"Está aguantando... Te puedes imaginar, con la de años que lleva en la cárcel, sabiendo que es inocente. Tiene sus momentos, pero ahora, al no afrontar la pena de muerte, puede recibir la visita de sus familiares: su mujer y sus hijos, sus hermanos y otros allegados. Además, cada fin de semana le puede llamar su padre, Cándido. Todo esto le da una fuerza enorme para continuar luchando". Son las palabras de Andrés Krakenberger, el portavoz de la asociación 'Pablo Ibar - Juicio justo', una plataforma que tiene como objetivo defender los intereses del ciudadano hispano-estadounidense de origen vasco condenado a cárcel en Estados Unidos por un crimen del que siempre se ha declarado inocente.
Este martes, 10 de octubre, se conmemora el Día Mundial contra la Pena de Muerte, un movimiento que trata de abolir el castigo por el que el culpable de un delito es ejecutado por una autoridad. Numerosas personas se han enfrentado a la pena capital a lo largo de la historia, y en muchas ocasiones con dudas sobre la sentencia, pero el caso de Pablo Ibar, declarado culpable en el año 2000 de un triple asesinato cometido en Florida en 1994, conocido como 'los crímenes de Miramar', es realmente impactante.
A sus 51 años, Ibar, casado y padre de dos hijos, lleva cerca de 29 años preso por el asesinato de Casimir Sucharsky, dueño de un club nocturno, y las modelos y bailarinas Sharon Anderson y Marie Rogers. Los tres aparecieron muertos con un tiro en la nuca en el domicilio de la primera de las víctimas, pero él siempre ha defendido su no implicación en los hechos, a pesar de los reveses judiciales: pasó 16 años en el corredor de la muerte, hasta que revocaron la pena capital por la cadena perpetua, pero el Tribunal de Apelaciones del 4º Distrito Judicial de Florida le denegó hace unos meses la revocación de la condena y la celebración de un nuevo juicio tras presentar su último recurso. Un jarro de agua fría tanto para Ibar como para su familia, que confía plenamente en que él no mató a nadie. No bajan los brazos.
Ahora "trabaja con su abogado, Joe Nascimento, en presentar un nuevo recurso". Y tienen dos opciones, según ha explicado Krakenberger a Informativos Telecinco; la primera es apelar de nuevo a nivel estatal, y son conocedores de la dificultad de estos procesos judiciales, pero no lo descartan; mientras que la segunda es recurrir a nivel federativo, donde también resulta complicado pero se puede exponer el caso de nuevo por completo, sin tener en cuenta si los argumentos presentados por la defensa anteriormente en juicio hayan sido o no atendidos por un tribunal.
Ibar medita esta decisión desde su celda, pero lejos de aquel aislamiento que tanto le atormentó y que le animó todavía más a reclamar su libertad. Eso sí, ahora, al retomar la normalidad en los centros penitenciarios tras la pandemia, suele cambiar de prisión. Sus seres queridos se desplazan allá donde esté, siempre dentro del estado de Florida. El último traslado fue hace unos ocho meses.
Lo que le sigue pesando a Ibar es que sigue con la cadena perpetua, que en Estados Unidos es similar a una "pena de muerte lenta". Krakenberger afirma que si el caso de Pablo ocurriera en España, bajo las mismas circunstancias siempre, podría ser diferente. Nuestro país cuenta con la prisión permanente revisable, lo que deja una mayor posibilidad a que una prueba irrefutable que no haya sido detectada antes pueda cambiar un caso por completo, así como las sentencias contra los culpables del mismo. Aunque está claro que ningún sistema es perfecto. En cualquier caso, Ibar solo quiere demostrar que no es un asesino y dejar de vivir entre rejas.
A finales de junio de 1994, la policía entró en un domicilio de la localidad de Mirarmar, en el Estado de Florida, apenas a 20 kilómetros de Dania Beach, y halló los cuerpos sin vida del propietario de la casa, Casimir Sucharski, dueño de un local nocturno, y dos de sus bailarinas, Sharon Anderson y Marie Rodgers. Sucharski, al que conocían como 'Butch Casey', había instalado días antes una cámara de videovigilancia (CCTV) y todo quedó grabado en VHS, pero en blanco y negro y con una calidad pésima.
Aquella cinta mostraba a dos personas entrando por la puerta corredera del salón de Sucharski; una con gorro y gafas y otra tapándose la cara con una camiseta. Se suceden los golpes, los disparos y el robo del dinero del propietario de la vivienda en apenas 22 minutos. Y durante el asalto, uno de los perpetradores mostró su rostro apenas unos instantes, los que empleó para limpiarse el sudor con la camiseta que había usado hasta ese momento para taparse.
Semanas más tarde del triple asesinato, en una comisaría de otro distrito, los detectives Paul Manzella y Craig Scarlett recibieron la imagen del sospechoso de la camiseta por fax, tras lo cual creyeron identificar a Pablo Ibar, que en aquel momento estaba detenido tras acompañar a unos amigos que habían allanado una casa. Él los esperó en el coche y no entró, pero fue arrestado. La investigación de 'los crímenes de Miramar' culminó en la acusación formulada el 25 de agosto de 1994 contra Ibar y Seth Peñalver, aunque finalmente, y tras dos juicios, sería declarado no culpable en 2012 después de concluir un jurado que no había suficientes pruebas para "demostrar su culpabilidad".
El primer juicio contra los dos acusados se celebró en Fort Lauderdale, Florida, el 5 de mayo de 1997, y fue declarado nulo el 25 de enero de 1998 al no ponerse de acuerdo el jurado sobre un veredicto en el caso. Gary Foy, un vecino del asesinado Casimir Sucharski, entonces declaró en contra de Ibar, aumentando las sospechas sobre él. Tanya Quiñones y Pablo Ibar siempre han asegurado que la noche de los asesinatos la pasaron juntos y que les sorprendió en aquel encuentro íntimo la hermana de Tanya, quien alertó a sus padres de que habían aprovechado su ausencia -un viaje a Irlanda- para ir. Aquellas llamadas están reflejadas en una factura.
El segundo juicio comenzó 11 de enero de 1999. Durante la fase de selección del jurado, el abogado de oficio asignado a Ibar, Kayo Morgan, fue detenido y acusado de agredir a su mujer, que además estaba embarazada. Ibar presentó una moción de cese del letrado, que sin embargo fue denegada por el tribunal. También presentó otra moción solicitando el aplazamiento del juicio, la cual fue aprobada. La labor de Morgan fue muy cuestionada a nivel mediático y se habló de que sus "errores de bulto llevaron a su cliente al corredor de la muerte". De hecho, reconoció antes de fallecer haber cometido indefensión. El juicio se reanudó el 17 de abril de 2000, y a pesar de no existir pruebas contundentes, Ibar fue declarado culpable por el jurado el 14 de junio.
Esto supuso un fuerte golpe y el inicio de un largo recorrido. Durante años, luchó por la repetición del juicio, apelando en múltiples ocasiones y contando con diferentes abogados. Incluso planteó una moción. Tuvo que ver cómo se sugería un nuevo sospechoso y cómo se demostraba tras un análisis de laboratorio su no implicación. Pero el 18 de enero de 2016, después de casi 16 años, el Tribunal Supremo de Florida declaró inconstitucional el sistema de pena de muerte y, posteriormente, el 4 de febrero de aquel año, el mismo tribunal anuló la condena a muerte dictada contra Ibar en el 2000, lo que requería un nuevo juicio.
Este tercer juicio se celebró tras meses de espera por los aplazamientos, el 26 de noviembre de 2018, en Fort Lauderdale. Aunque si los anteriores juicios habían sido controvertidos, este último puso en el centro de la polémica al sistema judicial de los Estados Unidos. Se reveló la manipulación de pruebas y de testigos, además de acuerdos. Esta vez, la información aportada por la defensa despertaba optimismo, pero, contra lo esperado, el 22 de mayo de 2019, el jurado halló culpable nuevamente de los hechos a Ibar, siendo condenado a cadena perpetua con las mismas pruebas que el Tribunal Supremo de Florida había considerado en 2016 “escasas” y “débiles”, y que fueron motivo de repetición del juicio. Tras esta condena, recurrió al Tribunal de Apelaciones y le denegaron el poder tener un nuevo juicio.
Los motivos que hacen creer en la inocencia de Pablo Ibar son densos. Recopilamos las siguientes; de todas las huellas halladas en la escena del crimen, ninguna pertenece a él. El único resquicio hallado de ADN de Ibar se observó, al parecer, en la camiseta de uno de los asaltantes, una pequeña mancha que Krakenberger afirma que se pudo haberse producido como resultado de una "posible intoxicación" en laboratorio. Es decir, que esa camiseta entró en contacto con las pruebas que aportó Ibar tras su detención y durante las pesquisas.
Krakenberger también alude a un experto que dijo que la persona que aparecía en la imagen que llevó a Ibar a la cárcel -la de CCTV de baja calidad- era un poco más baja y de menor peso. Y no se halló ningún pelo del procesado. Y cabe recordar, lo más importante, que tanto Ibar como Tanya Quiñones aseguraron que pasaron la noche de los asesinatos juntos en casa de ella, a varios kilómetros del lugar de los hechos. El detective principal del caso reconoció no haber seguido otras posibles líneas de investigación (sin indagar en otros potenciales sospechosos, como personas que tenían problemas con Sucharski) y habría recomendado a Gene Klemetzko, quien fuera amigo de los entonces acusados, que declarase contra Ibar. Craig Scarlett, el otro detective del caso, declaró bajo juramento que la rueda de reconocimiento no fue correcta.
También se determinó que un asesinó usó un palo -sin hallar huellas de Ibar- y se borró una cinta bajo custodia policial donde se podía apreciar a dos hombres amenazando a Sucharski la noche antes del asesinato. Según el experto que las analizó, contenían restos de imán: todo apunta a que las manipularon a propósito magnetizándolas. La fiscalía no permitió hablar de ellas en el juicio, ni tan siquiera mencionar su existencia.
"Hay una injusticia flagrante. No nos lo explicamos cómo le pudieron condenar de nuevo. Nos resulta incomprensible", señala Krakenberger, que insiste en que es casi surrealista una pena tan severa con unas pruebas tan irrisorias. "Una imagen de una cámara de vigilancia de pésima calidad en la que, según han apuntado numerosos profesionales, no se puede identificar con claridad a nadie", precisa. Tanto él como Ibar han puesto en marcha una campaña de recaudación de fondos en su web para la siguiente fase judicial. Recurrir a nivel federativo, entre otras vías, puede acarrear hasta 300.000 euros, por lo que piden apoyo de la ciudadanía.
Cándido Ibar, padre de Pablo Ibar, emigró a Estados Unidos, donde hizo carrera como pelotari. Allí contrajo matrimonio en 1971 con Cristina Casas, de origen cubano. De esa unión nacieron Pablo Ibar, en 1972, y su hermano Michael, en 1976. Ibar es sobrino del legendario boxeador fallecido José Manuel Ibar Azpiazu, más conocido como José Manuel Urtain.
Pablo Ibar comenzó a entrenar y preparase para ser pelotari profesional. Su estreno como profesional parecía inminente, pero una pelota que le golpeó con violencia en la ceja derecha acabó con todas sus aspiraciones: recibió 15 puntos de sutura y, posteriormente, la recomendación de dejar el deporte durante un tiempo.
Mientras vivía en Connecticut, su madre, Cristina Casas, fue diagnosticada con cáncer. Fue entonces cuando el propio Cándido aconsejó a su hijo, que tenía 21 años entonces, que se marchara a Florida durante algún tiempo para acompañar a su madre. Durante este periodo de tiempo que se fue alargando, estuvo rodeado ocasionalmente de malas compañías, aunque también de algunas otras buenas, como la de Tanya Quiñones, de quien se enamoró en Florida en su adolescencia y con la que contrajo matrimonio estando ya en la cárcel.