Josep Borrell, alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, ha sido entrevistado por Carlos Franganillo en el marco del especial de Informativos Telecinco con motivo de los actos de conmemoración del desembarco de Normandía y las elecciones europeas, y todo en el contexto de una situación geopolítica que se desarrolla en un clima donde cada vez parece haber más tensión y más conflictos.
Analizando el escenario actual, y preguntado sobre si la invasión de Rusia en Ucrania ha sido como una especie de ‘bofetada de realidad’ para Europa, Borrell contesta sin ambages: “Yo creo que sí, creo que ha sido un despertar”.
A ello, añade además matizaciones: “El problema es saber si además de despertarnos nos hemos levantado de la cama, porque con despertarte solo no vale, hay que levantarse y ponerse a trabajar. Y trabajar quiere decir aumentar nuestras capacidades de seguridad, que las tenemos todavía muy descuidadas, porque los europeos habíamos imaginado que, puesto que habíamos hecho la paz entre nosotros, también había paz en el resto del mundo. La guerra era una cosa lejana, distante y no nos afectaba… y de repente la vemos algunos, como los polacos o los bálticos, a pocos kilómetros de sus fronteras”, expresa.
Ante la cuestión de si verdaderamente estamos a la altura de un mundo en ebullición, con todo lo que está pasando en Ucrania o Gaza, y la pregunta de si estamos a la altura o queda mucho por hacer, Josep Borrell incide directamente en “la dureza de este mundo” para contestar con una negativa.
“Añada usted lo que está pasando en África, de lo que no hablamos. Yo creo que no, francamente. Creo que no tenemos el sentimiento de urgencia ni estamos preparados para hacer frente a la aspereza del mundo; a la dureza de este mundo. Seguimos todavía viviendo en nuestra zona de confort, afortunadamente para nosotros, obviamente, pero no tenemos clara consciencia del tamaño de los desafíos”, dice.
“No somos conscientes de lo que significa el actual reparto geopolítico del poder, ni de las amenazas económico-tecnológicas que representa hoy la competencia internacional, ni tampoco de los problemas de funcionamiento de las democracias. Creo que esos son los tres retos. A mí me toca ocuparme sobre todo del primero, pero los tres son importantes: el reto geopolítico, el reto económico-tecnológico y el reto de la calidad democrática”, apostilla, reiterándolo.
Entrevistado en una fábrica de armamento, rodeados de blindados y sistemas de artillería, Franganillo ha preguntado durante esta entrevista al alto representante de la UE si, habiendo sido este tabú hasta hace poco, los tiempos de guerra están cambiando, algo ante lo que ha respondido extendiéndose sobre algo que le preocupa: la capacidad de defensa de Europa.
“Todo el mundo prefiere, y yo también, gastar el dinero en mantequilla, como decían en la Primera Guerra Mundial: ‘más vale la mantequilla que los cañones’. Pero, a veces, si no tienes cañones también te quedas sin mantequilla”, ha subrayado, advirtiendo que “la llamada de atención que la historia nos ha traído ahora es que no podemos confiar en que la seguridad venga garantizada por lo que decidan cada cuatro años los electores americanos”.
“A lo mejor ahora deciden dar la Casa Blanca a un señor que no tenga muchas ganas de proteger a Europa ante los peligros que tenemos”, ha añadido sobre ello, recalcando que “hemos de ser más responsables, hemos de asumir la parte que nos toca de nuestra capacidad de actuar en el mundo”. “No solo militarmente, por supuesto que no, pero también militarmente. También tienes que tener una capacidad de defenderte y que, hoy por hoy, Europa no la tiene”, ha aseverado.
Dada la situación actual y los eventos que se han desarrollado, el nacido en Pobla de Segur, de 77 años, cree verdaderamente que hoy los ciudadanos europeos “ sí son más conscientes” de que hay que invertir en Defensa, pero inmediatamente precisa que lo que el sostiene es que “no somos suficientemente conscientes”.
“Hemos tomado conciencia, porque de repente vemos que hay países que son invadidos por sus vecinos. Podemos discutir hasta la saciedad qué pasó antes y qué puede pasar después, pero la realidad inmediata la vemos todos los días: un país bombardeado que intenta defenderse y que no podría hacerlo sin nuestra ayuda ni la ayuda de Estados Unidos tampoco”, apunta, refiriéndose a la invasión rusa antes de, nuevamente, dejar un inciso: “Por cierto, el retraso de EEUU en seis meses en decidir apoyar a Ucrania va a costar muy caro en términos de vidas; de vidas en el frente”.
No obstante, reitera que sí, que “los europeos van tomando conciencia”, pero pone énfasis en que “la gente necesita que se le expliquen las cosas” y “ahora es el momento, --y las próximas elecciones lo van a ser--, de hacer pedagogía política; de explicar cómo es el mundo, qué papel juega Europa en él, qué necesitamos ser y tener para que nuestros valores y nuestros intereses se defiendan”.
“Digo las dos cosas: nuestros valores, los que proclamamos, de ser países que viven en libertad y aspiran a vivir en paz, y también nuestros intereses geoeconómicos y estratégicos. Para pesar en el mundo, tienes que tener peso”, vuelve a apostillar.
“Vivimos en un mundo en el que el orden establecido está siendo contestado, --rechazado--, por potencias emergentes que cuando yo nací simplemente no existían o eran puros enanos, y que ahora son potencias que aspiran a la hegemonía mundial, como es el caso de China, o grandes países continentes, como los que hay en el sudeste asiático, en África o en América Latina; un mundo más fragmentado, con muchos más polos. No es unipolar ni bipolar, hay muchos más polos, y cada vez menos multilateral. Es decir, hay más actores y hay menos cooperación entre los actores”.
Así retrata en estos momentos el alto representante de la Unión la situación en la que se encuentra el mundo en estos momentos, y lo acompaña además con un ejemplo ilustrativo: “En las Naciones Unidas cada vez hay más vetos en el Consejo de Seguridad y cada vez hay menos acuerdos. Las grandes organizaciones internacionales, como la del Comercio, han dejado de funcionar, y ese orden, heredado del fin de la Guerra Fría, ya no funciona. Algunos lo contestan radicalmente, otros queremos adaptarlo, --sabiendo que hay que adaptarlo--, y otros simplemente lo quieren sustituir por otro.
Ahondando en lo que sucede específicamente en materia de Defensa, Borrell destaca el evidente desequilibrio: “Estados Unidos gasta más que los 10 países siguientes juntos. Ellos solos gastan en Defensa más que los otros diez países que vienen detrás por orden de magnitud juntos”, incide, “para que nos demos una idea del desequilibrio militar que hay hoy en el día en el mundo; de la capacidad hegemónica que todavía tiene Estados Unidos, a pesar de haber perdido muchas guerras”.
Esa capacidad estadounidense, destaca, “de alguna manera la usufructuamos” los europeos, según explica, “porque dentro de la OTAN el vector fundamental sigue siendo Estados Unidos”.
“La cuestión es si eso va a seguir siendo siempre así, y yo creo que los europeos tenemos que tomar nuestra parte de responsabilidad. No quiero hablar de autonomía estratégica, quiero hablar de responsabilidad estratégica, frente a la historia”, apostilla, llamando de nuevo a tomar parte.
Sin querer alarmar, pero reconociendo que, “sin duda”, nos hemos adentrado en momento “peligroso, convulso”, añade que además “no hablamos de lo que pasa en Sudán, no hablamos de lo que pasa en Etiopía o en Somalia, con centenares de miles de muertos en las guerras civiles permanentes”.
Tampoco se está prestando demasiada atención, dice, a “la desestabilización del Sahel”, y nuevamente vuelve a poner un ejemplo para retratar la situación: “Cuando yo llegue a Bruselas, todos los países del Sahel eran amigos. Hoy casi ninguno lo es. Nos han pedido que nos fuéramos. Primero los franceses y después lo demás, incluido los Estados Unidos. En su lugar ha desembarcado Rusia”.
La tensión geopolítica no se queda, no obstante, en esos territorios. “¿En Argelia? Bien. ¿Pero en Libia? En la costa de Libia, frente a nuestras costas, hay un rosario de bases militares navales turcas y rusas. Y nosotros no estamos. Y todo eso configura un mundo donde nuestra seguridad está en juego”, apunta, contestando a su propia pregunta.
“Yo no digo que mañana vayamos a tener una guerra. No quiero alarmar a nadie, pero sí que pienso que no dedicamos suficiente energía política ni suficientes recursos materiales y humanos a una capacidad de defendernos”.
Mirando hacia los retos que la Unión Europea tiene por delante, ante Carlos Franganillo sostiene que él es de los “convencidos” en que el futuro ha de caminar hacia una mayor integración en múltiples campos, como el industrial, tecnológico y militar.
“Los electores lo dirán en las próximas elecciones europeas, donde tendrán que escoger entre fuerzas políticas que piden más integración, más Europa, --y yo diría mejor Europa--, y los que prefieren volver a los marcos nacionales y no quieren actuar conjuntamente. A esos les digo que todos los países europeos, --todos, incluso el más grande--, son demasiado pequeños para jugar solos en el mundo”.
“Solamente si nos unimos y compartimos tendremos el peso y la dimensión necesaria para influir. Lo dije: si no estás en la mesa, estás en el menú. Y más vale estar en la mesa que no estar en el menú”, subraya.
Sobre ello, precisa que “para estar en la mesa tienes que conquistar el derecho a estar”. “Eso se mide hoy en términos de dimensión, en términos de fuerza, en términos económicos… pero de dimensión también. La dimensión cuenta. Hay países de 1.000 millones de habitantes, 400, 500 millones, y Europa es un mosaico de países algunos medianos y otros muy pequeños, y está claro que ninguno de ellos puede influir ni sobre el cambio climático, ni sobre la seguridad, ni sobre las migraciones… Esos grandes problemas globales requieren respuestas de una dimensión más global que solo la unidad nos puede dar”, sostiene, reafirmándose en su convencimiento.
No obstante, lamenta que “la unidad no es tan fácil”. “Se puede predicar, pero yo he estado en la sala de máquinas y le digo que, en honor a la verdad, hacer que todos actúen no con una sola voz, sino diciendo lo mismo, es bastante difícil”, afirma, sincerándose junto a Carlos Franganillo.
En el tablero geopolítico, la posición de Europa en el mundo está marcada por los últimos acontecimientos. El impacto de la invasión y la guerra de Rusia en Ucrania no deja de estar en el foco, pero también se presta atención a la dependencia de una potencia que precisamente se ha mostrado muchas veces cercana al Kremlin y Vladimir Putin: China.
Pese a ello, preguntado sobre el papel que pueda tener esta última comercialmente, industrialmente y tecnológicamente para el futuro de Europa, Borrell aborda la cuestión dejando claro algo desde el principio: “No se puede poner en pie de igualdad Rusia y China”.
“La economía rusa es del tamaño que la nuestra. El Producto Interior de Rusia es del tamaño de Italia, y con muchos más habitantes, y por lo tanto con la renta per cápita mucho más baja”, detalla.
“Rusia tiene enormes reservas de hidrocarburos, y por lo tanto la posibilidad de obtener por ellos una financiación abundante. Ahora, con la guerra y las sanciones ha caído mucho. Es una potencia nuclear y, sobre todo, tiene una añoranza imperial; tienen nostalgia del imperio. Y Putin, su discurso, es de los tiempos del Zhar, del imperio soviético, la gran Rusia, el gran imperio, que incluía también Ucrania”.
Esa añoranza imperial, dice, “hace de Rusia un vecino que ha representado un problema y un peligro claro para Ucrania y que seguramente lo sería para otros países si consiguiera poner en Kiev un Gobierno títere como el que tiene en Bielorrusia”.
“China no es hoy por hoy el peligro existencial que representa Rusia, pero es una gran potencia económica y tecnológica, con un sistema político radicalmente distinto al nuestro. Por eso decimos que China es a la vez un socio, --y lo es, hay que ver las inversiones que han hecho algunos países europeos en China y lo importante que es el mercado chino para alguno de nosotros, por lo que es un socio, nos guste o no--, y un competidor, porque estamos compitiendo y ellos compiten cada vez con más eficacia”, dice, por otro lado, sobre la gran potencia asiática.
“Ya no fabrican camisetas de algodón baratas; están en la punta del desarrollo tecnológico. Luego, es un rival. Y cuando se le dice a los chinos que son rivales se molestan, porque dicen que no lo son, que no son rivales. Cuando digo eso quiero decir que su sistema político y el nuestro son sistemas que están en rivalidad geopolítica. Compiten por presentarse frente al resto del mundo como la buena forma de organizar la vida política”.
Esas tres cosas, apunta, “son ciertas las tres a la vez”. “Es imposible imaginar que podamos resolver los problemas del cambio climático, por ejemplo, sin una estrecha cooperación de China. China quema más carbón que el resto del mundo junto. Por lo tanto, si no contamos con ellos no vamos a arreglar el problema del cambio climático. Es un ejemplo, pero el desarrollo tecnológico y en tantas cosas… China es a la vez eso: un socio, un competidor y un rival”.
Esa relación tan específica, señala, “es bastante complicada de administrar”.
Pese a todo, el alto representante de la Unión insiste en dejar bien claras las diferencias, también en lo que se refiere al grado de dependencia de la eurozona con estas potencias.
“Éramos terriblemente dependientes de Rusia. Europa, no España, Europa en su conjunto; Alemania mucho y España muy poco. Dependientes de hidrocarburos, especialmente del gas. Era una dependencia que ya nos habían advertido que acabaría siendo un problema, porque Putin no era un suministrador fiable. Al final, pasó lo que pasó”.
“Ahora tenemos de China una dependencia igualmente importante en los minerales críticos, los que utilizamos para hacer funcionar teléfonos, ordenadores, sistemas de telecomunicación… Todo lo que es digital ya no es carbón ni acero. Reposa sobre minerales raros que tampoco tenemos en Europa. Tuvimos carbón y tuvimos hierro, pero no tuvimos ni gas ni petróleo ni tenemos los minerales críticos. Esos están fuera de Europa, muchos en China, y dependemos mucho de ella en eso”, explica.
En materia de semiconductores, puntualiza, es distinto: “La dependencia en cambio es más de Taiwán. Entre Taiwán y Corea del Sur producen más del 80% de todos los semiconductores que se usan en el mundo. Pero la dependencia es de otros que, de momento, no nos parecen dependencias peligrosas o excesivas, porque son amigos”.
Frente a ello, en cualquier caso, asevera que “hay que tener cuidado”, y echa la vista atrás para relatar lo que ocurrió durante el coronavirus: “Cuando llegó la pandemia nos dimos cuenta de que en Europa no se fabricaba ni un solo gramo de Paracetamol, que no es precisamente una cosa muy sofisticada de producir, --no es un producto estratégico--, pero puede serlo si viene una pandemia y todo el mundo quiere al mismo tiempo una pastilla de Paracetamol todos los días; entonces no hay para todos”.
En ese caso, una posición de poder la tenía India, y fue entonces cuando se dieron cuenta. Por tanto, concluye, “la excesiva dependencia, sí, puede convertirse en un peligro porque se puede volver en tu contra”. “Puede convertirse en una amenaza, una manera de condicionarte”.
Mas allá, añade: “Nosotros también tenemos capacidad de condicionar a los demás. Seguimos siendo una gran potencia tecnológica y financiera, pero en los sectores tecnológicos de punta, sobre todo los que afectan también a la Defensa, dependemos críticamente por una parte de China en materiales y por otra parte de Estados Unidos en la capacidad”.
Precisamente, con Estados Unidos cierra esta entrevista, porque al igual que la futura Eurocámara se conformará con las elecciones europeas de este 9 de junio, en el país americano será en noviembre cuando los ciudadanos decidan en las urnas quién será su presidente: si repetirá mandato Joe Biden o volverá al poder Donald Trump; algo que sin duda tendrá también impacto en la política exterior y las relaciones internacionales.
“Ya hemos trabajado con Trump. Cuando yo llegué a Bruselas como comisario y alto representante estaba Trump en la Casa Blanca, y nos entendimos lo que pudimos, porque hay que entenderse siempre con el país amigo que es Estados Unidos, con quien sea el presidente”, cuenta Borrell.
“Con algunos es más fácil que con otros y algunas de las cosas que hay dicho el presidente Trump son inquietantes. No sé si lo dice en broma o lo dice en serio, pero eso de decir que le va a decir a Putin que a los países que no lleguen a gastar el 2% de su PIB en defensa no los va a defender si los ataca no es una cosa muy tranquilizante”, añade.
Frente a ello, también expresa su posición: “Preferiríamos alguien que estuviera dispuesto a una relación muy positiva con Europa, como ha sido con el presidente Biden, pero habrá que estar a lo que los americanos decidan”.
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