Ante la inmensa tensión en Oriente Próximo, reunión de urgencia de los ministros de Exteriores, este martes, en Bruselas. Habrá rotunda condena a Hamás por sus atrocidades, pero el debate más acalorado será a cuenta de las ayudas europeas a Palestina: la Comisión Europea no suspenderá la ayuda humanitaria al pueblo palestino.
La Comisión Europea ha intentado apagar el incendio y se ha desmarcado del comisario que ayer hizo el anuncio de la presunta suspensión. Hoy importaban mucho las palabras: han asegurado que la situación sobre el terreno ha cambiado y que lo que hay que hacer es revisar estos pagos para ver en qué manos terminan, pero que en ningún caso hay que retirar la ayuda al pueblo palestino.
Gaza es desde hace décadas un rincón peligroso. Bañada por el Mediterráneo, la Franja son 40 kilómetros de largo y unos 10 de ancho en el desierto. Allí se hacinan más de dos millones de personas, casi la mitad menores de edad. Es uno de los lugares más densamente poblados y con mayor tasa de natalidad del planeta.
Hamás gobierna desde 2006, sin elecciones, tras derribar del poder a los moderados de Al Fatah. Solo en ayudas de la Unión Europea recibe al año 700 millones de euros. Y sin embargo su dependencia de Israel sigue siendo prácticamente total. Veinte mil personas cruzan cada día la frontera para trabajar al otro lado. La tasa de paro es también de las más altas del mundo.
Además, los Acuerdos de Oslo hace 30 años establecieron que Israel se encargaría del suministro de agua y de luz a la Franja. Algo que permite fácilmente su bloqueo, una herramienta ya usada antes de esta ocasión y que ha sido objeto de críticas. Como también la falta de voluntad de Hamás para usar su poder y el dinero que recibe para otra cosa que no sea el terrorismo.