el Covid-19 y la Justicia Penal, en el que ha participado, que “los oficiales de policía de todo el país se vieron obligados a dejar las calles y ponerse en cuarentena, bien porque se contagiaron, o para evitar exponerse a colegas infectados”. Incluso cuando estaban trabajando “los requisitos de distanciamiento social impidieron que interactuaran de cerca con la comunidad”, aclara.
“Eso realmente redujo la capacidad de los agentes de dedicarse al tipo de vigilancia proactiva que puede hacer disminuir la delincuencia”, analiza Rosenfeld, a la par que detalla que la ciudad de San Luis registró 262 asesinatos el año pasado, la mayor cantidad desde los 267 en se cometieron en 1993, cuando la población de la localidad era sustancialmente mayor.
En Nueva York, a la violencia callejera propia y habitual en la urbe, se suman un elevado número de indigentes y drogadictos que se han apoderado de algunas zonas de la ciudad, como el distrito histórico de Upper East Side donde se asienta una zona residencial y de comercio en la isla de Manhattan.
“He visto más delitos, drogas y acoso en una semana que en toda mi vida aquí”, lamenta Elizabeth Carr, madre de tres hijos y residente en Upper East Side, que ha tomado la iniciativa de liderar una organización de más de 2.500 madres del vecindario preocupadas por el aumento de criminalidad, de pandillas, de consumo de marihuana y mendigos agresivos. Las peleas entre ellos mismos crean además un conflictivo ambiente de convivencia.
“No quiero ver a un niño herido o violado, antes de que se den cuenta de que quizás fue un error poner a [cientos de] drogadictos y delincuentes sexuales cerca de las escuelas en la población residencial más densa de la ciudad”, dijo la líder popular.
El alcalde demócrata de Nueva York, Bill de Blasio, ha comentado acerca de esta gran incertidumbre generalizada entre los ciudadanos, que el repunte "está claramente relacionado, en parte, con el coronavirus y con la particular situación de que la gente está encerrada, y por otro, con el hecho de que el sistema de justicia penal está en pausa y eso está causando muchos problemas".
Las tasas de homicidios de 2020 en Estados Unidos, superaron los niveles de 2019 todos los meses, pero el incremento fue mayor después de las protestas masivas desatadas por la muerte del afroamericano George Floyd en Minneapolis (Minnesota), el 25 de mayo. En Chicago, entre el 29 y el 31 de mayo, 25 personas fueron asesinadas en la ciudad y otras 85 resultaron heridas por disparos.
En una metrópoli que tiene reputación mundial por sus niveles de crimen, incluso cuando 900 asesinatos por año eran algo común a principios de los 90, aquel fin de semana fue el más violento en la historia moderna de Chicago, con escasos recursos policiales frente a las protestas y los saqueos.
El reverendo Michael Pfleger, un veterano luchador contra la violencia callejera en el barrio de Gresham, ubicado en el corazón del sur Chicago, señala no obstante que, al margen de los disturbios derivados del asesinato de Floyd, “los problemas sistemáticos que han afectado a las comunidades minoritarias durante décadas, como el desempleo, la inseguridad alimentaria y la falta de vivienda, ya se habían visto agravados por el brote de Covid-19, que empeoraron la situación”.
Chicago lleva años liderando el ranking de ciudades más violentas de Estados Unidos. Su alcalde demócrata ha sido criticado por la falta de inversión en policía y en seguridad, así como de fracasar en las políticas educativas y sociales. Las muertes por violencia con armas de fuego en Chicago, batieron un récord en 2020 con 769 asesinatos, un aumento considerable en comparación con los 495 asesinatos contados en 2019.
"Ese es, con diferencia, el número más alto de homicidios relacionados con armas que hemos tenido. La única vez que nos acercamos a estas cifras fue en 1994, cuando tuvimos 838 homicidios por la violencia con armas", ha dicho Natalia Derevyanny, portavoz del Centro Médico del condado de Cook (Illinois), el segundo más poblado de los Estados Unidos después del condado de Los Ángeles (California).
En el estado de Colorado, Denver se posiciona igualmente como una de las ciudades que más muertes por homicidio ha registrado el año pasado -95 en total-, siendo este el dato más alto desde 1981. La cifra supone un aumento del 51% de asesinatos sobre los 63 registrados en 2019.
El nivel histórico de homicidios combinado con un aumento asombroso de tiroteos no mortales supuso de promedio para Denver que, al menos una persona fue asesinada a tiros al día el año pasado, según los datos de la policía estatal.
Uno de los factores que impulsaron la violencia el año pasado fue un mayor número de asesinatos perpetrados por pandillas que el departamento de policía entiende básicamente como “asesinatos cometidos para el apoyo financiero de una pandilla o entre dos pandilleros”.
Joe Aragon, director de programas de la organización sin ánimo de lucro Urban Project y experimentado activista en la lucha contra la violencia en Denver, atribuyó parte del aumento de la violencia de las pandillas a que las personas pasan una mayor cantidad de tiempo en las redes sociales, donde las peleas y los conflictos se manifiestan en comentarios y mensajes.
Más que cualquier factor específico, Dodge señaló el elevado estrés que muchos han sentido durante la pandemia. Cuando las personas luchan por satisfacer sus necesidades básicas y las oportunidades legales parecen escasas, algunos pueden recurrir a métodos ilegales de supervivencia, dijo.
Además de las vidas que se ha llevado la pandemia del coronavirus por delante en Estados Unidos -más de 514.000 personas-, una de sus grandes consecuencias ha sido la pérdida de puestos de trabajo por parte de millones de estadounidenses que han visto seriamente dañada su economía.
Las ayudas financieras que el estado ha proporcionado a las familias, ha paliado el golpe para muchos pero, como era previsible, el incremento hurtos, robos y con o sin violencia física contra las víctimas, se ha intensificado, más aun teniendo en cuenta que Estados Unidos en un país donde el nivel de coste de vida es elevado.
"Tenemos datos que reflejan que el aumento de los asesinatos se produjo en las primeras etapas de la pandemia y que también se incrementó en la primera etapa del verano", observa Jeff Asher, consultor de datos con sede en Nueva Orleans, y que ha estudiado las tasas de delincuencia en más de 50 ciudades. Por otro lado, es significativo también que “el aumento de los asesinatos se reanudó en septiembre y octubre cuando parte de la ayuda financiera comenzó a desaparecer", argumenta Asher.
Además de los conflictos violentos que se generan por parte de las pandillas y entre sus miembros, un análisis policial concluye que la causa más común de los homicidios viene dada por una discusión o pelea que se convirtió en un asesinato.
El origen es diverso. Los fatales desenlaces pueden surgir en fiestas y celebraciones en casas, por disputas entre vecinos o peleas físicas que se intensificaron hasta que alguien disparó un arma.
Mientras en Estados Unidos se está llevando a cabo una intensa campaña de vacunación para prevenir el Covid-19, los analistas consideran que también sus efectos se verán reflejados en las tasas de delincuencia y crimen que acusa el país.
La profesora de derecho de la Universidad de Yale, Tracey Meares, dice que las vacunas ayudarán, ya que la pandemia ha impedido que funcionen muchos programas contra la violencia: "Estos programas requieren una gran cantidad de contacto cara a cara, por lo general, entre los proveedores de servicios y las personas que tienen más probabilidades de cometer estos delitos y ser víctimas de ellos", explica Meares. "Y es mucho más difícil hacer eso cuando la gente no puede conocerse en persona".
La vacuna del coronavirus obviamente no eliminará la delincuencia de todo un país que sufre unos escalofriantes datos de muerte por asesinato, en la mayoría de los casos provocados por la bala de un arma, aunque se espera que poco a poco, esta ayude a recobrar cierta normalidad en la convivencia entre sus ciudadanos. En cualquier caso, y hasta que sus efectos se vean reflejados en las estadísticas de criminalidad, el panorama, a priori, se presenta ciertamente oscuro.