"Sé que este mensaje no significa nada para mucha gente y que tampoco servirá para cambiar nada, pero lo que sí sé es que, si no hemos muerto ahora, lo haremos en el próximo ataque aéreo o en el siguiente". Así comienza el desgarrador testimonio de una doctora de Médicos Sin Fronteras (MSF), cuya identidad permanece anónima, sobre los últimos bombardeos de Israel contra la ciudad gazatí de Rafah, localizada al sur de la Franja, donde la crisis humanitaria se agrava por momentos. La facultativa ha declarado que no saben si ella y su familia sobrevivirán a los próximos ataques.
"Para ser sinceros, aquel que muere puede considerarse afortunado. El que sobrevive está condenado a sufrir una y otra vez, como si fuera víctima de una maldición; abandonado por todo el mundo. No es justo. No sé cómo la gente puede dormir sabiendo que nuestros hijos sufren esta injusticia. Sólo somos civiles. Yo soy médica. Mi marido es médico. Y estamos sufriendo desde el primer día de esta guerra. No sé si va a terminar pronto", ha denunciado.
En la madrugada del lunes, durante la ofensiva de Israel en la zona densamente poblada, un edificio cercano a su casa fue bombardeado, lo que les hizo perder "muchas cosas", pero afortunadamente sus hijos y otros familiares sobrevivieron.
"Hacia las 5.00 horas hubo un ataque aéreo muy fuerte (...). En cuestión de segundos, pensé en mis hijos y oí cosas cayéndose por la habitación. Así que cubrí con las sábanas a mi hija pequeña, que dormía sobre mi brazo, y fui corriendo a ver cómo estaba el resto. Mi hija mediana dormía a mi lado. La cubrí con mi cuerpo. Un montón de cosas caían sobre mi espalda, golpeándome. Cascotes, maderas... muchas otras cosas que ni siquiera sé lo que eran. Todo en cuestión de segundos. En ese momento, no sentí nada más que dolor. Mi mente ni siquiera estaba allí; yo estaba como ida", ha declarado.
Las explosiones en la ciudad de Rafah, de hecho, se pudieron sentir desde Jan Yunis, a diez kilómetros del lugar. La doctora ha relatado cómo todos salieron a la calle tras los bombardeos y sólo al amanecer pudieron ver los daños causados en sus hogares.
"Las personas que estaban en esa casa estaban allí buscando refugio. No sé el número, nadie sabe cuántas eran exactamente, pero lo han perdido todo. En nuestra casa, mientras comprobábamos los daños, encontré pedazos de carne humana. Encontramos una extremidad inferior entera, perteneciente a alguien que no sabemos ni quién es. Cuando vi los trozos de carne en el suelo, lloré", lamentó.
Entonces decidió escribir su nombre y el de su familia en sus respectivas extremidades para poder identificarlos en caso de un atentado con bomba contra sus hogares, los cuales no podían abandonar por "no tener otro sitio al que ir". "Sobreviví, pero mi mente no. Moriremos. Todos nosotros. Esperemos que lo suficientemente pronto para detener el sufrimiento que estamos viviendo cada segundo", ha denunciado.
El genocidio perpetrado por Israel en la Franja de Gaza ha causado ya al menos 28,473 muertes y ha dejado 68,146 heridos desde el 7 de octubre. Cifras que pueden aumentar considerablemente, ya que aún permanecen muchos cuerpos bajo los escombros, y la hambruna y las enfermedades se han apoderado del asediado enclave.
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