Kathleen Folbigg, absuelta de matar a sus 4 hijos gracias a una científica española, puede recibir una indemnización récord
Ahora el gobierno de Nueva Gales del Sur tiene la posibilidad de realizar un pago 'ex gratia' como indemnización que podría ser de récord
El Tribunal de Apelación de Nueva Gales del Sur ha absuelto este jueves a Kathleen Folbigg, condenada a prisión en 2003 por la muerte de sus cuatro hijos
García de Vinuesa, a la que Kathleen Folbigg debe el indulto: secuenció el adn de los niños y probó una enfermedad genética
El Tribunal de Apelación de Nueva Gales del Sur ha absuelto este jueves a Kathleen Folbigg, condenada a prisión en 2003 por la muerte de sus cuatro hijos, después de que este año la justicia ordenara su indulto y puesta en libertad por "dudas razonables" sobre su culpabilidad. Cada niño murió repentinamente entre 1989 y 1999, con edades comprendidas entre los 19 días y los 19 meses, y los fiscales en su juicio alegaron que los había asfixiado.
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La corte, presidida por el presidente del Tribunal Supremo, Andrew Bell, ha dictado la sentencia este jueves en el tribunal ceremonial en Sídney, con la presencia de Folbigg, su abogada, Rhanee Rego, y varias decenas de seguidores, que han aplaudido la decisión. Ahora el gobierno de Nueva Gales del Sur tiene la posibilidad de realizar un pago 'ex gratia' como indemnización.
"El sufrimiento de una mujer inocente puede y debe ser reconocido y convertirse en un importante impulso para mejorar nuestro sistema judicial", declaró Rhanee Rego, en declaraciones a la cadena pública ABC, recogidas por Efe. Aunque se desconoce la suma, se tiene el precedente del caso de Lindy Chamberlain y su exesposo Michael, quienes fueron indultados por la muerte de su hija Azaria, tras anularse sus condenas en 1988. Su bebé se lo había llevado un dingo, un perro salvaje en Uluru, en una historia que fue posteriormente llevada al cine. Los progenitores fueron indemnizados en 1992 con 1,3 millones de dólares australianos (870.000 dólares estadounidenses o 800.000 euros), según el diario 'Sydney Morning Herald'.
Kathleen Folbigg: "El sistema prefirió culparme en lugar de aceptar que los niños pueden morir"
Tras la anulación de la condena, Folbigg, que pasó 20 años en la cárcel, ha asegurado que nunca debería haber sido encarcelada y que "el sistema prefirió" culparla "en lugar de aceptar que a veces los niños pueden morir y, de hecho, mueren repentina e inesperadamente", ha manifestado en declaraciones recogidas por la cadena de televisión australiana ABC.
"Esperaba y rezaba para que algún día pudiera estar aquí con mi nombre limpio. (...) Espero que nadie más tenga que sufrir lo que yo sufrí. Estoy agradecida de que la ciencia y la genética me hayan dado respuestas sobre cómo murieron mis hijos. Sin embargo, incluso en 1999 teníamos respuestas legales para demostrar mi inocencia que fueron ignorados".
Estoy agradecida de que la ciencia y la genética me hayan dado respuestas sobre cómo murieron mis hijos
Folbigg, de 56 años, fue condenada por presuntamente matar a tres de sus hijos, y por homicidio involuntario de su primogénito, entre los años 1989 y 1999. Los bebés tenían entre 19 días y 19 meses. La acusada siempre ha mantenido su inocencia, asegurando que todos sus hijos murieron por causas naturales. La revisión de este caso ha tenido lugar después de que una investigación científica apuntara a una posible mutación genética que provoca arritmias letales.
Kathleen Folbigg, llegó a ser apodada como "la peor asesina en serie de Australia". "Durante los últimos 20 años en los que he estado en prisión, siempre he pensando en mis hijos, llorado por mis hijos, y es algo que haré por siempre", ha declarado tras su liberación.
Siempre he pensando en mis hijos, llorado por mis hijos, y es algo que haré por siempre
También agradeció a sus amigos y la gente que la apoyó, quienes libraron una campaña para que su caso fuera revisado. "No hubiera podido sobrevivir esta terrible experiencia sin ellos", agregó.
La absolución fue posible gracias a la ciencia y al juez jubilado Tom Bathurst. Los nuevos hallazgos sobre mutaciones genéticas lograron justificar las muertes de los niños e introducir una duda razonable en el caso. "Es imposible comprender el daño que se ha inflingido sobre Kathleen Folbigg... el dolor de perder a sus hijos y luego casi dos décadas encerrada en cárceles de máxima seguridad por crímenes que la ciencia ha demostrado que nunca ocurrieron", dijo su abogada Rhanee Rego.
La importancia de la profesora Carola Vinuesa
La profesora española Carola Vinuesa, quien lideró el equipo de investigación de la Universidad Nacional Australiana, dijo que la inusual secuencia genética fue inmediatamente evidente en el ADN de Folbigg, incluso antes de que se analizaran las muestras de los niños. “Simplemente el número de muertes se pensó que era algo extraordinario cosa que hoy sabemos que no lo es”, dijo tras secuenciar el ADN de cada niño y encontrar mutaciones genéticas compatibles con las muertes súbitas.
El equipo de inmunólogos que halló que las hijas de Folbigg, Sarah y Laura, compartían una mutación genética, llamada CALM2 G114R, que puede causar muerte cardíaca repentina. También se descubrieron pruebas de que sus hijos, Caleb y Patrick, poseían una mutación genética diferente, relacionada con una epilepsia de inicio repentino en ratones. Solo hay 134 casos conocidos en todo el mundo de la enfermedad cardíaca potencialmente mortal relacionada con esta mutación genética. En los cuatro niños las causas naturales explican sus muertes” afirma la inmunogenetista.
"Es una buenísima noticia y un recordatorio de que el sistema judicial necesita escuchar más a la ciencia, y valorar más la aportación de la medicina genómica para entender la causa de muerte súbita y enfermedades raras, antes de culpar a las madres", dijo la científica española en un correo electrónico enviado a EFE.
Es una buenísima noticia y un recordatorio de que el sistema judicial necesita escuchar más a la ciencia
No obstante, la científica española expresó que "desgraciadamente, sigue habiendo demasiadas madres acusadas de hacer daño a sus niños, en casos judiciales donde no ha habido un buen escrutinio científico", ha expresado desde Londres, donde trabaja en el Instituto Francis Crick.