La retirada de voluntarios en el norte de Gaza aboca a su población a una situación aún más desesperada informa María Rodríguez Abalde para Informativos Telecinco. Uno de cada seis niños menores de dos años sufre desnutrición y más del 50% de los jóvenes refugiados en Gaza son jóvenes también están mal alimentados.
La hambruna se está cebando con ellos. En una cola interminable, cientos de niños -muchos de ellos solos, huérfanos- esperan durante horas para recibir su ración de comida. Si se le puede llamar así a lo que les dan. La situación de hambruna galopante la ha comprobado personalmente Laura Bill, la delegada de UNICEF que acaba de abandonar Gaza. "Hemos visto a mucha gente en la carretera haciendo la señal de que querían comer". Lo que ha visto, confiesa, le ha "quitado el aliento".
En medio de las ruinas y de los esqueletos de hormigón, las familias organizan la escasez. Con un único saco de harina, cuentan que deben alimentarse diecisiete personas durante varios días. Los pocos cooperantes internacionales que resisten aquí lo hacen en condiciones heroicas: "Mi casa es el sitio más peligroso en el que hemos estado trabajando. Estamos asumiendo riesgos que son inaceptables", denuncian.
Sin ellos, no habrá ya quien seque las lágrimas de padres como este que acaba de perder a sus dos hijos. La población gazatí se queda más sola que nunca.
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