En México, la estrategia de armar a niños contra narcotraficantes ya causó gran polémica hace unos meses. La comunidad indígena sigue pidiendo ayuda al Gobierno para defenderse de los delincuentes de la droga que dominan la región, pero no llega, y los menores siguen empuñando sus armas.
'Responder con fuego a los sicarios'. Así comenzó la presentación de los 17 nuevos niños policía en el estado de Guerrero. Con el rostro trapado, recorrieron las calles de Ayahualtempa, en el municipio de José Joaquín de Herrera, entre gritos de "viva".
Son niños de 7 a 10 años. Dejaron los cuadernos y los juegos por armas y protestas. Niños policías unidos a otro centenar, entre menores y adultos, que defenderán varios pueblos indígenas en la zona, especialmente en la montaña.
Desde hace cinco años prolifera una "policía comunitaria" de autodefensa. Argumentan que se han visto abocados por el fracaso del estado para controlar a las bandas de narcotraficantes, ya que no cumplen sus "compromisos".
Hasta que llegue la protección, entrenan a sus niños con escopetas reales o empuñando palos con forma de rifles. El entrenamiento de los pequeños, que el mundo ve con estupor, ha sido el siguiente paso en la espiral de violencia imperante en ese enclave. El pasado enero fueron brutalmente asesinados 10 músicos que cruzaron las líneas de protección de las milicias de autodefensa.