La manera en la que el New York Times ha manejado los enfrentamientos internos entre el personal de su redacción y que ha tenido como resultado la renuncia de un veterano y reconocido reportero científico que llevaba 45 años trabajando para el histórico periódico, ha creado una gran polémica protagonizando numerosos titulares en otros muchos medios de comunicación estadounidenses, además de un reguero de turbulentos mensajes en las redes sociales. Al New York Times le han llovido las críticas, y no por falta de razón.
El motivo de la discordia: el uso de la palabra nigger por parte del prestigioso periodista Donald G. McNeil Jr, en un viaje para estudiantes de secundaria patrocinado por el NYT en 2019, en el que participaba en calidad de experto guía.
"N": la palabra prohibida
En una de las cenas de dicho viaje, un estudiante le preguntó si pensaba que una compañera de clase debería haber sido expulsada por decir la palabra nigger en un video que hizo cuando tenía 12 años.
Para responder a la pregunta, McNeil preguntó al joven si había llamado así a otra persona o si estaba rapeando o citando el título de un libro. “Al hacer la pregunta, yo mismo usé el insulto”, reconoció el premiado periodista.
Conviene apuntar, para poner en situación, que el término nigger, a pesar de estar imbuido en la historia y en la cultura estadounidense, es una palabra prácticamente tabú. En cualquier artículo de la prensa estadounidense el vocablo en cuestión se suple por la letra "N" para referirse al sustantivo y así evitar cualquier duda en la intención en su connotación.
Originado en el siglo XVIII como una adaptación del sustantivo español “negro” y descendiente del latín niger, está incluida en multitud de obras literarias, musicales, teatrales, cinematográficas etc. Pero en la actualidad y desde hace muchos años, el vocablo es considerado peyorativo y racista -especialmente despectivo-, aunque todo depende de quien lo diga y el contexto en el que se diga. No es lo mismo si el interlocutor es blanco o negro. En el primer caso es un fatal insulto. En el segundo, puede tener un tono de denigración dentro del grupo, pero también puede ser entendido como neutral e incluso afectuoso. Y McNeill es un hombre blanco.
Para dirigirse a las personas de color, el término políticamente correcto es "afroamericano", aunque también está socialmente aceptado "black" ("negro"), como se puede comprobar, por ejemplo, con el nombre que tiene la organización Black Lives Matter (Las vidas negras también importan).
Además de ser blanco, el reportero de 66 años de edad, especializado en pandemias y plagas, ha informado desde 60 países a lo largo de su carrera y se le reconoce que, gracias a sus reportes científicos, se han salvado miles de vidas en el mundo. Ganador de numerosos premios por su escrupuloso trabajo y con una brillante trayectoria profesional, la exestrella del NYT ha gozado además de un gran reconocimiento en el último año por su cobertura del Covid-19.
Dicho esto, tras el viaje a Perú, NYT recibió varias quejas de estudiantes y padres que reprocharon los comentarios que McNeil había hecho a los chicos.
Tras una investigación llevada a cabo por el emblemático periódico, inicialmente, el editor ejecutivo, Dean Baquet, determinó que el lenguaje de McNeil era ofensivo y mostraba poco juicio, pero no creía que sus intenciones fueran "odiosas o maliciosas", por lo que decidió dar a McNeil "otra oportunidad".
Pero pasados unos días, en una carta firmada por 150 trabajadores dirigida al editor AG Sulzberger, sus compañeros criticaron el manejo de la situación por parte del NYT:
“A pesar del aparente compromiso de The Times con la diversidad y la inclusión, le hemos dado una plataforma sobresaliente -un bastión crítico que cubre una pandemia que afecta desproporcionadamente a las personas de color-, a alguien que eligió usar lenguaje ofensivo e inaceptable según los estándares de cualquier sala de redacción", manifestaron los detractores.
La directiva del histórico diario respondió diciendo que estaban de acuerdo en gran medida con el contenido de la carta y que continuarían la investigación. Con una brecha abierta en la redacción del periódico, y una lluvia de discusiones y desencuentros entre partidarios y detractores, poco después, McNeil, renunció.
Ante la enorme presión, en una carta dirigida a la que ha sido “su casa” desde 1976, McNeil, escribió: "No debería haber hecho eso. Al principio, pensé que el contexto en el que usé esta fea palabra podría ser defendido. Ahora me doy cuenta de que no se puede. Es profundamente ofensivo y hiriente”, lamentó el reportero. “Por ofender a mis colegas, y por cualquier cosa que haya hecho para dañar al Times, concluyó McNeil.
Posteriormente, en otro escrito, el editor ejecutivo Dean Baquet, y el editor en jefe, Joseph Kahn, trasladaron al equipo del gigante periodístico un mensaje contundente: "No toleramos el lenguaje racista independientemente de la intención".
Las ofensas no residen en las palabras, sino en la intención con la que se pronuncia. Sin embargo, por sorprendente que parezca, lo cierto es que la coacción e influencia de sus propios compañeros, reciclada en los últimos años y perteneciente a una generación más joven más intolerante, tuvo más fuerza que el resultado de la investigación. Por tanto, la intención o el propósito con la que McNeill utilizó el impronunciable término, no ha tenido valor alguno, tirando por tierra toda una exitosa carrera profesional.
Y esto es precisamente lo que para muchos colegas de la profesión es inconcebible y que ha hecho correr ríos de tinta en los últimos días. Twitter y Facebook han sido también otro enorme foco de controversia.
La exeditora del New York Times, Jill Abramson dijo que “es doloroso más allá de las palabras" que la carrera de McNeil en el Times se vea truncada, especialmente cuando la decisión "la toman sus líderes bajo coacción y bajo un intenso escrutinio público".
“Como cualquier periodista que haya trabajado allí, disfruto escuchando chismes y las odiseas internas. Pero últimamente, han amenazado con poner en peligro la misma institución que he venerado desde que estaba en la escuela primaria”, escribió Abramson. "¿Los lectores se han visto afectados negativamente por lo que sucedió dentro del NYT o por el comportamiento del Sr. McNeil?", plantea la exeditora del Times. "La respuesta es no", deduce.
El excorresponsal del Times, Steven Greenhouse, criticó a aquellos “mucho más dispuestos a simpatizar con estos jóvenes privilegiados que con un colega veterano”.
El reportero Michael Powell tuiteó una declaración de la asociación mundial de escritores que aboga por la libertad de expresión, Internacional PEN, que decía: “Que el reportero Donald McNeil Jr. termine su larga carrera como resultado de una sola palabra, corre el riesgo de enviar un mensaje escalofriante. Que el periódico aparentemente haya alterado su curso ... como resultado de la presión pública, es una señal más preocupante".
El columnista del New York Times, Brett Stephens, escribió un artículo en el que ponía en entredicho el liderazgo del periódico, pero su columna no vio la luz, censurada por uno de los editores de la atribuida publicación. El artículo llegó a las manos New York Post, haciéndolo público en sus páginas.
"¿Debería la intención ser lo único que cuenta en el juicio? Obviamente no. ¿Puede la gente hacer cosas dolorosas, dañinas, estúpidas u objetables, independientemente de la intención? Obviamente. ¿Alguno de nosotros quiere vivir en un mundo o trabajar en un terreno donde la intención se descarta categóricamente como factor atenuante? Espero que no".
“Es la diferencia entre asesinato y homicidio. Es un factor agravante o atenuante en el ámbito judicial. Es una consideración fundamental en los indultos”, analiza Stephens.
El profesor de la Escuela de Periodismo de Columbia y ex editor del Wall Street Journal, Bill Grueskin, tuiteó: “Es difícil imaginar cómo el NYT pudo haber hecho un trabajo más completo y eficiente para degenerar esta situación con Donald McNeil y los insultos raciales”.
La revista National Review va más allá, considerando que, sobre un artículo que genere contratiempo en un importante medio de prensa estadounidense, hay una división entre la "vieja guardia", que está comprometida con la libertad de expresión y el pluralismo, y los "nuevos jóvenes despiertos", que no lo están. Sin embargo, esa vieja guardia fue una vez un guardia joven. Y, un día, el joven despierto será el viejo despierto”, advierte en su publicación.
“Porque los administradores, que deberían saber más, temen que sus oficinas se llenen de manifestantes o que ellos mismos sean atacados”, continúa el National Review, concluyendo que “gran parte de la crítica a nuestro nuevo antiliberalismo estadounidense se centra en las ideologías que lo informan”.