Después de nueve meses de guerra, entre continuos ataques y bombardeos, sobrevivir hoy en Gaza ya es algo casi prodigioso. Hacerlo enfermo de cáncer, con un sistema sanitario hecho trizas, parece imposible.
Es el caso de pequeños como Fayez, enfermo de cáncer y uno de los 21 niños a los que Israel ha permitido ser evacuados de Gaza para ser tratados de sus enfermedades y heridas en el extranjero.
“Los bultos en su cuerpo se han extendido y no sabemos cuál es la razón. Su nombre ha sido aceptado para viajar a al extranjero, pero a su padre y a mí no nos lo permiten, solo autorizan a su abuela”, cuenta su progenitora, Kamela Abu Kwait, desconsolada.
La familia de Fayez no conoce el lugar donde será tratado, pero saben que su única oportunidad es subirse a ese convoy.
“Tengo el corazón roto, ha estado enfermo cuando estaba conmigo y no pudo recibir tratamiento. ¿Cómo lo voy a dejar? Tiene solo 5 años”, relata su madre.
Como Fayez, Zena es otra de las niñas que podrá ser curada en el extranjero de las heridas que le causaron las bombas.
“¿Qué puedo decirte? No hay nada que decir. En menos de un minuto tienes que despedirte de tu familia, de tus hijos, de tu esposa…”, cuenta su padre, Noor Abu Zohri.
A la falta de medicinas se suma la destrucción del sistema sanitario. Según el director de hospitales de Gaza en la Franja hay más de 25.000 pacientes que no pueden ser tratados de sus enfermedades.
“Eso incluye más de 10.000 casos de cáncer y otros 980 en niños”, precisa.
Reventado de tanto llorar, el pequeño Fayez se aferraba al cuello de su madre antes de ser evacuado. El convoy de dos autobuses y cuatro ambulancias parte hacia Egipto con los 21 niños y sus acompañantes autorizados.
Amparada por Estados Unidos y tres ONG estadounidenses, esta es la primera caravana de enfermos y heridos que consigue salir desde mayo.
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