Hay huelga de transporte público en Roma, una de tantas que se suceden a lo largo del año, y es imposible encontrar un taxi. El sistema de autobuses, metro y tranvía en la capital italiana, ya de por sí, es conocido por su escasa eficiencia y por las dificultades de movilidad de una ciudad donde excavar para realizar cualquier ampliación significa encontrarse con una joya arqueológica. Para añadir gravedad a la situación desde hace un año y por al menos 18 meses el metro cierra a las nueve de la noche para realizar trabajos de manutención, lo cual dificulta mucho moverse en la ciudad, por extensión, más grande de la Unión Europea. Este contexto hace que en muchas ocasiones el uso del taxi sea la única opción para llegar a tiempo a la otra parte de la ciudad. El problema es que la capital italiana tiene escasez de licencias, en concreto harían falta otros mil taxis más en circulación, que se sumarían a las 7.672 licencias que funcionan en este momento, para hacer frente a una demanda siempre mayor, sea de los propios romanos, que de la gran cantidad de turistas que cada día llena las calles de la ciudad.
La situación se ha vuelto insostenible y una de las firmas más importantes del Corriere della Sera, Aldo Cazzullo, respondía a varios lectores del periódico italiano el primer domingo de julio en una carta que escenificaba la situación caótica de la ciudad. “Durante 15 días he tenido que coger un taxi para llegar a la otra parte de la ciudad y solo 3 de todos esos días encontré el servicio. En mi caso no importa, pero… ¿Si es una persona que tiene que llegar al hospital o a socorrer a un familiar?”, escribía. Además explicaba que ya no era posible reservar un taxi en la ciudad para coger, por ejemplo, un avión pronto al día siguiente ya que los sistemas llevan meses bloqueados y cuando llamas te dicen que no hay vehículos en la zona. Un problema que se encuentran constantemente los turistas para volver a sus países de origen o cuando llegan a los aeropuertos de la ciudad de Roma, donde los taxis nunca son suficientes y a veces toca esperar más de una hora hasta que la fila de 50 o 60 personas delante se va diluyendo. Situación que ya es visible durante el invierno en una ciudad que recibe turismo todo el año, pero que ahora, en pleno julio, se ha vuelto aún más grave.
El verano de 2023 está considerado el de la vuelta definitiva del turismo tras la pandemia, se espera que se recuperen los datos de 2019. Ya durante el primer trimestre de este año se han detectado las señales iniciales del gran crecimiento: en los primeros meses de 2023 las reservas en las estructuras hoteleras han sido 12,7 millones, el doble que en Italia y España. Sobre todo americanos, ingleses y franceses, las tres nacionalidades que más están visitando Italia en este año de remontada, según los datos Istat (Instituto Nacional de Estadística) y Eurostat. Ya en el mes de junio las reservas eran superiores de un 50% con respecto al mismo periodo del 2022 y, ahora, julio y agosto se espera que mejoren aún más estos datos. Se calculan, en definitiva, 127 millones de llegadas desde el extranjero, uno de los mejores datos de los últimos años y casi igual al de 2019, que contabilizó 131 millones, según el instituto Demoskopica.
¿Cuál es el verdadero problema?
Desde hace años no se actualizan el número de licencias que se conceden en cada ayuntamiento, por eso Roma, a pesar de la gran demanda, se ha estancado en 7.672, lo cual favorece en algunas ocasiones el mercado ilegal de licencias. Para hacernos una idea de la proporción en una ciudad como Madrid hay 14.507 autorizaciones de taxi, el doble, y otras 8.562 de VTC. Estas últimas, con una presencia casi imperceptible en el país transalpino no llegan en Roma a mil coches. De hecho el número de taxis por habitante en España es el doble que en Italia, 0,97 por cada 1.000 habitantes con respecto a 0,51 en la misma proporción en el país transalpino. En un editorial del periódico italiano Il Foglio, Claudio Cerasa, su director, analizando en un artículo el drama del taxi en Italia, bromeaba diciendo que si Elon Musk, en su reciente visita a Palazzo Chigi para reunirse con Meloni, en vez de en un Tesla, tuviese que llegar en taxi no lo encontraría.
La falta de VTC
El sector del taxi es un muy potente en Italia a nivel político. Consiguió ralentizar la entrada de Uber, que ya tenía presencia en muchos países europeos, durante la última década en Italia hasta tal punto de que la presencia de aplicaciones del tipo son aún escasas a día de hoy. De hecho existe solo en Roma y en Milán y con un servicio de coches de lujo con licencias VTC, las mismas que concede el ayuntamiento. Las manifestaciones fueron numerosas, la presión muy grande, de hecho aún este año se han vivido varias protestas y paros. Precisamente con VTC, las furgonetas de varias plazas alquiladas muchas veces por grupos de turistas para moverse durante el día en la ciudad, son, a una cierta altura del verano, imposibles de encontrar, la lista de espera es de semanas, tienen los meses turísticos cubiertos por completo y las posibilidades se reducen nuevamente.
La falta de licencias y de una actualización de ley de la competencia impide que el sector mejore sus condiciones y que el sistema equilibre la oferta y la demanda. Lo intentó Draghi hace un año en las últimas semanas antes de la caída de su Gobierno técnico con un decreto ley sobre la competencia que buscaba “adecuar la oferta de servicios de movilidad que sí desarrollan mediante el uso de aplicaciones web que utilizan tecnologías para interconectarse con pasajeros y conductores”. No pudo ser posible, los taxistas se negaron a ceder al libre mercado y luego cayó el Gobierno. Otro intento por parte del actual Ejecutivo de actualizar esta ley se encuentra ahora paralizado en el iter parlamentario. Su aprobación estaría vinculada, en cualquier caso, a algunos de los objetivos de los fondos del Recovery Fund. Durante esta legislatura, iniciada el pasado otoño, la presión de algunos taxistas para subir el precio mínimo para pagar con tarjeta a 60 euros estuvo durante semanas encima de la mesa, finalmente se consideró que no ayudaría a un país como Italia con un índice alto de fraude fiscal.