“El Tetuán español es una mezcla de expresión de poder y fraternidad. Lo mejor de la aventura arquitectónica española en el norte de Marruecos se encuentra en la ciudad y en su Ensanche”, asegura a NIUS el hispanista Mustafa Akalay Nasser, uno de los grandes expertos en el urbanismo español en el país vecino.
Como otros espacios arquitectónicos construidos durante el Protectorado español (1912-1956) en Marruecos –la zona de influencia española se limitó a una estrecha y estéril franja de terreno situada en el norte del país, desde las costas de Larache hasta los límites con Argelia-, el de Tetuán no está exento de peligros. La escasez de medios financieros para el mantenimiento de los edificios y la desconexión de la memoria y el conocimiento entre aquel Marruecos y el actual comprometen la preservación de este rico patrimonio. Ello a pesar de que no faltan voces autorizadas a uno y otro lado del Estrecho dispuestas a trabajar para garantizar el futuro de una realidad que trasciende a una mera sucesión de construcciones y trazados urbanos.
Camino de los setenta años desde la independencia de Marruecos, la trama urbana del Tetuán español, con su epicentro en el Ensanche, sigue hoy fascinando por su armonía con la vieja ciudad andalusí, la medina, y por la diversidad de estilos que pueden distinguirse en el espacio. “Las huellas estilísticas inscritas y plasmadas en su espacio urbano y que dan forma a su arquitectura reflejan todavía hoy las ambiciosas intenciones de los diferentes arquitectos españoles”, escribía el citado autor tangerino en un reciente artículo.
En el centro de ese Tetuán español, la capital del Protectorado, se encuentra el Ensanche. La joya arquitectónica de la ciudad fue concebida por el arquitecto Carlos Óvilo Castelo (1833-1954), quien se desempeñó entre 1913 y 1931 como jefe del Servicio de Construcciones Civiles de la Delegación de Fomento. El Ensanche comenzó a construirse en 1913. En 1914 se pondría en marcha el Reglamento de Edificaciones del Ensanche. En él firman construcciones varios arquitectos españoles, entre los cuales descuellan Juan Arrate Celaya, Casto Fernández Shaw o Alfonso de Sierra Ochoa.
Una de las características del Ensanche tetuaní y del resto de construcciones erigidas en tiempos del Protectorado español en Marruecos es la diversidad de estilos. En la que fuera capital del Marruecos español pueden distinguirse el modernismo y el art déco, el eclecticismo, los regionalismos, el estilo neoárabe, los historicismos, el racionalismo o el estilo neoherreriano, tendencias todas en boga en la España de la época durante la primera mitad del siglo XX.
En reciente conferencia dictada –con el título ‘Tetuán español: ciudad exportada’- en el Instituto Cervantes de Rabat, Akalay destacaba que Tetuán es “una ciudad planificada mediante un trazado en cuadrícula, regular, que se corresponde con el modelo de Ensanche producido en España durante la segunda mitad del siglo XIX”.
Un hecho que puede cambiar para siempre el futuro del Ensanche de Tetuán es su declaración como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco (la medina antigua lo es desde 1997). El año pasado comenzaron los trabajos para la elaboración y presentación de la candidatura, en la que participan especialistas tanto marroquíes como españoles.
Una de las figuras que mejor conocen el Ensanche tetuaní y que más batalla por la inclusión del espacio en la selecta lista de la Unesco es el historiador melillense Antonio Bravo Nieto. El profesor de la UNED y la Universidad de Málaga subraya a NIUS que “la importancia del Ensanche de Tetuán se debe a su diversidad arquitectónica” dentro de una ciudad con una “muy fuerte personalidad”. Bravo Nieto lamenta lo desconocido del patrimonio de una ciudad en la que destaca “el maridaje entre la medina y el Ensanche”, que contrasta con las fórmulas fallidas de otras ampliaciones urbanas en el propio Marruecos.
El historiador y cronista de la ciudad de Melilla destaca que las autoridades de Tetuán “intentan, dentro de sus posibilidades” con “bastante interés” proteger el legado arquitectónico a pesar de la “falta de conocimiento e investigación”. Bravo Nieto insiste en la dificultad que tendrá -no sólo en Tetuán, sino en las otras ciudades pertenecientes al antiguo Protectorado- la salvaguarda de su rico legado arquitectónico. “El patrimonio interesa poco. Proteger y restaurar es un muy difícil; un problema”, zanja.
No pocos son los edificios en la ciudad de Tetuán que sufren una mezcla de abandono y mala conservación. Empezando por gran parte de los inmuebles que componen las cuadrículas del Ensanche. “No están todo lo bien conservados que deberían”, lamenta a NIUS el urbanista Mustafa Akalay. Entre ellos destaca, en pleno Ensanche, el antiguo cuartel de infantería Gómez-Jordana, por el abandono que sufre el edificio.
También deben mencionarse los conocidos como pabellones Varela, un conjunto de viviendas para militares promovidas por el Ejército de Tierra durante la década de 1940, que comienzan, a pesar de estar habitados, a dar muestras de un gran deterioro. De la misma manera sufre en estado de total abandono el antiguo Palacio del jalifa de Tetuán –y sus jardines-, situados en el barrio de Touilaa, en la carretera entre la ciudad marroquí y Ceuta.
Mejor suerte han corrido edificios como la iglesia católica de Nuestra Señora de la Victoria –erigida en 1919- y la sede del Consulado español, situados en la antigua plaza de Primo de Rivera –para los tetuaníes, y aún hoy, de Primo, a secas-, o el actual Instituto Cervantes de Tetuán, que empezó siendo la sede de Correos y de Obras Públicas durante el Protectorado español. Con un nuevo uso, pero totalmente remozada y en buen estado se encuentra la que fuera antigua estación de ferrocarril, construida en 1918. Hoy es la sede del Museo de Arte Contemporáneo.
La situación del Ensanche y otros edificios construidos durante el Protectorado español en Marruecos en la ciudad Tetuán no es, con todo, la peor. Semejantes problemas aquejan a numerosos edificios y espacios urbanos relevantes en ciudades como Alhucemas, Tánger, Alcázarquivir, Nador o Larache. La situación especialmente triste en las dos últimas ciudades, donde, o bien han sido demolidas gran parte de las construcciones erigidas en tiempos del Protectorado o se encuentran en estado de abandono.
En algunos casos, como en la antigua ciudad internacional, convertida hoy en uno de los motores económicos del país, las autoridades marroquíes han sabido recuperar, dotándolos de nuevos usos, algunas de las joyas construidas a lo largo del siglo XX. Cabe citarse el proyecto de reconversión en un espacio multiusos de la antigua plaza de toros tangerina y la recuperación, tras décadas en ruinas, del histórico Gran Teatro Cervantes, cedido recientemente por el Estado español al marroquí con la condición de que siga siendo un espacio de encuentro cultural entre los dos países.
El futuro de la preservación del rico y variado patrimonio arquitectónico español en el norte de Marruecos pasa, en primer lugar, por la asunción sincera por parte de las autoridades y sociedades locales de las bellas realizaciones de aquellas décadas del siglo pasado, que debe traducirse necesariamente en un mayor esfuerzo financiero, y también entendimiento entre administraciones y especialistas de los dos países. Para el profesor Mustafa Akalay “el deterioro arquitectónico del Ensanche y la identificación que la comunidad posee de él son interrogantes que difícilmente se abordan en la sociedad tetuaní. Si bien, desde hace tiempo, existe un intenso debate en círculos universitarios y asociativos, éste aún no ha sido asumido por la sociedad tetuaní en su conjunto”.
“Los procesos de cambio ponen en contraposición la conservación de estos edificios frente a los nuevos usos que la ciudad genera. A ello se suma, además, la falta de conciencia e interés existente entre los habitantes y la falta de medios económicos en las diferentes administraciones”, concluye.
Para el profesor Akalay, en resumen, “es necesaria una mayor participación ciudadana en la defensa del patrimonio; un cuerpo normativo claro y de cumplimiento obligatorio; un modelo de gestión coordinada y participativa a cargo de profesionales idóneos y con integración de las organizaciones sociales que trabajan en el tema”. “Y, por último, destaca a NIUS, “la definitiva y completa catalogación de todos los bienes patrimoniales del ensanche y la redacción de un plan especial de protección”
Todo ello pasa, por parte de Marruecos, por un cambio de mirada: a menudo las autoridades locales prefieren derrochar millones de dírhams en modernas y rutilantes construcciones a recuperar joyas de la arquitectura del siglo pasado que se caen literalmente a pedazos. En este sentido, Marruecos ha de seguir dejando atrás los complejos respecto a una época de su pasado, la de la colonización española y francesa para reivindicarla como propia, con sus luces y sombras.
Concretamente, el norte del país, tierras que coincidían prácticamente con el antiguo Protectorado, fue relegado durante el reinado de Hasán II por su historia levantisca; una tendencia revertida por su hijo, el actual Mohamed VI, que ha dado un importante impulso económico sobre todo a las provincias de Tánger y Tetuán.
A juicio de Antonio Bravo Nieto, España “debería tener la obligación de explicar e interpretar” todo este legado, aunque como el especialista advierte a NIUS, “no es patrimonio español, es marroquí, y a ellos corresponde hacer lo que quieran con él”. No han faltado, no obstante, iniciativas de la Cooperación Española y la Junta de Andalucía en los últimos años para la conservación de las medinas y edificios y monumentos concretos especialmente en el norte del país magrebí.
La armonía entre el Ensanche de huella española y la vieja medina andalusí de Tetuán, que los habitantes de la ciudad han hecho suya desde el principio, es uno de los indudables logros arquitectónicos de la ciudad del norte de Marruecos. “Un ejemplo que puede servir para unirnos a ambos pueblos hoy”, resume a NIUS Bravo Nieto. El reto es ahora su conservación. No será fácil, pero no faltarán entusiastas para su defensa.