Como a tantas y tantas personas, a una anciana de Francia y a un joven británico, la pandemia les truncó sus planes de vida. Ahora, un año después, el coronavirus
Cada lunes, Jackeline y Elliot se conectan a la Red. Les separan kilómetros, pero eso no importa. Ella, de 98 años, lo hace desde su residencia de Francia, y él, de 20 años, desde Inglaterra. Ambos se encontraron gracias a un programa que conecta jóvenes y mayores. El joven no pudo hacer su viaje de inmersión lingüística a Francia y la anciana tuvo que vivir un estricto confinamiento en su residencia. Gracias a Internet, ambos disfrutan de su nueva amistad.
Confiesan que al principio fue extraño: salto generacional, diferentes culturas, y la barrera del idioma. Muros que ellos derriban en cada conversación. Como tantas y tantas personas tienen algo en común: el coronavirus ha dejado huella en sus vidas.
Jackeline ha pasado todo este tiempo en completa soledad y por eso no dudó en apuntarse a este programa para conocer jóvenes: "Dije que si porque sabia que me haría muy feliz", confesaba. Para ella es compañía, para él, aprendizaje. Una amistad inesperada forjada por la pandemia.
En España también han surgido iniciativas como esta en la que los jóvenes han tratado de acompañar a los más mayores en los momentos más duros de la soledad y el coronavirus.
Un grupo de universitarios de Granada puso en marcha una entrañable iniciativa. Se llama 'Cabezas y corazones'. Son cartas que los estudiantes envían a ancianos de residencias con el fin de que se sientan acompañados en estos tiempos de pandemia. En ellas, les reconocen el mérito de su actitud ante el confinamiento, en muchos casos solos desde marzo. Así que les dan las gracias por el ejemplo de resistencia ante la adversidad que están dando.