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Las celebraciones continúan en el segundo día de esta nueva Siria que parece unida, sobre todo, por el odio al régimen de los Al Assad. La estatua del dictador en la basura resume el sentir general y también la incertidumbre tras la caída del régimen. Ahora la pregunta es quién es Mohammed al-Bashir, el encargado de formar un Gobierno interino.
No todo es fiesta, sin embargo, también reina el caos en las celebraciones y en la misma medida la incertidumbre, porque nadie tiene muy claro quién manda hoy en Siria. Por ahora, el hombre fuerte es Abu Mohammed Al Jolani, líder del HTS, el principal grupo rebelde, considerado hasta ahora terrorista por los Estados Unidos, que ofrece 10 millones de dólares por su cabeza.
La coalición de grupos yihadistas y rebeldes responsable del derrocamiento del régimen de Bashar al Assad ha anunciado la creación de una autoridad de transición encabezada por Mohammed al-Bashir, quien hasta ahora estaba al frente del Gobierno de Salvación nombrado por Hayat Tahrir al Sham (HTS) en zonas bajo su control en Idlib.
Al Bashir ha sido encargado con la formación de un nuevo gobierno "para gestionar la fase de transición" tras unas conversaciones con el primer ministro saliente, Mohamed al Jalali, con el fin de materializar "una transferencia de poder" que "evite que Siria entra en un estado de caos".
"Nuestras fuerzas están completando el control de la capital y preservando las propiedades públicas. El nuevo gobierno iniciará sus trabajos inmediatamente después de su formación", ha dicho a través de un comunicado publicado en Telegram después de un encuentro entre Al Jalali y el líder de HTS, Abú Mohamed al Golani.
Para empezar ha explicado que arrestará a los que "propaguen las diferencias sectarias" y "amenacen a miembros de minorías", al tiempo que ha prohibido la imposición de un código de vestimenta obligatorio para las mujeres y ha garantizado "las libertades individuales" de todos los ciudadanos del país asiático.
"Está totalmente prohibido interferir con la vestimenta de las mujeres o imponer cualquier petición relacionada con su apariencia o forma de vestir, incluidas reclamaciones relacionadas con la modestia", ha subrayado el Mando General de los insurgentes.
"Afirmamos que las libertades personales estarán garantizadas para todos y que el respeto de los derechos individuales es la base de la construcción de una nación civilizada", ha manifestado, al tiempo que ha impuesto un toque de queda en Damasco y otras ciudades tras la huida de Al Assad.
El toque de queda ha explicado no incluye a miembros de las fuerzas de seguridad y al personal médico, antes de agregar que cualquiera que viole la medida se expone a una pena de un mes de prisión.
El Mando General ha emitido además una orden prohibiendo los ataques contra profesionales de los medios, incluidos los que trabajaban para medios estatales, y ha advertido de que los que violen la norma se exponen a un castigo de hasta un año de cárcel.
"Estamos aquí para construir una nueva Siria que acomode a todos, sin excepciones", ha subrayado, al tiempo que ha pedido a los trabajadores del sector petrolero que vuelvan a sus puestos y añadir que los transportes se reactivarán con normalidad en la capital a partir de este martes. Además, ha reseñado que el Banco Central "continúa sus trabajos".
Joe Biden ha alertado sobre la presencia de fuerzas que atentan contra los derechos humanos, pero el escenario sirio por el momento es uniformes y tanques abandonados por la masiva deserción de los soldados de las Fuerzas Armadas: también un enorme arsenal, armas químicas incluidas, sin custodia.
Para evitar que caigan en manos de grupos yihadistas, Israel ha realizado ataques aéreos contra “sistemas de armamento estratégicos" y Estados Unidos ha bombardeado posiciones del Estado Islámico. Incluso el Kremlin, con dos bases militares en la zona, teme el caos.
Su portavoz ha descrito la situación como extremadamente inestable y asegura que hará todo lo necesario para negociar el futuro de sus bases militares.
Mientras, líderes sunitas, alauitas y cristianos se han reunido en Latakia para promover la coexistencia en un país complejo como pocos, cargado de sufrimiento y de odios históricos tras 13 años de guerra civil.
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