Desde hace una década, la asociación de ayuda a los presos españoles +34 ha apoyado a cinco mil condenados en cárceles de todo el mundo. Ahora mismo, contando a Daniel Sancho son 908. Nunca había sonado tanto el teléfono como esta semana. Y eso a pesar de que ellos no colaboran con presos condenados por asesinatos o violaciones "pero sí con sus familias, porque ellos no tienen culpa de nada, son víctimas". Es el testimonio de Javier Casado, portavoz de la asociación, que comenzó su labor cuando un amigo fue condenado por tráfico de drogas en el extranjero. De su experiencia nació la idea de ayudar a otras familias. Las madres, en casos como éste de Daniel Sancho tienen un sentimiento de culpa enorme, "llora desde que coge el teléfono porque se le cae el mundo encima".
El apoyo familiar a los presos en la distancia es fundamental porque a pesar de todas las carencias que sufren, lo peor es la soledad. No pueden comunicarse, aprender el idioma es casi imposible. Por eso, afirma Casado, su consejo a todos los presos es el mismo: hacerse invisibles y acatar las normas de vida en prisión, tanto las normas de los funcionarios como las de los otros presos, que son las más difíciles. Además, debe "hacerse una rutina diaria: actividad física, lectura, escribir cartas"...
Pero además la población reclusa en Tailandia sufre déficits nutricionales, que también afectarán a Daniel Sancho. Su menú en las cárceles tailandesas va a ser "el mismo que el de toda la población tailandesa: arroz de primero, arroz de segundo y arroz de tercero", aunque podrá comprar algunos alimentos en el economato de la prisión con un límite mensual "porque no quieren que haya diferencias entre clases sociales".
Todos sufren problemas de hacinamiento, no tienen agua potable y las duchas son muy pocas para una población numerosa. Y eso que su prisión actual, la de Koh Samui, está en mejores condiciones porque pertenece a una isla pequeña y tranquila. "Va a experimentar la dureza de la situación cuando lo trasladen a Bangkok", afirma Casado, previsiblemente cuando acabe la instrucción y la condena sea firme.
Una condena de la que ha hablado el portavoz de Amnistía Internacional, Ángel Gonzalo. Sancho se enfrenta a la pena de muerte, acusado de asesinato con premeditación. Según Gonzalo "hoy en día hay 195 condenados a muerte en Tailandia, eso sí, la última ejecución de la que tenemos noticia es de 2018. Por lo tanto, es un país que mantiene la pena de muerte, pero no la aplica de manera asidua, lo que supone un rayo de esperanza". Su horizonte es que en caso de ser condenado a muerte le conmuten la pena a cadena perpetua por su confesión y la colaboración policial. En ese momento ya podía pedir el cumplimiento en España, donde se asimilaría a la Prisión Permanente Revisable. Lo que nunca podrá hacer la justicia española es revisar el caso ni las pruebas ni la condena. Únicamente adaptarla a la legislación española.