La víctima como una mentirosa, como una exagerada, como la culpable del propio delito sufrido. Esa es la rabia que expresa la opinión pública italiana tras la concatenación de varios casos, hasta tres en las últimas semanas, donde parece que lo vivido por la mujer se pone siempre en duda. Son tres historias sobre violencia contra las mujeres diferentes pero que, leídas en su conjunto, ofrecen un escenario para muchos alarmante. El primer caso, que aún está siendo investigado, acusa al hijo del presidente del Senado, Ignazio la Russa, segundo cargo del Estado, de violar a una joven de 22 años en Milán. Al margen del recorrido judicial, pocas horas después, las palabras de la Russa resonaron para culpabilizar a la víctima por haber denunciado “40 días después” y haber consumido sustancias. En los días sucesivos se conoce la decisión de un juez que absuelve de agresión sexual en Roma a un conserje que manoseó a una menor en un instituto porque lo hizo “solo durante 10 segundos”. El tercero, la sentencia que evita la cadena perpetua para el asesino de Carol Maltesi, actriz porno asesinada en 2022, tras descuartizarla y esconderla en un congelador durante dos meses, la justicia no ve “premeditación ni crueldad”.
En el caso de la denuncia que implica al hijo del segundo cargo del Estado, Ignazio la Russa, las declaraciones han adquirido también una gran relevancia política. Los hechos que investiga la fiscalía hablan de que la joven de 22 años habría sido drogada por Leonardo Apache, de 19 años, para luego abusar de ella sin su consentimiento. La joven lo habría descubierto solo al día siguiente, no recordaba nada, por las propias palabras del hijo del presidente del Senado que, además, le habría confirmado haber tenido también relaciones con un amigo DJ en la misma madrugada. La joven denunció los hechos 40 días después, pero en las horas sucesivas realizó una visita médica y psicológica que acompaña la investigación. Ignazio la Russa criticó los tiempos de la víctima y que ella admitiera haber consumido drogas antes de entrar al local donde luego se encontraría con su hijo. Además se atrevió a decir que solo había reñido a su hijo por haber llevado a casa una chica que no era “su novia formal”. Las declaraciones han sido consideradas completamente fuera de lugar por toda la oposición y por la propia primera ministra Giorgia Meloni que dijo “tiendo a simpatizar por naturaleza con una chica que decide denunciar una violencia sexual” y, confesó, que ella no hubiese entrado en el caso.
También el ámbito político, pero sobre todo en las redes sociales, ha causado un gran estupor la sentencia que ha emitido un tribunal de la ciudad de Roma en el que eliminaba las responsabilidades de agresión sexual a un conserje de 66 años que manoseó a una menor. La justificación es que tocó el culo de la joven solo durante 10 segundos, tiempo que no hace pensar a la justicia que el hombre tuviese intenciones de ir más allá y de consumar una agresión sexual. Además, dice la sentencia, lo hizo en un lugar público, a la vista de todos. Sentencia que deja en evidencia la carente interpretación de la falta de consenso por parte de la menor que, además, se encontraba en un centro escolar. La joven ha expresado su dolor por la decisión del juez porque es consciente, dice, que no ayuda a otras futuras víctimas a confiar y poder denunciar situaciones similares. La hace sentir, dice, en definitiva, desprotegida en un sistema jurídico que es garantista siempre in primis con la persona, el hombre, que ha cometido el delito. Muchas jóvenes en las redes sociales han grabado vídeos tocándose zonas íntimas durante 10 largos segundos para evidenciar el impacto que tiene, más allá del cronómetro, una situación similar.
El tercer caso habla también de una sentencia emitida por un tribunal de Assisi que ha desestimado la petición de cadena perpetua para Davide Fontana, el hombre que asesinó a su pareja, Carol Maltesi, conocida actriz porno italiana, hace un año y medio. La condena para el asesino, que confesó los hechos, es de 30 años pero, más allá de la cifra, lo que ha dejado a la opinión pública en shock han sido las palabras, el lenguaje utilizado en la decisión final donde se hace toda una valoración incluso de la propia víctima. Carol Maltesi fue acuchillada, descuartizada, metida en un congelador y quemada por su pareja para luego ser abandonada en un barranco. Pero para el juez su asesino no actuó con premeditación ni con crueldad sino movido por el dolor que sintió al ver que la joven intentaba alejarse de él. El motivo por el cual habría asesinado dice textualmente la sentencia es porque “él estaba enamorado perdidamente” y además define a la víctima como una joven desinhibida. El comportamiento, dicen, no fue desahogo de un impulso criminal, sino el único modo para el asesino de salir del estado de incertidumbre y sufrimiento que le creaba el alejamiento de la víctima.
La lectura de la sentencia remite a la idea del crimen pasional y del delito de honor, que existió en Italia hasta 1981 y establecía una reducción de pena para el marido si había descubierto una infidelidad, que ensuciaba su honor, en el momento del asesinato. Solo en aquel año fue abolido también el “matrimonio reparador” que establecía que el delito de violación podía ser reparado si el hombre se mostraba disponible a casarse con la víctima, incluso si era menor. Ambos delitos, heredados de la época fascista italiana, no fueron eliminados hasta los 80. Un claro retraso legislativo que iba acompañado también de un retroceso cultural que ha ido marcando el devenir de las décadas sucesivas. En el 2023 son ya 62 mujeres asesinadas, 49 en el ámbito familiar, 29 de ellas a manos de sus parejas o ex parejas. La última de ellas una mujer de 56 años en Sicilia, asesinada por tres disparos a manos de su ex marido, al que ya denunciaba desde hacía un año por comportamientos violentos y obsesivos.
La falta de un marco legislativo
Hablamos con Giulia Blasi, promotora del movimiento #MeToo en Italia, periodista especializada en feminismo. “No creo que hayamos vuelto atrás, creo que en realidad en Italia no hemos dado aún muchos pasos, hemos perdido veinte años de trabajo a favor de las mujeres, existe un gran vacío”, expresa. “Se han creado grandes resistencias para actualizar la cultura, para avanzar y eso se refleja también en un marco legal impreciso”, dice. En el caso de las sentencias sobre Carol Maltesi y sobre el conserje de Roma Blasi explica que la poca concreción que existe en la ley italiana sobre la violencia sexual y el contexto permite que una parte sea siempre interpretable por un juez. “En ese caso la justicia reconstruye la parte del asesino, dejando a la víctima y a sus circunstancias a un lado”, añade. Ahora el Parlamento Europeo intenta legislar sobre el consentimiento en las agresiones sexuales acorde con el Convenio de Estambul, para Blasi, está segura, “en Italia encontrará muchas resistencias”.
Otros casos escandalosos
Los casos de estas últimas semanas no son, por desgracia, los únicos que marcan una tendencia aún muy poco atenta a la compleja problemática de la violencia de género en Italia. Hace unos años, en 2017, un tribunal en Ancona absolvió a dos hombres por violación porque declararon que la mujer “era fea y poco masculina”, argumento compartido por los jueces. En 2021 Beppe Grillo, cómico y fundador del M5S, lanzó un vídeo de dos minutos tras la acusación recibida por su hijo de haber participado en una violación grupal criminalizando a la víctima por su comportamiento tras los hechos sucedidos, concretamente dijo “no ha ocurrido, os habéis dado cuenta de que nada es verdad porque es extraño q quien ha sufrido una violación haga una denuncia ocho días después”.
Aunque Italia encuentra bastante unidad política en materia de violencia de género, hace solo unas semanas el Gobierno Meloni ha aprobado una ampliación de las protecciones para mujeres en el llamado Código Rojo, la ley que rige la violencia de género, existe la falta de un debate profundo. El país transalpino tiene a dos líderes mujeres, la primera ministra Giorgia Meloni y la líder de la oposición Elly Schlein al frente de la política, pero a nivel social la sensación es que el movimiento feminista tiene mucho menos impacto que en otros países vecinos y que la visión de la violencia de género aún no está siendo afrontada desde una mirada transversal que implique a todos los actores sociales.