La moda de tocar las estatuas en lugares turísticos ha llegado al límite en Dublín. Allí, las autoridades de la capital irlandesa han pedido proteger expresamente la figura de Molly Malone. Consideran muy mal ejemplo para las futuras generaciones que demasiados transeúntes caigan en la tentación de manosear sus pechos de bronce.
Que paren de tocar los pechos a la joven pescadera de bronce en Dublín es lo que piden las autoridades de la ciudad irlandesa, y hasta se plantean elevarla. Dejar a Molly Malone en paz es la iniciativa de una artista callejera.
No basta con mirar, hay que tocar los pechos para volver y con semejante excusa, o la de tener suerte, los turistas aprovechan. Ocurre lo mismo en Florencia, donde se desgasta el hocico del cerdo. En Madrid, el culo del vecino curioso ya ha cambiado incluso de color. Más que tocar, muchos turistas manosean y son tantos que el bronce se desgasta por la acidez del sudor de las manos.
Quien busca la fertilidad, toca las partes nobles del periodista francés Victor Noir, en París. Ni en su tumba lo respetan. Tampoco respetan a Julieta, en Verona, a la que también manosean los pechos. Miles de turistas visitan el Toro de Wall Street, en Estados Unidos, para tocarle los testículos.
Por suerte, en Dublín algún niño da ejemplo, y solo se hace una foto con las manos quietas.
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