Aziz Akhannouch, el magnate de las gasolineras que presidirá el Gobierno marroquí

  • El empresario de 60 años se impone en las elecciones generales marroquíes al frente del Reagrupamiento Nacional de Independientes tras ser ministro de Agricultura y Pesca desde 2007

  • Amigo del rey de Marruecos y al frente de un imperio empresarial, Akhannouch es CEO del Grupo Akwa, un conglomerado dedicado fundamentalmente a la industria del gas y el petróleo

No cabía otro guion que la derrota de los islamistas del Partido Justicia y Desarrollo (PJD) y la victoria del liberal Reagrupamiento Nacional de Independientes (RNI) en la triple cita electoral marroquí del 8 de septiembre, reunidas legislativas, regionales y municipales un miércoles para tratar de lograr la mayor participación posible en medio de un panorama muy difícil para la inmensa mayoría de los marroquíes tras año y medio de pandemia. En un país imprevisible en tantas cosas, esta vez los pronósticos –las encuestas electorales están prohibidas- lo clavaron.

Tras pasar de 37 escaños en las legislativas de 2016 a los 102 diputados de este miércoles (en una cámara baja con 395 asientos), el RNI es la primera fuerza política de Marruecos. Su éxito tiene, incontestablemente, un nombre: el empresario –y ministro de Agricultura desde 2007- Aziz Akhannouch. El hombre más rico de Marruecos –excluyendo al rey- y decimosegundo de África, según Forbes. La revista estadounidense estima que el empresario marroquí atesora una riqueza neta de 2.000 millones de dólares a fecha del 9 de septiembre. Una fortuna forjada a lo largo de una dilatada carrera empresarial como máximo accionista del Grupo Akwa, dedicado sobre todo a la industria del petróleo y del gas, aunque opera también en los sectores de las telecomunicaciones, el turismo y el inmobiliario.

A la cabeza de un imperio empresarial

Hijo del hombre de negocios Ahmed Oulhaj Akhannouch, fundador de la distribuidora de combustible Afriquia SMDC en 1959, Aziz nace en la pequeña localidad de Tafraout –provincia de Tiznit, región de Souss-Massa-, donde cursa estudios primarios y secundarios. Posteriormente Akhannouch parte a Canadá para proseguir sus estudios y obtendrá un MBA en la Universidad de Sherbrooke, en Quebec, antes de completar un período de prácticas en la petrolera francesa Elf.

A su regreso a Marruecos, el joven Akhannouch se convierte en director general adjunto de Afriquia, donde lidera la restructuración e impulso de la compañía fundada por su padre. En 1999 dos compañías del Grupo Akwa entran en bolsa: Afriquia Gaz y Maghreb Oxygène.

A partir de la década de los 2000 el Grupo Akwa experimentará un proceso de diversificación que le llevará a penetrar en los sectores hotelero, inmobiliario, telecomunicaciones y mediático. Entre las firmas integrantes del holding figuran, además de la citada Afriquia, Tissir Gaz, National Gaz, Ultra Gaz, Mini Brahim, Speedy, Oasis Café, Maghreb Oxygène, Nissa Min Al Maghrib, La Nouvelle Tribune o La Vie Économique.

Seis años más tarde, en 2005, Akhannouch adquiere Somepi, competidora de Afriquia SMDC, firma financiada por el grupo financiero Attijariwafa (filial, a su vez, del holding real SNI).

En el terreno personal, Akhannouch está casado con la empresaria Salwa Idrissi, propietaria del holding Aksal –líder marroquí en el sector minorista, del lujo y de los centros comerciales- e hija del también empresario del té Haj Hmad Benlafkih, con la que tiene tres hijos. La familia Akhannouch vive a caballo entre la capital marroquí, Rabat, y Agadir.

Ministro de Agricultura desde 2007

La figura de Akhannouch no es, desde luego, la de un debutante en política. El futuro jefe del Gobierno marroquí es el ministro de Agricultura y Pesca ininterrumpidamente desde 2007 –por tanto, en gobiernos tanto presididos por los nacionalistas del Istiqlal como por los islamistas del PJD. Al frente del citado ministerio, Akhannouch impulsó primero, con resultados positivos, el Plan Marruecos Verde, con el que Rabat pretendía modernizar el sector agrícola con objeto de convertir al país en una potencia en el sector, y, posteriormente, el Generation Green.

Independiente en sus primeros años de trayectoria empresarial y política –en 2003 alcanza la presidencia del Consejo de la región Souss-Massa-Draa-, comienza a militar en el RNI a partir de su nombramiento por parte del rey como ministro, se distanciará de la dirección años más tarde para acabar presidiendo la formación liberal-conservadora en 2016 tras suceder al ex ministro de Exteriores Salaheddine Mezouar. Desde entonces combina su actividad empresarial y la cartera de Agricultura y Pesca con la secretaría general de la formación.

Fue en 2016, tras las últimas legislativas y ante la incapacidad del PJD a la hora de formar la coalición gubernamental, cuando la figura del secretario general del RNI comenzó a ganar enteros como líder llamado a cotas mayores. Como explica a NIUS el catedrático emérito de Estudios Árabes e Islámicos de la UAM Bernabé López García, “fue Akhannouch precisamente quien hizo el trabajo más fuerte, forzando a Benkirane [candidato del PJD, ganador de las elecciones legislativas de 2016] a transigir con la Unión Socialista de Fuerzas Populares en el Gobierno, cuando era una línea roja que sabía que aquel no estaba dispuesto a aceptar. Desde aquel momento se veía ya a Akhannouch como el verdadero relevo, una vez fracasado el proyecto del PAM”.

En 2018 tiene lugar un hecho insólito que puso de relieve los vínculos entre poder y política entre los marroquíes: las gasolineras Afriquia, junto con la firma de productos lácteos Centrale Danone y la de agua mineral Sidi Ali, es objeto de un boicot ciudadano sin precedentes a través de las redes sociales por representar las tres sociedades, según sus promotores, el encarecimiento de la vida en Marruecos. Investigaciones posteriores apuntarían a grupos islamistas como impulsores de una campaña dirigida contra la empresa de Akhannouch.

Cuando la pandemia comenzaba a golpear con crudeza, en marzo de 2020, el empresario y ministro hace, a través de Afriquia, una aportación de unos 1.000 millones de dírhams (cerca de 100 millones de euros) al Fondo de Gestión de la Pandemia impulsado por el rey Mohamed VI para ayudar a las personas más golpeadas por la crisis sanitaria.

En sus primeras declaraciones tras la cita del miércoles, Akhannouch aseguraba que la convocatoria electoral fue “una victoria de la democracia” y que “los marroquíes querían cambio”. “Estamos dispuestos a actuar con confianza y responsabilidad con todos los partidos que comparten con nosotros los mismos principios y visión en términos programáticos a fin de afrontar juntos los desafíos bajo la alta dirección clarividente de su majestad el rey”, afirmaba este jueves en una rueda de prensa celebrada en Rabat dando pistas sobre la composición del futuro gabinete.

Una fulgurante campaña

Las restricciones sanitarias impuestas por las autoridades marroquíes para doblegar la pandemia –las cifras oficiales marcaban en agosto sus peores registros- obligaron a limitar los aforos en los actos de campaña, que fue la más virtual de la historia. Y ahí la apuesta financiera de Akhannouch no iba a tener rival. Cuidadas puestas en escena, siempre con una importante presencia juvenil, y elaboradas producciones de calidad audiovisual marcaron la diferencia en la campaña. Una campaña a la americana, con continuas apelaciones a la responsabilidad y a la necesidad de apostar por el talento y el emprendimiento, que lo llevó a recorrerse, a pesar de las restricciones sanitarias, Marruecos de norte a sur, todo ello en un país acostumbrado a ceremoniales políticos más austeros y anodinos.

Y para muestra, un botón: durante toda la campaña el partido mantuvo instalada a la entrada de su sede una carpa en la que se practicaban test rápidos de antígenos. Toda una exhibición de músculo cuando la sociedad marroquí no ha destacado precisamente por el respeto escrupuloso de las medidas sanitarias de manera cotidiana.

‘Tú mereces más’ fue el lema escogido por el RNI en la campaña. En cuanto a lo puramente programático, consciente del descrédito de la clase política marroquí, Akhannouch trató de huir de promesas grandilocuentes y se centró en elaborar una propuesta “seria” con un número limitado de medidas concretas, entre ellas la creación de la cifra mágica de un millón de puestos de trabajo, la aprobación de una asignación económica para los mayores de 65 años sin ingresos, el incremento del presupuesto sanitario o el incremento del salario de los docentes.

A juzgar por los resultados obtenidos el miércoles, Akhannouch acertó al trata de evidenciar el contraste entre la imagen de modernidad del RNI y las formas pedestres del PJD, entre la pobre gestión económica de los islamistas y su historia de éxito empresarial, entre futuro y pasado. Por lo menos acertó, eso sí, entre quienes introdujeron en las urnas las papeletas del RNI (al cierre de este texto no se conocían ni número total de votos populares ni porcentaje de voto). Recordemos, para tener una idea más exacta de la fotografía electoral marroquí, que el censo electoral es voluntario y no universal, y que los más de 17,5 millones de ciudadanos inscritos en él representan en torno al 75% de la población con derecho a voto (siempre según estimaciones porque el Estado no cuenta con censo oficial desde 2014).

La ‘success story’ de Akhannouch, de 60 años, entra en su fase culminante con la victoria en las elecciones generales de 2021 al frente del partido liberal. Para muchos la suya es la historia de una ambición personal cuyo único objetivo es el de seguir enriqueciéndose; para otros se trata del hombre adecuado para una coyuntura económica y social muy difícil. La nueva Constitución marroquí de 2011 –nacida del empuje reformista de la Primavera Árabe- establece que sea el líder del partido más votado en las legislativas la persona que el rey designe como primer ministro con el encargo de formar gobierno. Así será, salvo sorpresa, con Aziz Akhannouch, el favorito y el amigo del rey, quien culmina una ambición que una parte de los marroquíes espera pueda procurarles una existencia algo mejor. Tendrá, para empezar, que desmentir a quienes están convencidos de que es indiferente qué partidos integren el gobierno, pues el rumbo del país y las decisiones que les afectan no dependen de ello, sino de los designios de Palacio.