En Belén, cuna del cristianismo no hay Navidad: la guerra y sus secuelas de muerte ha truncado las ganas de festejar. Familias viviendo entre las ruinas de sus casas o en campamentos de refugiados hablan de sus deseos y añoranza, pero también de los que perdieron. Una pareja espera un hijo que llegará en Navidad. "Ese será nuestro regalo", aseguran: "Saldremos adelante, esa es nuestra luz". La información de la periodista Lara Escudero.
Según el cristianismo, aquí empezó todo. Un 25 de diciembre nació Jesús y con él, la Navidad, pero en el Belén real, nada se celebra ya. Las luces se apagaron, tampoco los árboles decoran las calles. Apenas modestos guiños, porque la guerra y la represión han truncado la ilusión. La ciudad de Belén alberga uno de los mayores campos de refugiados de Cisjordania, donde conviven más de 7.000 personas en menos de un kilómetro cuadrado, un campamento que desde hace décadas cobija la desgracia.
A las puertas del campamento ya se vive la tragedia. Abderrahman era un niño que jugaba justo en este punto al fútbol hasta que un francotirador le disparó desde esa torre de vigilancia y murió en el acto. Cada palestino lidia con su propio drama interior y esta familia no es la única que sufre.
Alí se reencuentra con Mahmoud tras pasar 10 meses en una prisión israelí. No hice nada, ni siquiera leyeron mis derechos, ha sido muy duro, me golpeaban cada día, he perdido 50 kilos. Las redadas israelíes son continuas violencia, símbolos palestinos confiscados. Las paredes recuerdan las vidas perdidas.
Tantas granadas han sido lanzadas que Abud empezó a extraer su metal para reconvertirlo en joyas, ganar sustento y reivindicar su identidad. La hija de Ali murió intoxicada por una bomba de gas. Tenía dos años. El miedo, el hambre, la falta de agua apresan a sus gentes. Aún así tratan de dar rienda suelta al destino y a las sonrisas.
Ahora Ali se aferra al amor de los suyos y a los milagros, dice. Rim, su mujer, está embarazada de nuevo. Daré a luz el día de Navidad. Podríamos decir que somos como María y José. En casa preparan la llegada del pequeño Joah. "No sé qué futuro le espera a nuestro hijo. A veces no tenemos comida, pero saldremos adelante. Es nuestra luz". Rim y Ali se despiden entre el dolor y la esperanza desde su particular portal de Belén.
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