En el reino de Dinamarca, una saga digna de una novela se desarrolla en la Casa Real. Federico y Joaquín, los hijos de la Reina Margarita II, han sido protagonistas de una compleja relación fraterna, cuya última escena se desarrolla en el contexto de una monarquía en transición. A continuación profundizamos en las raíces y repercusiones de la distanciada relación entre los príncipes, revisando detalles históricos y acontecimientos recientes que han sacudido a la realeza danesa.
La monarquía danesa, con una historia que se remonta a siglos, ha evolucionado significativamente en las últimas décadas. La Reina Margarita II, quien ha reinado desde 1972, ha sido una figura estabilizadora y modernizadora en la historia de Dinamarca. Bajo su liderazgo, la familia real ha navegado por los mares de la modernidad, intentando equilibrar la tradición con los cambios contemporáneos. Su reinado llegará a su fin el próximo 14 de enero, cuando firme la declaración de abdicación, convirtiendo a su primogénito, Federico, en el nuevo rey de los daneses.
La relación entre Federico, el heredero al trono, y su hermano menor Joaquín ha sido objeto de interés público durante años. Los que otrora fueran considerados inseparables, que además se llevan menos de 12 meses de diferencia, ahora simplemente no se llevan. El distanciamiento llegó tras la boda de Federico con Mary Donaldson, que además supuso un cambio de paradigma entre la opinión pública danesa, al sentar la cabeza el heredero legítimo y, poco después, Joaquín divorciarse de su primera esposa Alexandra Manley. En ciertos mentideros incluso se afirma que Joaquín llegó a estar enamorado de su cuñada, hasta el punto de intentar darle un beso apasionado en una fiesta de la realeza de aquel país.
En 2022, la reina Margarita tomó la decisión de retirar los títulos de príncipes a los hijos de Joaquín -Nicolás, Félix, Henrik y Athena-, una medida que simboliza un punto de ruptura en la ya tensa relación entre los hermanos. Desde el 1 de enero de 2023 dejaron de ser tratados como Altezas Reales, sino solo como excelencias, siendo conde y condesa de Monpezat.
Esta decisión ha expuesto públicamente la brecha entre Federico y Joaquín, y ha sido interpretada por muchos como un reflejo de desacuerdos profundos y de largo recorrido dentro de la familia real danesa, afectando incluso a las respectivas esposas de Federico y Joaquín, que también tendrían sus problemas. Para muchos daneses uno de los grandes problemas es que consideran que Joaquín y su familia sienten envidia de su hermano y su propia familia.
Joaquín y su esposa Marie, desde su residencia en París (Francia) y más recientemente en Washington (Estados Unidos), han manifestado su descontento con las decisiones de la corte danesa. La ausencia de Marie en eventos clave, como la inminente abdicación de Margarita II, resalta la profundidad de las fracturas familiares. La pareja ha optado por un camino de mayor independencia, alejándose de los deberes y las complicaciones de la vida real en su tierra natal, Dinamarca.
Por otro lado, Federico ha encarnado un papel más tradicional, preparándose para asumir el trono. Su vida personal, marcada por una serie de romances en su juventud y su matrimonio con Mary Donaldson, ha sido objeto de atención mediática. A pesar de los desafíos a los que se ha enfrentado y las controversias que han aparecido, Federico se ha mantenido como un pilar de estabilidad dentro de la monarquía, apoyando las decisiones de la reina y preparándose para su futuro rol como rey.
La relación entre el futuro rey de Dinamarca, Federico X, y su hermano Joaquín refleja las tensiones inherentes a la vida en una monarquía contemporánea. Mientras que Federico parece haber aceptado su destino como futuro rey, Joaquín ha buscado forjar su propio camino, libre de las restricciones y expectativas de la vida de la realeza, alejado de la corona. Esta dicotomía entre el deber y la independencia personal es un reflejo de los desafíos más amplios que enfrentan las monarquías en el siglo XXI.