Amenazas de ejecución profesional hacia Mark Milley, el presidente saliente del Estado Mayor Conjunto; insultos a Letitia James, la fiscal general de Nueva York que lleva el caso contra el conglomerado de negocios de la familia Trump o la petición de inhabilitación para el juez del mismo caso, Arthur Engoron, por ser “deshonesto” son solo algunos de los excesos verbales del ex presidente en los últimos días.
Una retórica que va más allá del enfado por el juicio al que él y sus hijos mayores están siendo sometidos por fraude civil en un tribunal de Manhattan y que revela las intenciones de quien aspira de nuevo a la presidencia, en poco más de un año. Trump tiene claro que, en caso de conseguirlo, no solo continuará con la intención de quitar de en medio a quien le estorbe, como ya hizo en su primer mandato, sino que arremeterá contra aquellos que durante este tiempo han dificultado su camino.
Caída libre
Lo de menos para el magnate es si jueces y fiscales han actuado contra él en base al respeto de la ley o si generales, como Mark Milley, se han dedicado a defender el “ideal estadounidense”. Trump afronta estos días como un “todo o nada” porque está en juego no solo su patrimonio neoyorquino tras haber inflado sistemáticamente el valor de sus propiedades con el fin de conseguir mejores condiciones de los bancos sino que está en riesgo su futuro político a corto y medio plazo, que es lo único que podría ayudarle a escapar de las acusaciones que pesan sobre él y los suyos.
Y no dudará, como está demostrando, en amenazar a quien sea con tal de salvarse. Con ello se reivindica ante sus seguidores como la víctima que está siendo acusada para evitar su llegada al poder, de nuevo, y como el líder fuerte que Estados Unidos necesita. Una estrategia que, según demuestran las encuestas, está dando resultado ante unos votantes republicanos que se declaran más entusiasmados por Trump (43%), con varios delitos a sus espaldas, que los demócratas por el actual presidente Biden (30%).
Campaña
Con la seguridad de quien se sabe respaldado por sus fieles, el exmandatario no dudó en acudir voluntariamente al juicio civil en Nueva York, consciente de que sería capaz de convertir su aparición en una campaña electoral con la que ya ha conseguido miles de horas de emisión gratuitas en los medios.
Algo que no le servirá de nada ante sus detractores pero que ha funcionado como combustible para unos simpatizantes que están convencidos de que Trump es el presidente que necesita Estados Unidos para los próximos años. Unos votantes que han visto con deleite las declaraciones del neoyorquino ante las cámaras criticando al juez y al fiscal por estar realizando un “juicio político”.
Oportunidad
Esta violencia verbal no es nueva para el universo MAGA (Make America Great Again) que rodea a Trump, como muestra el hecho de haber conseguido aleccionar a cientos de sus seguidores a la invasión del Capitolio, el famoso 6 de enero de 2021. Pero en esta ocasión las formas son parte de una estrategia de supervivencia que puede salvar su capital neoyorquino y dar alas a la que sería su última oportunidad para llegar a la presidencia.
La escenificación ante los suyos pasa por mirar fijamente al juez, casi desafiante, mientras este le insta a no volver a realizar “publicaciones despectivas, falsas y de identificación personal sobre un miembro” de su personal, como hizo el ex mandatario en su propia red Truth Social al salir de la primera jornada del juicio, criticando a la secretaria del magistrado.
Arresto
Una actuación parecida a la realizada durante su pose para la foto de la ficha policial, tomada el pasado mes de agosto en una cárcel de Atlanta, en la que Donald Trump mira duramente a cámara para inmortalizar una imagen que quedará para la historia.
“No es una sensación cómoda, especialmente cuando no has hecho nada”, declaró más tarde a la cadena Fox News quitando importancia al hecho de haberse convertido en el primer presidente de los Estados Unidos en ser arrestado, en este caso por cargos relacionados con el fraude electoral, en el estado de Georgia, las pasadas elecciones.
Ese momento se dio paso al inicio de una huida hacia adelante con la que Trump puede alcanzar la gloria, si llega de nuevo a la Casa Blanca, o experimentar su caída definitiva, en el caso de que algún juez decida enviarle a la cárcel.